jueves, 17 de abril de 2014

Farsa monea


Por fin he podido leer, con voracidad, pero también con mucha atención, un libro salido en 2003, y al que por distintos motivos aun no había podido acceder: «El existencialista hastiado», del Rev. Howard Mumma, con la crónica de sus diálogos con Camus, tras los cuales éste llega a pedirle el bautismo.
Naturalmente, el asunto tiene gran interés para mí, no sólo como cristiano, sin también como admirador incondicional de la obra del escritor francés.

Argumento de la obra

El autor presenta su obra como la transcripción, no literal pero sustancialmente fidedigna, de una serie de diálogos que mantuvo en París en un año imprecisado, pero en la década del 50 (en torno al 57, por lo que puede deducirse de algunos detalles), cuando el Reverendo, norteamericano, estaba como predicador invitado en la Iglesia Americana de París, en Quai d’Orsay.
Son nueve capítulos, en el último de los cuales Camus le pide el bautismo, aunque no quiere pertenecer propiamente a ninguna iglesia, ni comprometerse en ese sentido. Mumma le pregunta si ya ha sido bautizado, de pequeño, y como Camus afirma que sí, entonces le dice que no le es posible dárselo nuevamente, y que no tendría sentido si no se compromete con la Iglesia. Un tiempo después escucha que Camus ha muerto en un accidente de automóvil, y se cuestiona si le tendría o no que haber dado el bautismo, tal como lo pedía el escritor.
En esos nueve encuentros Camus hace algunas preguntas religiosas, que exigen respuestas apologéticas, cosa que Mumma desarrolla ampliamente. Cuestiones que tocan el problema del mal, la inspiración de la Biblia, la confrontación Biblia-ciencia, la inerrancia bíblica, su historicidad, etc.
Camus habla muy poco en el libro (excepto la sección donde "explica" a Simone Weil), y cuando lo hace no rebasa lo que es posible encontrar en un conocimiento superficial de su obra, aunque llega a definirse casi como el "existencialista hastiado" que da título al libro:
«he conseguido hacer mucho dinero porque de alguna forma he sido capaz de articular la desilusión del hombre por el hombre. He escrito cosas que han significado mucho para mucha gente. Usted ha visto cómo me tratan, Howard. He tocado algo en su interior porque identifican en mis obras la angustia y la desesperación que sintieron. Me dirigí al sinsentido y la incertidumbre, principios básicos en los cuales no estoy seguro de creer aún. Esto, más que ninguna otra cosa, es lo que me consterna, esta es la raíz de mi desesperanza.» (pág. 122)
En el capítulo seis el Rev. Mumma le cuenta a Camus un encuentro que tuvo con Jean-Paul Sartre, también sobre cuestiones de confrontación religiosa; Camus se muestra muy interesado en esa crónica y concluye afirmando lo siguiente: «Teniendo en cuenta que ha hablado con Sartre, se habrá dado cuenta de su influencia en mis escritos...»

Crítica

Hasta aquí la descripción de la obra. Para mí la pregunta fundamental es si es verdad que se produjeron esos encuentros, si es verdad que Camus pidió el bautismo, y si en lo sustancial son ciertas las palabras que atribuye la obra a Camus. Desde mi punto de vista, el valor apologético de esta obra es secundario. Podría tratarse de la mejor apologética del mundo, de los argumentos religiosos más sólidos y sutiles, pero no lo he leído por eso, ni es eso lo que me interesaba, sino saber si Camus acabó sus días en este mundo como cristiano o no, aunque fuera de deseo.
Reconozco que llegar a una certeza sobre una "conversión religiosa" de Camus es realmente difícil, como no sea precisamente a través de alguien que haya sido testigo de ello, y sea confiable en su testimonio. Y este es el punto centralmente débil de este escrito: es realmente pobre en su conocimiento de Camus, completamente convencional y esquemático en la descripción del pensamiento del francés, además de cometer algunas torpezas notables:

Torpezas:

-En el capítulo 3 confunde el género de El Mito de Sísifo; hablando de la eficacia de la Biblia por el hecho de estar contada como una historia, le dice (Mumma a Camus):
«es más probable que la gente común entienda las verdades elementales si son contadas en forma de historia. ¿Podría haber captado de una forma más suscinta la atención de los franceses sobre el sentimiento del exilio que con "El mito de Sísifo"?»
No parece saber Mumma, ni cuando (supuestamente) dijo esa frase, ni 40 años después, cuando redactó el libro, que "El mito de Sísifo" no es una historia, sino un ensayo, así que no sólo no demuestra el argumento de Mumma, sino que lo contradice. Salvo que se haya confundido entre "El mito de Sísifo" y "El extranjero", que sí serviría al propósito ejemplificador que pretende Mumma... ¡pero a todo esto Camus no le corrige el punto! (lo único admisible es que fuera un error debido al traductor, pero como hay otros deslices semejantes en el libro, creo que el problema es del original)
-Ya he mencionado la frase que le dice Camus a Mumma cuando hablan de Sartre, ahora bien: se supone que estas conversaciones ocurren en torno al año 57, cuando hacía 6 años que la distancia entre Camus y Sartre era total, fruto de la pelea tras la publicación de El hombre rebelde, de Camus (1951). Según Mumma, Camus se refiere a la influencia directa de Sartre en La Peste, también de Camus (1947). Ahora bien, es precisamente hacia ese tiempo cuando Camus escribía: «tenemos relaciones de amistad con los Sartre, nuestras entrevistas son espaciadas, pero cálidas, Sartre me parece el mayor y más persuasivo de los talentos, pero sus libros nunca han tenido la menor influencia en mí» (*)
-En el capítulo 3, Mumma y Camus comienzan a hablar de la Biblia, y se produce el siguiente intercambio:
«—Después de este sermón me fui a casa y cogí mi Vulgata en latín. Busqué el relato de Adán y Eva y la serpiente...
Le interrumpí:
—Albert, ¿no tiene usted una Biblia en francés?
—No, sólo tengo la Vulgata que mi madre y el párroco me regalaron cuando era niño.»
Sería más creíble que dijera que su madre y el párroco le regalaran una Nintendo, y no una Biblia latina, en esa clase social (gente de la más pobre), en ese nivel cultural (la madre era analfabeta), en ese sitio (Argelia) y en torno a esa época (los años 20).
-En el mismo capítulo 3 (pág. 97) Camus (él, francés, y no Mumma, norteamericano) ilustra la cuestión del mal de la que venían hablando con el siguiente ejemplo: «—Una vez se me estropeó una máquina de escribir. El técnico dijo que la tecla que más se solía tener que reparar, era la «I». Me contó que en toda su experiencia arreglando máquinas de escribir, esta era la tecla que más a menudo había tenido que reparar. No es que la «I» sea la que más se usa, sino que se golpea con una peculiar fuerza.» El traductor aclara que la cuestión tiene que ver con el pronobre personal "I", "yo" en inglés, que es precisamente aquello en lo que más estamos centrados, como ahora sí Mumma, aclara enseguida.
Ahora bien: el ejemplo tendría sentido si Camus fuera angloparlante, y lo mismo el técnico de máquinas de escribir... o bien esto lo dijo Mumma, y se lo atribuyó por error a Camus.
-La cuestión del idioma es bastante curiosa: en el primer capítulo utilizan un intérprete, sin embargo a partir del segundo el intérprete ha desaparecido, y francés y norteamericano se entienden a las mil maravillas, como si no sólo hubieran leído juntos el Génesis (en latín), sino que estuvieran viviendo antes de Babel.
Estas son sólo algunas muestras de las incongruencias del relato, que no alargo para no abundar más en algo que sólo sirve para fundamentar un poco mi juicio sobre el libro: es una lisa y llana invención, hecha de tal modo que no pueda ser contradicha por testigos (ya que de antemano se afirma que todos los encuentros se mantuvieron en secreto), ni por el otro participante, muerto hace 50 años.

El motivo

En realidad, la posibilidad de que todo esto no sea más que un invento lo apuntó el propio Mumma en la introducción:
«quizá sea culpable de una hagiografía surgida de la recolección no demasiado clara de las palabras exactas que se dijeron. Después de todo, estas conversaciones no fueron grabadas ni transcritas, aunque yo tomase algunas notas tras cada encuentro. Esto es algo así como los llamados Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), que fueron todos escritos a partir de la tradición oral y de las notas escritas justo después de que ocurrieran los hechos.» (pág. 70)
Al poner su escrito en la línea de la historicidad de los evangelios, es decir, de la historicidad catequética y con muchas licencias narrativas, apunta la posibilidad de que en realidad estos encuentros con Camus no sean más que el desarrollo pedagógico de ciertas argumentaciones que Mumma desea hacer en torno a un pensamiento tan influyente y vigente como el del existencialista francés.
Creo yo que lo que ocurrió es eso: Mumma tuvo algún encuentro ocasional y fugaz con Camus en la década del 50 (y concedo mucho al conceder eso), y sobre la base del impacto que le provocó la persona, sumado a la inevitable seducción de su obra  -siquiera en una lectura bastante superficial de la obra del francés como parece haber hecho el Pastor- le surgió la idea de "dramatizar" una catequesis del mundo moderno en la confrontación con una de sus figuras emblemáticas.

Valoración

Personalmente no me opongo a ese género de dramatizaciones. Una excelente obra de Gerd Theissen, "La sombra del Galileo", presenta los resultados del estudio histórico de Jesús en forma de una novela histórica muy sólida y creíble; sin embargo: aclara que se trata de una novela, y no de una crónica histórica, y deja en claro cuáles son los puntos históricos que desarrolla en su dramatización.
Se me podría objetar que los evangelios hacen la misma clase de malabarismo histórico al presentar como crónica de Jesús acontecimeintos que en muchos casos son desarrollos catequéticos de las verdades de la fe (no invento nada, ver la declaración "Sancta Mater Ecclesia", de la Pontifica Comisión Bíblica, 1967); sin embargo sobre eso debe señalarse que la distinción entre crónica histórica y desarrollo "novelado" de ideas no era clara en la época, es decir que los límites entre uno y otro eran fluctuantes dentro y fuera de los evangelios; hoy no sería admisible. Por otra parte, los evangelios sí aclaran, en su lenguaje, que no son una crónica histórica: en la disposición de las historias, en el modo general como presentan la confrontación con el Antiguo Testamento, e incluso algunas veces explícitamente, como en el prólogo de san Lucas, que declara la intención catequético/apologética de la obra, o en san Juan, cuando enuncia también su intención apologético/catequética, en 20,31. En una palabra: que nosotros confundamos los evangelios con crónicas biográficas, no implica que ellos mismos estén confundidos al respecto, ni que pretendan engañarnos.
En cambio Mumma pretende hacernos creer que estos diálogos, en lo fundamental, han ocurrido, y eso es un engaño, habida cuenta del gran desarrollo que la crónica histórica y la novela han tenido en 2000 años, donde ya no es posible superponerlas con ingenuidad, como sí les fue posible hacerlo a los narradores bíblicos (ellos mismos no eran posiblemente del todo conscientes de los límites que franqueaban de uno a otro género, aunque lo fueran en lo fundamental, como ya señalé).
La obra de Mumma es una apologética para consumo de gente que no es moderna ni existencialista, pero cree que ahora sí conoce un poco más de ese lenguaje, y puede refutarlo desde la fe. Y este es el punto más débil de cuantos la obra tiene: ¡es apologética barata! es decir: no responde a los problemas que planteó realmente Camus en su obra, no habla de las fundamentales cuestiones de verdad, historia y poder, omnipresentes en la obra de Camus y que le impiden (a él como a muchos otros contemporáneos nuestros) una decisión de tipo religiosa. Al Camus de Mumma le dejaron de interesar esas cuestiones (que eran las que el Camus de verdad escribía en los años 50), y le pasaron a interesar las "ideas" religiosas, que el Camus de la historia rechazaba como terreno de discusión!
La apologética de Mumma es inútil históricamente, porque no aporta ningún verdadero conocimiento sobre la persona de Camus ni de su pensamiento, sino que al contrario, obliga a perder tiempo en refutarlo, y es inútil religiosamente, ya que no responde a los problemas religiosos que se plantea la gente que lee de verdad a Camus.
En suma, la obra apologética de Mumma es un poco más de opio para seguir manteniendo en su letargo al cristianismo, con la apariencia de que hacemos algo por dialogar, lástima que no nos escuchan.


(*) citado por José Antonio Millán en su conferencia sobre la Controversia Sartre/Camus, en la Fundación Juan March, 12, marzo, 2009. Ver http://www.march.es/

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