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domingo, 12 de marzo de 2017

¿Por qué deberíamos, como católicos, desmarcarnos con claridad de iniciativas contraculturales como el autobús de Hazteoír?

Ante todo quiero aclarar que soy consciente de que HO (en la actualidad CitizenGo) no es una asociación de la Iglesia, y que incluso en algunas diócesis españolas está vetada la colaboración institucional con ella. Hay razones de peso: la sospecha (y a esta altura una sospecha más que fundada) de que la verdadera naturaleza de esta asociación no tiene nada de católico, que es una asociación de presión social con estructura de tipo masónica, aunque de orientación integrista-cristiana.
No obstante, hay que reconocer que desde cierto punto de vista ellos "hacen algo" contra los avances de la "cultura de la muerte", y ahora contra el avance del relativismo de género, mientras que muchos católicos "no hacemos nada", empezando por los obispos, que no parecen haber tenido mejor idea que rechazar las iniciativas de HO, pero sin hacer nada más decisivo que recordar que la ideología de género "está mal".
Ese "ellos hacen algo" es el motivo por el cual muchos católicos de base, viendo el retroceso aceleradísimo de los retazos todavía existentes de la antigua "cultura católica", aunque lo consideran algo "a título personal", en tanto ciudadanos y no en tanto católicos, aplauden y avalan (con cadenas en las redes sociales, con firmas en distintas plataformas de opinión ciudadana) ese tipo de iniciativas.

Naturalmente, podemos hacer muchas cosas con la intención puesta en luchar contra la ideología de género y la cultura de la muerte. Podemos salir a rezar rosarios a la calle, podemos quejarnos por internet, podemos tirarle huevos y harina a los políticos que votan a favor de esas iniciativas, podemos poner quince autobuces en las principales capitales europeas, podemos rezar en casa, etc etc etc... el tema no es si "hacemos algo" sino si lo que hacemos tiene algún sentido.

Por otro lado, la lucha contra estas novedades culturales parece estar identificada en Occidente con el catolicismo, así que deberíamos tener bastante presente si lo que hacemos, aunque para nosotros sea "a título personal", o como iniciativa cívica, repercute o no en la cara del catolicismo en la sociedad. Los medios, por ejemplo, ya han calificado a la asociación integrista Hazteoír como "ultracatólicos". Vaya a saber lo que quiere decir "ultracatólicos", pero lo cierto es que el mote está muy extendido en la opinión pública, de tal modo que nos guste o no, incluso los católicos que nos desmarcamos de ese integrismo, incluso los obispos, estamos irremediablemente asociados como católicos que somos, a los "ultras". Cada vez que un católico firma una iniciativa de esa asociación, está en realidad consolidando la imagen de que hay un puente que une católicos con ultracatólicos. Esto le está haciendo un daño bastante serio al catolicismo, ya que cualquier idiotez que hagan los de HO -que tienen todo el derecho de ser idiotas "a título personal"- la sociedad lo carga a la cuenta de los católicos, con el aval de nuestras firmas católicas en ese web integrista.

¿Pero por qué está mal el integrismo?
Me gustaría traer aquí un párrafo de una obra del teólogo Von Balthasar que habla precisamente de ello, y define muy bien la profunda anticatolicidad del integrismo. Antes de leerlo, quisiera hacer notar un contexto de este párrafo: en la obra ("¿Quién es un cristiano?"), el teólogo habla sobre la realidad de la Iglesia en el post-Concilio (comenzó a trabajar en este texto en 1965), y constata cómo el ambiente interno de la Iglesia era casi de tanta confusión como en el mundo. No se chupa el dedo. Von Balthasar no es un contemporizador a ultranza con el mundo moderno, al contrario, tiene muchas prevenciones acerca del "alegre diálogo" y la fácil contemporización con cualquier tendencia cultural que se nos ponga delante. Precisamente en esos momentos de confusión cualquier persona formada en los principios de su catolicismo tiene la tentación del integrismo, es decir, de romper del todo con cualquier tipo de interacción con el mundo que nos rodea, y más bien centrarse en imponer los valores cristianos, que bien pueden expresarse en leyes y costumbres de inspiración cristiana, como fue durante siglos y funcionó razonablemente bien (a pesar de lo que digan algunas "leyendas negras", que siempre se pueden contraargumentar).
Esto es una tentación, una tentación que siente cualquier persona decente y formada. Ver que el estado te impone la aceptación de la educación transgénero para los pequeños no le gusta a nadie que sepa que todo eso no es más que ideología; ver que el estado permite, pero además positivamente promueve el aborto, no le gusta a nadie que esté bien formado y tenga hijos, sobrinos o nietos adolescentes; uno sabe a qué llevan todas esas ideologías.
Y es verdad, llevan a la infelicidad, pero ¿es el integrismo la solución? ¿es posible y deseable que los valores cristianos se impongan de esa manera?
Responde Von Balthasar:

«le está vedada al cristiano esa forma de síntesis que nosotros hemos llamado «integrismo» y que es la mera aplicación práctica de la gnosis antes descrita: a saber la utilización (con olvido de Dios) de medios de poder específicamente mundanos para una supuesta promoción del reino de Dios en la tierra. La intención puede ser sana, pero es malsana la identidad ingenuamente sobreentendida entre el reino de Dios y la influencia político-cultural de la Iglesia, influencia que luego se identifica en práctica con el poder de influencia de un grupo de «mamelucos» cristianos que ansían conquistar el mundo. Pero no estamos ya en la Edad Media; se acabó el tiempo de las equiparaciones simplistas de cielo y tierra; toda forma de «francmasonería» cristiana moderna resulta, a la larga, sospechosa y odiosa para cristianos y no cristianos. El que hace esas cosas no ha entendido bien ni la impotencia de la cruz (que él debiera anunciar) ni la omnipotencia de Dios (a la que quisiera socorrer presuroso con el poder mundano) ni las leyes del poder mundano (que aplica desprevenida y acríticamente). Los seguidores de Jesús estamos en una situación mucho más desprotegida de lo que nos gustaría. Estamos radicalmente expuestos: como cristianos expuestos ante el mundo, y por Cristo expuestos en el mundo. Con la Iglesia quisiéramos, de mil amores, forjarnos un escudo contra el mundo y con nuestra misión en el mundo un escudo contra la palabra y la pretensión de Cristo. Pero Cristo desautoriza la espada mundana del integrista Pedro, toma partido por los agresores y cura la oreja de Malco. Y el mundo desautoriza también esa misma noche los acercamientos colaboracionistas del mismo Pedro y lo pone en el lugar que le corresponde: «Tú también eres de ellos, seguro; te traiciona tu mismo modo de hablar» (Mt 26,73). Desde ambos frentes es rechazada la búsqueda angustiosa de cobertura.»

"Búsqueda angustiosa de cobertura". Es eso y no otra cosa el integrismo, del signo que sea. El programa de acciones integrista no es sino una gran empresa de autocubrirse ante un mundo inhóspito, con la falsa fachada de hacerle un bien "al Reino de Dios", a la fe, etc... ser católico no es defender un conjunto de valores que "te hacen feliz", para eso basta una gnosis con fachada de cristiana. Ser católico es acompañar al Señor, seguirlo como el discípulo al maestro, identificarse con él; por supuesto, identificarse sobre todo en lo más central de su vida, que es la cruz: "El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán." (Juan 15,20). La cruz es la forma de la fe en el mundo. Es posible que en alguna época se dé una convivencia con el mundo un poco más amable, pero es un "caramelito" un don de Dios a su Iglesia que no debemos -por imperativo de la propia fe- tratar de provocar por nosotros mismos. Todo intento de nuestra parte de actuar simétricamente pero en sentido contrario al mundo, de frenar el rechazo de Dios con armas que no sean las del evangelio -la persuasión y la cruz- se pone irremediablemente al margen del evangelio, exactamente como, en el ejemplo que da Von Balthasar, Pedro al cortarle la oreja a Malco. Puede hacerse con mala intención o con buena intención, pero no hay duda que está fuera del evangelio, y puesto que el evangelio es muy claro y constante en este punto, el juicio al respecto es verdaderamente severo.

En suma, que no se trata de ponernos a "hacer algo" porque "los obispos no hacen nada" y esta es "la hora de los laicos". La hora de la Iglesia es siempre la hora de la cruz, para todos, obispos y laicos; cualquier hora que no sea esa, no pertenece al reloj de Cristo, y por tanto, como no recoge con él, desparrama (Mt 12,30). Es tan claro el evangelio en este punto, que es verdaderamente algo demoníaco que los católicos se confundan tan a menudo.

domingo, 5 de marzo de 2017

De ofensas carnavalescas

Días pasados, en el carnaval de Tenerife, en la ya tradicional noche "drag", se presentó a concurso -y ganó-, una parodia de la Virgen y de la crucificción.
Como todos saben, eso levantó un inmediato debate sobre los famosos límites de la libertad de expresión, y la consabida frase, que ya es un eslogan: "a que no se animan con los musulmanes...".
La cosa no es nueva en absoluto, el año pasado fue una imagen de un colectivo LGTB que puso en una foto un "beso lésbico" de dos imágenes de la Virgen, y así un largo etcétera.
Obviamente que como cristiano no me gustan ese tipo de imágenes; me parece triste que nuestras mayores realidades, en un país que hace mucho tiempo fue abanderado del catolicismo europeo, se hayan convertido en objetos cómicos para adornar el lógico desmadre del carnaval, y generar -artificialmente- una polémica, quizás para suplir una pasión que la creatividad artística no consigue encender.
Dicho esto, la cuestión es si y cómo debemos reaccionar los cristianos; hay varias formas posibles:
-Podemos pasar al ataque: si nos dan, demos. ¿Pero no dice el evangelio que hay que poner la otra mejilla? sí, pero eso, que es un reclamo de Jesús a cada creyente, no es exigible por otro más que por Jesús, nadie me puede reclamar que si me siento ofendido, reaccione; y mucho menos tienen derecho a reclamármelo en nombre de Jesús quienes no creen en Jesús, y ni siquiera lo respetan.
-Podemos reivindicar nuestra pertenencia a esta sociedad y por tanto reclamar nuestra cuota de respeto en una sociedad que, por tener que juntar muchas mentalidades heterogéneas, tiene que practicar y enseñar a practicar el autodominio sobre lo que puede ser ofensivo para los demás, aunque para uno no lo sea.
-Podemos también soportar silenciosamente la ofensa, e incluso sentir una profunda alegría (una alegría cristiana, no carnavalesca ni pagana) por la ofensa: atentos a la palabra del Señor que dice «Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.» (Mt 5,11-12)

Al primero lo podemos llamar el método "hazteoír", cristiano sólo en apariencia; porque si bien nadie puede exigirnos desde fuera el mandato de Cristo "ofreced la otra mejilla" -es algo que tiene que salir de nosotros mismos-, parece profundamente anticristiano reclamar por las ofensas que hacen a nuestra fe, con métodos que a su vez niegan el respeto a quienes nos ofendieron, o que al menos se ponen a su misma altura.

Al segundo no sé cómo lo podríamos llamar (no quiero ofender a nadie), pero es un clásico cuando ocurren estos episodios: muchos cristianos y medios de comunicación cristianos nos atiborran de razonamientos sobre la simetría que debe regir en nuestra sociedad  respecto de la "libertad de expresión", que no es un derecho absoluto, que nuestra libertad termina donde comienza la del vecino, etc, etc. etc...
¿Tienen razón? ¡claro que tendrían razón!... si no fueran cristianos; porque siéndolo, no se dan cuenta que en cuanto ponen el problema de las ofensas a la fe al nivel de cualquier ofensa que pueda circular en la sociedad (las ofensas a las mujeres, a los negros, a los gays, a los obesos, a los bajitos, a los altos, a los chinos, a los tuertos, etc), convierten a la fe cristiana en un colectivo más, un "diferente" que tiene que ser aceptado precisamente porque es diferente... Y la fe cristiana no es ni igual ni diferente a nada, simplemente, cuando funciona, es la sal de la tierra, y cuando no funciona, no sirve más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres.

En las realidades sociales, el respeto lo reparte Papá Estado. No quiero ese respeto, como cristiano me niego a que Papá Estado diga que yo "debo ser respetado", porque soy como el enano, del que no debo burlarme. ¡Claro que no debo burlarme del enano! A mí me sale naturalmente reírme de quien se cae al suelo por un accidente tonto... ¡claro que no debo reírme! ¡me parece estupendo que Papá Estado me penalice si me burlo del tonto del pueblo! ¡claro que no debo burlarme!
No debo burlarme porque la cultura supera al estado de naturaleza... no debo burlarme porque naturalmente me burlaría, no debo discriminar al que es diferente porque soy una persona del 2017, no un bruto cavernícola, que discrimina a cualquiera que no pertenezca a su caverna. Hemos desarrollado el Estado (con todas sus estupideces y excesos) para que custodie el estado de cultura que tantos milenios nos costó conseguir, así que me alegra que Papá Estado me recuerde las cosas que por mi naturaleza no me sale respetar.

Pero como cristiano yo no soy un "colectivo" del que todos deberían naturalmente reírse, excepto que Papá Estado les mande no reírse... si la sociedad que me rodea no me respeta debo más bien pensar que: o bien no me supe ganar el respeto (y entonces, a intentarlo de nuevo), o es cumplimiento de la profecía de Cristo acerca de que pertenecer a los suyos implica vivir rodeado del rechazo del mundo.

Si no me respetan en tanto que cristiano, si no respetan el sublime significado de mis símbolos... eso sólo significa que Cristo debe seguir muriendo por nosotros, por cada uno, por mí -que no siento todavía de manera natural la alegría en medio de las persecuciones, sino que tengo que ordenármela- y por el "drag" que no tiene íntimo temor de Dios.

Y significa también -y es lo más misterioso- que la sociedad en la que vivo está preparándose, sin saberlo, para recibir toneladas de gracia, porque la abundancia del pecado prepara sobreabundancia de gracia.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Algunos aspectos negativos de la apologética por internet



Quiero dejar claro de antemano que no rechazo la apologética católica como tal; creo que cumple una función insustituible: desde estar allí prontos a deshacer un equívoco sobre la práctica religiosa, sobre el funcionamiento de la Iglesia, etc. hasta ayudar a desmadejar más en profundidad los juicios contrapuestos de nuestro propio espíritu, que muchas veces no nos dejan ir a Dios con una confiada entrega de sí mismo.
El problema es que hay apologética buena, medianita, peorcita y decididamente mala. Alguna apologética hay que es un simple "argumentario" que contrapone al argumentario del mundo su propia tira de interpretaciones, y el resultado es que la persona simplemente se ve abocada a aceptar ideológicamente las cosas, no a comprender y crecer.
Hoy leí un artículo interesante que se titula «Asistir a la iglesia, clave para la buena salud mental entre los mayores europeos»; parece el típico "un estudio de la Universidad de Michigan demostró (en una muestra de tres seres humanos) que los que comen tomate hablan mejor", pero las escasas explicaciones prometen (lástima que seguramente no habrá forma de hacerse con el estudio entero).
Se trata de un estudio científico, así que si está bien hecho va a lo suyo y punto, el que quiera encontrar significado apologético que lo encuentre. Naturalmente, ese significado no se hizo esperar, y así viene el tuit de Mons. Munilla (@ObispoMunilla):

Pequeño tuit, pero que contiene lo que a mi entender son dos errores apologéticos habituales en la apologética católica, y que nos hace tan antipáticos:

1- No entender que nadie tiene obligación de querernos, de entendernos, de aceptarnos...
¿Por qué voy a llamar "censura laicista" a que los grandes medios no estén interesados en promocionarnos? No tienen por qué: no publican todos los estudios científicos de todas partes del planeta, publican los que sirven a sus gustos, a conformar a su público, etc. es decir: lo lógico.
Si quieres que alguien conozca ese estudio, publícalo tú, en tu tuitter, en tu facebook, si eres Mons. Munilla, envíaselo a la COPE, que es de la tribu, habla con algún amigo del Mundo a ver si a cambio de algún favor quiere publicar la noticia.... pero no esperes que quieran publicarla porque eres católico y tienen la obligación de darse cuenta que tienes la verdad de tu parte...
Tal como está redactado, el tuit genera mal clima, no es apologético: se dirige más bien a los de adentro, para mostrarle lo pobrecillos maltratados que son, no hacia el mundo para hacernos llegadores. Y por supuesto a partir de una errada interpretación de lo que es ser "maltratado".

2- La noticia misma es dudosamente apologética:
Lo único que muestra es que puedes "sentirte bien" yendo a la iglesia; el mismo experto añade:
«no está claro para nosotros cuándo esto es debido a la misma religión en sí, o si puede ser motivado por el sentido de pertenencia y de no ser socialmente aislados».
También hay gente que se "siente bien" con una tarde de promiscuidad en el sauna, viendo Telecinco, o en mil otras cosas que nos hacen sentir subjetivamente bien, aunque objetivamente sean poco recomendables... :-)
La noticia no es inmediatamente apologética; tomada como tal consolida una religiosidad ya excesivamente antropocéntrica: «la religión es buena porque te hace "sentir bien"».
Podría ser apologética si se presenta indirectamente; "mira qué curiosidad esto", o "van a la Iglesia por Dios, pero reciben la añadidura", algo que deshaga la idea de que ese estudio capta en algo nuestra experiencia personal y religiosa de ir a la Iglesia.
El peligro de una mala apologética en este aspecto es prometerle a la gente algo que luego no se le cumple. Posiblemente la gente que se "siente bien" yendo a la parroquia es gente que ha ido toda su vida, que conoce por nombre hasta las baldosas de la sacristía, y entonces forma parte de esa estructura y allí "se siente bien"; pero invita a cualquiera de la calle a la parroquia, incluso bien dispuesto hacia nuestra fe, o incluso siendo un buen creyente, mételo en una de nuestras parroquias, con todas las pruebas que hacemos pasar a la gente para aceptarlos, con las cuchilladas que nos tiramos unos a otros todos el tiempo por todo, con el cotilleo que hay, con toda la negatividad de las parroquias (normal en gente que no es santa sino que sólo pretende ser hecha alguna vez tal), y luego vemos si "se siente bien".
No vamos a la iglesia a "sentirnos bien", aunque a menudo ocurre que nos sentimos bien yendo, pero es un efecto colateral, teológicamente es una añadidura (Mt 6,33), no algo que deba ni siquiera darse por supuesto que lo ofrecemos, porque no lo podemos ofrecer, y cuando lo hacemos, es simple propaganda engañosa.

martes, 4 de agosto de 2015

¿Por qué no una mujer cardenal? Una dirección de respuesta al P. Fortea

No he leído el libro del P. Fortea sobre el tema, sino que he leído el articulo de AciPrensa que menciono en este escrito; así que mis opiniones sobre las opiniones del P. Fortea, y la idea sobre él que me hago a partir de esas opiniones están mediatizadas por la selección de citas que ha hecho AciPrensa, y no valen más que para la dialéctica de este escrito.

¿Podría una mujer ser creada cardenal? Famoso exorcista Fortea responde en nuevo libro

Bastante dudosa es la autoridad que le da el ser "famoso exorcista" como para escribir sobre este tema. Desde luego que no más que la mía para responderle.

Al abordar la posible creación de mujeres cardenales por parte de un Papa, en el capítulo “Mujer y Cardenalato”, el sacerdote español advirtió que esta es “una de las cuestiones que la presión social planteará con más frecuencia” en los próximos años.
Ya empezamos mal, ¿por qué la "presión social" y no el "interés en profundizar en la eclesialidad", por qué la "presión social" y no el "interés por renovar para mejor la Iglesia, e incluso en cuanto a justicia"?

Comenzar por situar la cuestión dentro de la "presión social" es negarse a ver nada fuera de lo ya visto: si algo cambia es porque "se rindieron los que tenían que custodiar que NADA cambie". Con muchos P. Fortea en la Iglesia inicial.... ¡no tendríamos iglesia! Porque vaya si la Iglesia inicial, y los siglos II, III, IV, V, etc... cedieron a la "presión social", es decir, simplemente a lo adecuado para cada momento histórico, que puede ser distinto y nuevo respecto de lo anterior.

“Los que están a favor de esta posibilidad, alegarán que el cardenalato es una dignidad, no un sacramento. Y que, por tanto, solo depende de la voluntad papal”, señaló.
No se trata de estar previamente a favor o en contra. La gente altamente ideologizada cree que todos los demás también lo están. No es un problema de estar a favor o en contra, es que realmente es una dignidad, creada por voluntad papal, no un sacramento.

El P. Fortea indicó que quienes “están a favor de elevar a la mujer a la dignidad cardenalicia, lo hacen o desde la equivocada idea del sacerdocio de la mujer o desde la idea de que el Colegio también debe representar a las mujeres dentro de la Iglesia”.
Él entiende (lo dice luego) que representar en los dirigentes de la Iglesia a todos los miembros de la Iglesia es lo mismo que parlamentarismo, por tanto es normal que con esa falta de imaginación la única alternativa que se le plantea es "o sacerdocio femenino o parlamento", como si no hubiera más motivos por los cuales fuera bueno que hubiera mujeres en el Sacro Colegio Cardenalicio.

“La posibilidad del sacerdocio para la mujer ya está perfectamente contestada por el magisterio ordinario de la Iglesia”.
Eso es, sencillamente, falso, y muchos persisten en engañar a la gente diciéndole eso. No está cerrado porque SS Juan Pablo II no lo cerró, pudiendo hacerlo. Produjo una declaración suficientemente ambigua para que no sea una declaración dogmática en forma, pero que los P. Fortea y Cia pudieran usar como si lo fuera. Eso mismo, el hecho de que lo haya hecho en esa forma y no con claridad muestra que SS Juan Pablo II no consideraba aun que fuera el tiempo de cerrarlo en forma.

Puede ser que el sacerdocio femenino sea una vía cerrada, así como la Iglesia estaba en conjunto convencida de la Inmaculada Concepción de María mucho antes de declararla, pero mientras no esté real y formalmente declarado, con los procedimientos y el lenguaje que la propia Iglesia exige para sus declaraciones, no es cierto que esté "perfectamente contestada desde el Magisterio".

De todos modos, esta frase que cita AciPrensa es para confundir y crear bandos, ideologías: porque de lo que estamos hablando es de si una mujer puede ser cardenal, no de si puede ser sacerdote.

El sacerdote español advirtió que “si el Sacro Colegio fuese elegido bajo el criterio de intentar representar a los grupos que componen la Iglesia sería una misión imposible”.
“Además, es que la misma idea de este tipo de representatividad implica una especie de parlamentarismo, que es totalmente ajeno a la naturaleza de este Colegio”.

¡Esto sí que ya es gracioso, si no fuera estúpido! ¡O sea que para evitar la dificultosa tarea de que el SC represente a todos los grupos, entonces lo bueno es que sólo represente al grupo al que él pertenece....

Y lo que sigue completa la idiocia:

“No hace falta un gran ejercicio de imaginación, para entender a qué luchas de influencia nos abocaría un sistema así. Ese sistema favorecería las presiones internas y externas, las campañas de opinión pública, los juegos de influencias, las ayudas recíprocas. Las luchas del mundo se trasladarían al seno de la Iglesia”
jajajajajajajajaja, ¡es que sin mujeres no hay luchas y presiones mundanas en el Sacro Colegio!!!!!!!
Como todos saben, el Sacro Colegio es un ejemplo para el mundo, precisamente porque allí no se dan presiones, no hay lobbys, etc....
El error fundamental de la postura de Fortea (y de tantos otros) es creer que la mujer es "un grupo", como puede haber un grupo de "jóvenes", otro de "trabajadores", otro de "educadores", etc. Por tanto, cuando se habla de la mujer en funciones de gobierno dentro de la Iglesia enseguida lo asimilan a la representatividad parlamentaria. Más abajo me ocupo más en detalle de ese asunto.

“Jesús escogió a los Apóstoles, y los Apóstoles escogieron a sus sucesores, sus sucesores escogieron a los presbíteros. Como se ve, la línea es vertical descendente. Esto simplifica todo el sistema e impide el tipo de ajedrez eclesiástico de influencias que antes he mencionado. Eso sí, se impide en la medida en que la debilidad humana puede hacerlo”.
Entonces el error no es introducir mujeres en el Sacro Colegio, sino crear el Sacro Colegio, que precisamente no tiene nada que ver con esa línea vertical que tan ingenua como tontamente mete aquí en medio, en algo que no se está discutiendo. El P. Fortea sigue hablando de sacerdocio, no de colegio de cardenales... Jesús no creó el colegio de cardenales, ni ordenó crearlo.

“Jesucristo no quiso que las mujeres estuvieran representadas en la Última Cena. Incluso en un momento tan trascendental, no nos consta que dijera a su Madre: ven a la Cena en representación de las mujeres."
NO NOS CONSTA, ¡exactamente! como no nos consta:

La edad que tenía Jesús cuando murió, la fecha cierta de la última cena, si fue o no la comida pascual judía, la fecha en que nació, la altura que tenía, cuántos lo seguían, si hablaba arameo, griego o ambos, si sabía leer, etc etc etc etc etc etc etc.
De Jesús y lo que hizo en la historia sabemos lo muy mínimo que se necesita para poder confesar que es el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, y que murió y resucitó por mí. Nada más se conservó, posiblemente para no distraernos. Si supiéramos que era alto, algunos no lo seguirían porque no les gustan los altos, y si supiéramos que era bajo, otros no lo seguirían porque no les van los bajos... así que en los evangelios no tenemos distracciones, no tenemos "datos innecesarios".

Saber cuántos estaban en la última cena y si había o no mujeres es un dato innecesario. Porque la Iglesia no lo necesita para ser Iglesia en la historia, ella, la Iglesia, bien puede, y debe, encontrar caminos para que todos sus miembros puedan llegar en ella a una plenitud de vida cristiana, según cadas momento histórico. En nombre de eso la Iglesia creó muchas instituciones -como un colegio de cardenales- que Jesús no había mandado ni creado él mismo.... las instituciones de la Iglesia no fundadas por Jesús de manera directa no tienen por qué imitar un cuadro de Da Vinci.

El artículo sigue, pero no aporta ningún argumento decisivo nuevo a estos ya comentados.

Ahora sí, ¿por qué tendría que haber mujeres en el Sacro Colegio?

Para ayudar a preservar la verdad que la Iglesia enseña sobre la diferencia entre varones y mujeres, y por tanto la verdad sobre el ser humano.
La Iglesia enseña que la diferencia de sexos entraña diferencias de género que van más allá de lo cultural: no es la cultura la que creó los roles masculinos y femeninos, sino que el hecho de que hubiera dos sexos biológicamente determinados implica, en lo profundo, que hay un ser humano que nunca es UNO sino siempre DOS.

Por tanto, aunque Cristo haya instituido un sacerdocio únicamente masculino (eso no lo discuto ni tiene relación con esto), la Iglesia se está privando, en sus funciones de gobierno para toda la Iglesia de toda la humanidad, de la mirada significativamente distinta de las mujeres. La Iglesia sabe que tiene un tesoro a mano: una mitad de la mirada, pero decide usar para su gobierno un ojo tapado.

No tiene esto nada que ver con "parlamentarismos" ni "representaciones": la mujer no es un "grupo" al que haya o no que representar. Nosotros enseñamos que Dios "los creó varón y mujer, a su imagen, según su semejanza", (Gn 1,26-27pass) y sacamos de allí la doctrina antes señalada de que "varón" y "mujer" no son meras determinaciones culturales sino creaturales.

Casi es una ley de la naturaleza la redundancia: dos ojos para ver en estéreo, dos oídos para oír en estéreo, dos seres humanos para que el ser humano sea realmente ancho y expandido... ¿y se trata la cuestión de la mujer en la Iglesia como si fuera meramente dejar entrar un grupo de presión?

Tápense un ojo y miren... les falta algo. Se puede andar con un ojo, pero falta algo, cuando no lo tienes, no lo sabes, pero en un momento te quitas la venda y sabes lo que te perdías. Esa es la cuestión fundamental con la mujer: la Iglesia se gobierna con un parche en la mitad de su naturaleza. No siente la falta porque no ha experimentado el gobierno de sí misma a partir de una experiencia ampliada y enriquecida de la naturaleza humana.

Ruego que la Iglesia se quite el parche del ojo alguna vez.

jueves, 12 de febrero de 2015

Poder, no-poder, denuncia

Dice José María Vidal, director de Religión Digital, algunas frases interesantes en un reportaje que le hicieron. Están recopiladas (presumiblemente por él mismo) aquí.
De su persona no me ocuparé porque no soy quién. Pero hay algunas cuestiones que dice que, convertidas en principios, son habituales y dan que pensar. Dice, por ejemplo:
«Hay mucho de verdad en las 'intrigas vaticanas'. El Vaticano es una corte donde a veces falta aplicar el Evangelio». Cierto, aunque como "denuncia profética" llega un poco a destiempo, quiero decir que lo han dicho muchísimos antes:
«Yo vy allá en Roma, do es la santidat,
que todos al dinero fazianl' omilidat,
grand onrra le fazían con grand solenidat:
todos a él se omillan como a la magestat.» (Libro de Buen Amor)
Pero es verdad que debe ser denunciado una y otra vez, y siempre de nuevo; en definitiva Jesús no prometió una Iglesia impecable, sino una Iglesia que se vigilara como para no pecar: «No sea así entre vosotros...»
Más que con el dinero (que también) la cuestión tiene que ver con el poder: las relaciones entre los hombres expresan poder en circulación; en definitiva, el signo del Pecado es el poder: la tierra puede sobre el hombre, y en la pareja uno de los dos domina sobre el otro, y con el demonio se lucha cuerpo a cuerpo, a vencer o morir (Gn 3,14-19). Pecado y poder van de la mano. Las relaciones en el mundo son poder, porque el mundo está bajo el dominio del Pecado.
No se puede decir que no tengan buena intención las utopías de tipo anarquista, pacifista, ecologista, etc. que lo que hacen es plantear el no-poder como solución. El no-poder es la solución, el no-poder es el signo de la salvación... la cuestión es si podemos llegar al no-poder por nosotros mismos.

Jesús predicó un evangelio que es todo un programa del no-poder, y lo garantizó con su muerte en la cruz, pero al revés de las utopías, no empezó por diseñar el objetivo, sino por la cuestión de la efectividad: "esto se ha cumplido hoy", "hoy ha llegado la salvación a esta casa", "El que cree en el Hijo tiene [ya] vida eterna". En él está el no-poder y la posibilidad del no-poder.
Todo esto es catecismo básico, ya lo sé, pero me gusta recordármelo.

Efectividad: es posible el no-poder, puesto que lo realiza Cristo en el mundo, él mismo o entre los suyos y a través de ellos.
Programa: la presencia del no-poder (que es Cristo en la cruz) hace reales, en vez de utópicas, las acciones del no-poder.
Realidad: "no es el discípulo más que el Maestro" y si Cristo pasó por la cruz, la vida del cristiano tiene que pasar por la cruz, si no no se manifiesta la vida que de antemano está dada.

¿Cómo se llega, sin embargo, a hacerse uno con la efectividad del no-poder? No en el programa. Comenzando con el programa del no-poder se llega a la utopía, no a la realidad; es necesario comenzar más atrás: en la disposición total y completa a la acción de Cristo en el mundo: ser simplemente un canal a través del cual pase la gracia hacia el mundo; siquiera un canal, un tubo, abierto por los dos extremos: recibe gracia, mana gracia. En suma: la efectividad inicial para realizar adecuadamente la presencia del no-poder de Cristo entre el poder del mundo la alcanza el no-ser yo mismo.
Pero no cualquier no-ser yo mismo. No el no-ser del suicidio, por ejemplo (que más bien es lo contrario); no el no-ser del abandonarme a mí mismo entre los vaivenes del hado y la fortuna; el único no-ser adecuado a esta efectividad de Cristo en el mundo es el no-ser del amor: como el que ama no quiere nada de sí que no tenga su origen o su término en el amado, así en el creyente enamorado de Cristo se realiza, por la fuerza misma de ese amor, el no-ser suficiente para hacer presente la efectividad del no-poder de Cristo entre el poder del mundo. No se trata de ir a socorrer pobres "porque" le gusta a Cristo, como si el mandato de amor al prójimo fuera un mandato distinto del amar a Dios; se trata de estar tan vacío de sí que lo que ocurra sea que Cristo socorre, con los brazos y las piernas del creyente, a los débiles según el mundo.
Precisamente hoy san Agustín decía en la segunda lectura del Oficio de lecturas una frase que resume esto mismo que estoy tratando yo de balbucir: «Cristo toma forma en aquel que recibe la forma de Cristo, y recibe la forma de Cristo el que vive unido a él con un amor espiritual.» Dicho queda.

Pero volvamos a los dichos de Vidal: nos decía él que en la Iglesia hay mucho poder, es más, nos dice: «Primero uno es periodista y luego es creyente. Uno es antídoto del poder, y la Iglesia siempre es el poder.»
Es verdad que en el mundo los periodistas son un freno a los tres poderes del Estado: denunciando, sacando a la luz, investigando, rompen las cadenas del ocultamiento en el que trabajan silenciosamente los tres poderes; no en vano la profesión ha merecido el nombre de "cuarto poder". Pero precisamente la frase de Vidal suena un poco disparatada: si para denunciar el poder en la Iglesia (¡y hay que denunciarlo!) se debe actuar como periodista antes que como creyente, se trata de una denuncia mundana, de una denuncia que busca poder: no es la denuncia del no-poder, sino la denuncia de un poder frente a otro poder. Y en ese obtener poder frente aotro poder tiene ya su recompensa. Por muy justa y verdadera que sea la denuncia (algunas lo son, naturalmente, por la simple estadística de que la no-verdad absoluta no existe) no es una denuncia hecha desde el camino del no-poder, y por tanto no sirve en el camino del Reino de Cristo en este mundo.
Dicho de otra manera: si la denuncia del poder en la Iglesia que hace el creyente, del santo, triunfa, se manifiesta de una manera renovada la presencia de Cristo; si la denuncia del poder en la Iglesia que hace el periodista especializado en cuestiones religiosas triunfa, se suplanta un poder por otro poder, y es necesario, a su vez, denunciarlo.
Lo que plantea Vidal es enteramente mundano, de cabo a rabo, independientemente de que pueda él tener buena intención al plantearlo, e incluso que crea que sirve al Reino: muchos en la Iglesia actúan desde el poder, y en esa misma medida, son mundanos y no sirven al Reino. No sólo no sirven, claro, es que lo retrasan e incluso impiden.

sábado, 10 de enero de 2015

¿Yo soy Charlie?

Junto al estupor, el miedo, y la sensación de indefensión que más o menos todos estamos sintiendo estos días, circula con toda fuerza, especialmente desde blogs católicos, el debate por lo que significa este lema "yo soy Charlie". Un verdadero problema:
-"Yo no soy Charlie" significa rechazar cierto abuso de la libertad de expresión, significa mantener la dignidad de católico, o simplemente de creyente religioso (porque las blasfemias de las portadas de Charlie Hebdo excede al cristianismo), frente a un medio que, en nombre de la libertad de expresión, nos ofende de manera continua y "privilegiada" (menudo privilegio).
-"Yo soy Charlie" significa sentirse atacado, en la persona de estas víctimas, en el corazón mismo de las libertades occidentales, de nuestro modo de ser, de sentir y de vivir.

Claro que uno y otro tienen también su contracara: "yo soy Charlie", junto a la sensibilidad frente a nuestro estilo vital atacado, implica un poco admitir que todo eso tan caro a nuestra fe: ¡Dios mismo! (esta gente no se anda con vueltas en la blasfemia) vale menos que un "derecho" recientemente adquirido, la libertad casi absoluta de expresión, y que aun deberíamos debatir si es un "valor supremo". ¿Y acaso "yo no soy Charlie", aunque se haga en nombre de la indignación religiosa, no es un primer peldaño hacia la justificación del atentado?
Me apresuro a aclarar que no he leído en medios católicos ninguna justificación del atentado, pero sí críticas a la "libertad de expresión" como si el extremismo que lleva a estos atentados se hubiera podido evitar censurando a Charlie Hebdo. En suma, como si la "libertad de expresión" no tuviera que constituir un valor tan alto como lo es en nuestras legislaciones occidentales, tal como hasta hace poco era habitual culpar al largo de la falda por la violación.

Descartemos una primera cuestión: recién oía por la radio a un cura periodista afirmando que "a ningún católico se le ocurriría oponerse violentamente a las blasfemias de Charlie Hebdo". Aunque la yihda sea ahora únicamente patrimonio del islam, la yihda es un tema tan coránico como bíblico, y tuvo su aplicación en toda nuestra bimilenaria historia. Y no me refiero a hace 5 o 10 siglos; los católicos no estamos tan lejos de los tiempos en se quemaba algún teatro, se apedreaba algún cine, se golpeaba a algún artista, por películas o espectáculos como Jesucristo Superstar, La última tentación de Cristo o Jesús de Montreal. Y los cristianos (y representándonos, los obispos) no salían a condenar, sino que miraban para otro lado, a lo sumo los consideraban "unos muchachos locos, exaltados"... Es verdad que eran grupos muy minoritarios, no eran "todo el catolicismo", ni eran representativos salvo en un punto: había un continuum entre esos yihadistas y el sentir del católico integrado.
Gracias a las burlas, a las descalificaciones que nos han hecho, a la vergüenza por la que hemos pasado de saber que estábamos cerca de todo eso, hemos ido cambiando, y hoy a ningún católico se le ocurre defender la yihda cristiana: nos han hecho madurar a garrotazos.
Es algo que le debemos a nuestros contrarios, se lo debemos a medios revulsivos (y a menudo repulsivos) como Charlie Hebdo. Por supuesto, ellos no lo hacían por amor a nosotros, pero objetivamente nos han ayudado. Siquiera por ello, yo soy Charlie.

Además, es verdad que hasta hace poco se usaba la expresión "occidental y cristiano" en un sentido integrista, cercano a las formas del nacionalcatolicismo; pero esa frase dice algo literalmente cierto: todos los cristianos de Occidente somos "occidentales y cristianos"; y con esto quiero hacer notar no la obviedad de que como individuos nacimos en Occidente, sino que Occidente es en parte desarrollo nuestro, no sólo de los dorios, los aqueos, los germanos y las tribus del Lacio. Este Occidente de las libertades es también (no en todo, pero sí en mucha parte) herencia nuestra: porta nuestras bellezas y nuestras taras. La exaltación de la libertad como valor supremo es constitutiva de nuestra fe, aunque el mundo secular, al secularizar los ideales cristianos del Reino de Dios, nos haya sobrepujado en la búsqueda aquí y ahora de unas libertades que nosotros quizás sólo concebimos en la vida futura. Pero son ideales que nosotros también llevamos. Como cristianos podemos entender esa pasión por la libertad absoluta; y como occidentales podemos participar también de su búsqueda. En definitiva los occidentales somos caóticos, individualistas, libertarios, irrespetuosos, y eso es nuestro, también de los cristianos. Por eso también, y a pesar de todo, yo soy Charlie.

Pero también desde un punto de vista estrictamente cristiano merece una atención especial esta cuestión: al morir Saúl, David se alza con el poder total, primero en las tribus del sur, y siete años más tarde, en todo Israel, aunque no sin grandes resistencia. Ante la rebelión de su hijo Absalón, y antes de tener consolidado su reinado, David llegó a huir de Jerusalén junto con su corte. Yendo de camino... pero no, no lo cuento, porque mejor lo cuenta la propia Biblia:
«Cuando el rey David llegó a Bajurim salió de allí un hombre del mismo clan que la casa de Saúl, llamado Semeí, hijo de Guerá. Iba maldiciendo mientras avanzaba. Tiraba piedras a David y a todos los servidores del rey, mientras toda la gente y todos los servidores se colocaban a derecha e izquierda. Semeí decía maldiciendo: "Vete, vete, hombre sanguinario y malvado. Yahveh te devuelva toda la sangre de la casa de Saúl, cuyo reino usurpaste. Así Yahveh ha entregado tu reino en manos de Absalón tu hijo. Has caído en tu propia maldad, porque eres un hombre sanguinario."
Abisay, hijo de Sarvia, dijo al rey: "¿Por qué ha de maldecir este perro muerto a mi señor el rey? Voy ahora mismo y le corto la cabeza."
Respondió el rey: "¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia? Deja que maldiga, pues si Yahveh le ha dicho: "Maldice a David" ¿quién le puede decir: "Por qué haces esto?"
Y añadió David a Abisay y a todos sus siervos: "Mirad, mi hijo, salido de mis entrañas, busca mi muerte, pues ¿cuánto más ahora un benjaminita? Dejadle que maldiga, pues se lo ha mandado Yahveh. Acaso Yahveh mire mi aflicción y me devuelva Yahveh bien por las maldiciones de este día."
Y David y sus hombres prosiguieron su camino, mientras Semeí marchaba por el flanco de la montaña, paralelo a él; iba maldiciendo, tirando piedras y arrojando polvo.» (1Samuel 16,5-13)
Charlie Hebdo es también un instrumento de Dios para corrección nuestra, y si ocasionalmente no necesitamos la corrección, para cruz, que es lo que Cristo nos predijo. Yo desearía que nadie nos maldijera, desearía que supieran todos la maravilla que significa ser cristiano, la grandeza de nuestra fe, que ninguna de nuestras maldades empaña, sino que por el contrario, cuando no pecamos glorificamos a Cristo al reflejarlo, y cuando pecamos lo glorificamos, al obligarlo a su misericordia. Una vida sin la cercanía de Cristo la considero, para mí, irrespirable, y quisiera que todos tuvieran esa experiencia.
Pero una vida en Cristo es una gracia, y si aun no se le ha dado esa gracia a Charlie Hebdo, a sus miembros, a la sociedad en la que toda esa blasfemia es una expresión de humor, ¿quién soy yo para decir "por qué haces esto"?
En cuanto al deseo de gracia, a la inmersión en la profundidad de la desesperación humana, que se refleja en la blasfemia y el pavoneo autosuficiente de Charlie Hebdo, en cuanto al prometeismo de Occidente, tan cercano al deseo de Dios, también yo soy Charlie.


Nota: no me gusta reproducir blasfemias, pero para quienes quieran ver portadas de Charlie Hebdo, el blog "Todo era bueno" ha reproducido unas cuantas de la serie anticristiana.

domingo, 4 de enero de 2015

Buena apologética


La verdad es que no soy muy amigo de la apologética religiosa, y no porque no reconozca su utilidad, e incluso su necesidad, sino sobre todo porque se la ha bastardeado tanto, simplemente llevando y trayendo argumentos remanidos, y no pocas veces ridículos, que llega un momento en que el paladar se estraga, y termina rechazando incluso los alimentos más básicos.
Encontré, sin embargo, un video en internet de una defensa de la fe cristiana muy sólidamente expuesta, por el Profesor Dr. John Lennox, matemático de la Universidad de Oxford, donde están, a mi entender, los elementos fundamentales de una buena apologética.
Luego, la gracia en exponer los argumentos puede llegar más a uno que a otro, o incluso los presupuestos culturales pueden hacer que la mejor apologética del mundo no "toque" ni la mente ni el corazón del oyente, pero esos elementos fundamentales, sea como sea que se expongan, no deberían faltar nunca.
Esos elementos son, a mi juicio:

1- Exponer con tanta humildad como claridad el aspecto de la fe que se quiere defender: No basta con decir "creo en Dios", porque la palabra "dios" significa muchas cosas, y no todos entienden lo mismo cuando la pronuncian o la escuchan. En el video lo tenemos con toda concisión y a la vez transparentemente dicho:
"Creo en Dios. Creo en el Dios sobrenatural que creó los cielos y la tierra. Creo en un Dios que sostiene los cielos y la tierra en su existencia". Luego agregará más elementos a esa fe fundamental, en particular llegará a la cuestión del Dios personal, revelado en Cristo, pero es importante ponerse de acuerdo acerca de qué se está hablando.
Al dirigirse a un público culto, evita una formulación inadecuada y confusa como "Creo en el Dios que hizo los cielos y la tierra": ya habrá tiempo de hacer distinciones, pero el verbo "hacer" no es ya correcto para exponer la doctrina de la creación, y mucho menos cuando se va a confrontar racionalmente con doctrinas científicas; podría usarse en un sentido poético, y así puede entenderse cuando lo usa la Biblia, pero uno de los más grandes cuidados que debe tenerse en la apologética es el del lenguaje utilizado: que la necesidad de simplificar no nos lleve a la formulación errónea.
"Crear" tiene posiblemente un sentido distinto en el uso popular (donde se lo identifica con "hacer") que en el lenguaje teológico, por eso el Profesor acompaña la fórmula "el Dios sobrenatural que creó los cielos y la tierra" con "un Dios que sostiene los cielos y la tierra en su existencia", que resulta ser la explicación del verbo "crear". Podría aclararse más, y despejar equívocos con esa palabra, pero así como está es breve y absolutamente verdadera, ya vendrá luego la oportunidad de explayar.

2- Respetar a rajatabla el sitio en el que se está, la persona con la que se habla, y sus objeciones y creencias, aunque las consideremos erróneas. El objetivo de la apologética no es decir "mi verdad" para que me respeten a mí, ni convencer al otro para provocar en él una irreflexiva adhesión a mis argumentos. El objetivo de la apologética es, entiendo yo, remover en el otro los obstáculos intelectuales que le impiden considerar con total libertad la amplitud de la verdad. Pienso que (y esto lo veo muy bien expresado en el video) los creyentes tenemos una mirada mucho más amplia sobre las cosas que aquellos que no creen: se trata de ayudar a abrir ese campo, para muchos enteramente nuevo, si pudieran librarse de prejuicios culturales (a veces adquiridos gracias a nuestra negligencia, prepotencia e ignorancia, todo hay que decirlo).

3- Dentro de esa amplitud de mirada, un aspecto fundamental es que nuestra verdad incluye también lo de verdadero que hay en la postura del otro: la verdad, venga de donde venga, proviene del Espíritu Santo. En la apologética seria debe evitarse la confrontación futbolística. No se trata de equipos dialécticamente enfrentados, donde si el otro dice "blanco" yo quedo obligado a decir "negro". Por ejemplo, en ningún momento del video se dice que el evolucionismo sea un error, ¡porque no lo es! el evolucionismo no es lo contrario del creacionismo, aunque los fundamentalistas bíblicos norteamericanos -por falta de estudio y de muchas cosas más- así lo repitan. Hace 150 años los católicos mirábamos el evolucionismo con rechazo, luego estudiamos más a fondo, y pareció aceptable, luego, estudiada la cuestión más a fondo aun, se consiguió comprender la profunda compatibilidad entre la doctrina teológica de la creación, y la doctrina científica de la evolución. Hemos profundizado en la fe y ampliado la mirada, la apologética no tiene que caer de nuevo en la superficialidad de una dialéctica que no es nuestra: si los cientificistas ateos cren que hay que elegir entre evolución y creación, nuestra misión no es convencerlos de nada, sino ayudarlos a liberarse de ese prejuicio.

4- Evitar un innecesario biblicismo. La Biblia es el fundamento último de nuestra fe, puesto que se contiene en ella la Palabra de Dios; pero no es manjar fácil de digerir para quien no se mueve en un plano profundo del lenguaje de la fe. Una cita bíblica, en un público alejado de su ámbito, más puede oscurecer que aclarar, más puede cerrar la mente del otro, que ayudar a comprender. Eso no significa que la Biblia no deba estar presente, pero no es necesario -y puede ser contraproducente- pretender fundar explícitamente todo en ella.
El video es muy ilustrativo al respecto: citando el núcleo de su fe en la creación, citando las frases en los lemas de Oxford y Cambridge, en realidad ha citado la Biblia, pero lo ha hecho de manera indirecta, para reservar la mención directa de la Biblia para cuando sea oportuno hacerla (11 min) y en la referencia a una intensa experiencia personal.

5- El recurso a autoridades debe ser mesurado y pertinente, ceñido a las autoridades reconocibles por el otro. Que el Catecismo de la Iglesia Católica, o el Papa en tal encíclica diga esto o aquello puede ser mucha autoridad para mí, pero tiene valor cero para quien me escucha; son importantes, en cambio, los testimonios admisibles para el agonista. En el caso del video: Newton, Whitehead, Einstein, tienen mayor fuerza y peso que cualquier Padre de la Iglesia.

6- La fe es, como muy bien la caracteriza Paul Ricoeur, una "experiencia vivida". Aunque el apologeta se dirija a la comprensión racional del otro, aunque despliegue argumentos con una excelente base lógica, la dimensión de experiencia personal debe estar en primer plano: si no comprendo, no llegaré a creer, pero nadie conseguirá que comprenda si no es a partir de testimoniar lo que él mismo cree. Por eso nuestro Señor privilegió la vía del testimonio y no la de la demostración para que propaguemos la fe. En el video aparece el testimonio personal en el minuto cero, del momento en que comienza con la palabra "creo"; pero aun podría ser una fórmula y no un testimonio. Sin embargo ya en el minuto 1:32 el testimonio personal toma toda su fuerza y, por decirlo así, asume el control del discurso: "no me avergüenzo de ser científico y cristiano".

7- No tomar a la ligera las objeciones del que no puede creer, en particular, no rechazar la gran pregunta por el mal y la negatividad: quien objeta tiene razones poderosas para objetar. Y en último término la respuesta que Dios dio no fue con palabras, sino con la cruz.


martes, 23 de diciembre de 2014

Pecado y pecador


«No odiar a los hombres por los vicios y no amar a los vicios por los hombres» (Ps 138,28), así define san Agustín lo que él llama el "odio perfecto", que nunca puede dirigirse a una persona, sino sólo a sus pecados. La sentencia se ha hecho famosa, e incluso el propio san Agustín la dice de diversas maneras: «odiar el pecado, amar al pecador» es el modo como suele citarse.
Me da la impresión de que después de 300 años de cristianismo, los creyentes habían desarrollado en época de Agustín el mismo vicio con el que continuamos: creer que eran superiores a los demás, al mundo, a los pecadores, al paganismo circundante, en algo. San Agustín, dirigiéndose a esa catolicidad ensoberbecida, pagada de sí misma y olvidada del don, no se pone en la acera de enfrente, pero predica una y otra vez lo mismo: la gracia. Por pura gracia estamos salvados; mío: nada; de Cristo: todo. ¿Quién soy yo para juzgar a quién?
Me encanta, por ejemplo, este pasaje:
«En fin, el mismo Señor intercedió ante los hombres para que no fuese apedreada la adúltera: de ese modo nos recomendó el oficio de intercesores. La diferencia está en que El hizo con el terror lo que nosotros hacemos con una petición. Es que El era el Señor, y nosotros somos los siervos. De todos modos, El sembró el terror para que todos debamos temer. Porque ¿quién de nosotros está sin pecado? Cuando dijo a los que le traían a la pecadora para que la castigase que quien fuese consciente de estar sin pecado arrojase primero la piedra contra ella, se rindió la crueldad por el temor de la conciencia; se desvaneció toda aquella reunión y dejaron sola a la mísera con la Misericordia. Ríndase la piedad cristiana a esta sentencia, a la que se rindió la impiedad de los judíos; ríndase a ella la humildad de los seguidores, pues se rindió la soberbia de los perseguidores; ríndase la confesión de los fieles, pues se rindió el disimulo del tentador. Perdona a los malos, hombre bueno. Sé tanto más benigno cuanto eres mejor. Hazte tanto más humilde cuanto más te encumbras por el poder.» (Carta 153,11)
Y como éste tiene el santo de Hipona muchísimos otros pasajes. Por todas partes aflora en su obra enseñar al creyente a desear para el otro la misma misericordia que obtuvimos nosotros mismos y por lo cual somos creyentes, y a interceder ante Dios para que esa misericordia llegue al hermano cuanto antes mejor.

Andando el tiempo, la sentencia de san Agustín se invirtió: el santo enseñaba el odio al pecado y el amor al pecador, para insistir con el amor al pecador, para enseñar cómo amar en medio de la inevitabilidad del odio, nosotros la enseñamos para insistir en el odio al pecado: enseñamos a odiar a pesar del mandato del amor. Veamos con qué matiz distinto aparece esta misma sentencia en el catecismo de la Iglesia Católica. Viene hablando de la convivencia en la sociedad, del deber del cristiano de mirar al otro como prójimo, y dice:
«Este mismo deber se extiende a los que piensan y actúan diversamente de nosotros. La enseñanza de Cristo exige incluso el perdón de las ofensas. Extiende el mandamiento del amor que es el de la nueva ley a todos los enemigos (cf Mt 5, 43-44). La liberación en el espíritu del Evangelio es incompatible con el odio al enemigo en cuanto persona, pero no con el odio al mal que hace en cuanto enemigo.» (nº 1933)
Me llamó la atención la fórmula, que no calza bien en el contexto -no está hablando del pecado sino del pecador- y que además manifiesta la intención contraria a la de la fórmula agustiniana: cómo encontrar el subterfugio para seguir odiando, a pesar del evangelio. Y no se crea que esta inversión es un defecto de la traducción al español, habitualmente tan descuidada y pobre; no: está así en la formulación latina: hablando del pecador y cómo debemos amarlo, cierra el pensamiento enseñándonos qué cosa debemos seguir odiando y cómo hacerlo sin violar el evangelio... Esa sentencia no tiene allí contexto, no se está hablando de ello, si se quería hacer el distingo entre pecador y pecado, entonces debía hacerse en un párrafo aparte.

Y vemos que en general los católicos encontramos en la sentencia agustiniana el parapeto ideal para seguir ejercitándonos en el odio: no odiamos pecadores sino pecados, así mantenemos el "tuning", nos mantenemos en forma, sin violar el evangelio, que por suerte sólo nos prohíbe un odio, no todos... con san Agustín en la mano, hemos conseguido enmendarle la plana al santo, y hacer que en vez de predicarnos para que aprendiéramos a amar, nos ayudara a poder seguir odiando.

Porque el odio no es cosa sólo del objeto. Ya sé yo que no se puede amar la idolatría, la perversión, el crimen, el pecado. Todo eso es odioso, y es natural que el hombre que pretende pertenecer al círculo de la bondad divina lo odie: Dios mismo no ama todo aquello, que es no ser, vacío y oscuridad. Pero el odio es también cosa de quien odia, y mientras odiamos, aunque odiemos con justicia, y cumplamos en ello con el evangelio, estamos alimentando un espíritu de mal dentro nuestro. Es inevitable que odiemos, pero de ninguna manera tenemos que tratar de odiar, aunque nuestro odio sea justo; y mucho menos aprender qué cosas podemos continuar odiando, a pesar del evangelio. El odio, como auténtico mal espíritu, se reviste de ángel de luz, y nos tienta, no mostrándonos cosas prohibidas, sino cómo podemos perpetuar el propio odio en el mundo haciendo cosas permitidas, sin violar ningún precepto evangélico.

El mayor problema es que el consejo agustiniano nos viene muy bien, resuelve problemas concretos: sea una madre que tiene un hijo delincuente, ¿cómo continuar amando a ese hijo, sin ponerse del lado del delito? ama al pecador sin amar su pecado. Sea un mundo sumido en el mal obrar, ¿cómo continuar viviendo en él y amándolo lo suficiente como para desearle lo bueno? ama a cada uno de los pecadores que hay en él, sin amar su pecado. El consejo de Agustín no sólo es bueno, es que es necesario.

Pero en esos dos ejemplos se ve con claridad que cuando se ama al pecador sin amar su pecado una nota distingue al que ama: sufre por quien ama. La madre, por amar a su hijo y odiar el pecado de su hijo sufre, atrae sobre sí el dolor del pecado del hijo, y al hacerlo, de algún modo misterioso lo redime. Lo mismo puede decirse del pecado en el mundo: el mártir sufre por el mundo que lo está matando, y redime al mundo en la medida de su amor por el mundo (fruto misterioso de ese amor es la frecuente conversión de los perseguidores).
Lo que a mí me da la impresión (y esto sabrá cada uno, no puedo saberlo yo, es sólo una impresión) es que cuando en la vida corriente invocamos en la Iglesia el consejo agustiniano, no sufrimos por el pecador al que decimos amar; usamos la frase de san Agustín sólo como subterfugio. Vemos que, por ejemplo, en las páginas católicas se odia los pecados de esta época que nos tocó vivir, pero junto con ellos se odia también a los pecadores de esta época... ¿y cómo lo notamos? en que aunque nos reciten la frase agustiniana, no sufren con ellos ni por ellos (las páginas católicas son semejantes a las parroquias, pero más visibles, y en esa misma medida, más dañinas).

¿Pero debemos entonces integrar toda la lacra moderna en nuestra vida cristiana para mostrar que no odiamos a los pecadores? No, quizás el remedio sea simplemente dejar de ponernos en el lugar de Dios. Sea una familia, de la que somos el hermano "bueno", y sabemos que inevitablemente las obras del hermano "malo" llegarán a oídos del padre de la casa, ¿trataremos de que efectivamente lleguen? ¿trataremos de juzgar todo el tiempo a nuestro hermano, y proclamaremos en voz alta sus acciones cada día, para que sea claro quién es el malvado y cuán malvado es? ¿o si amamos realmente a nuestro hermano (aunque no a su maldad) trataremos de poner un "colchón" a sus acciones, para que el padre sufra lo menos posible, pero también el hijo malo permanezca en el círculo del amor del padre?
Cuando el episodio del becerro en Éxodo 32, Dios quiso destruir al pueblo pecador y contumaz, y ofreció a Moisés crearle un nuevo pueblo. Sin embargo Moisés (que estaba tan harto de los israelitas como el propio Dios) extremó los argumentos para obligar a Dios a reconsiderar su decisión:
«Entonces habló Yahveh a Moisés, y dijo: "¡Anda, baja! Porque tu pueblo, el que sacaste de la tierra de Egipto, ha pecado. Bien pronto se han apartado el camino que yo les había prescrito. Se han hecho un becerro fundido y se han postrado ante él; le han ofrecido sacrificios y han dicho: 'Este es tu Dios, Israel, el que te ha sacado de la tierra de Egipto.'"
Y dijo Yahveh a Moisés: "Ya veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Déjame ahora que se encienda mi ira contra ellos y los devore; de ti, en cambio, haré un gran pueblo."
Pero Moisés trató de aplacar a Yahveh su Dios, diciendo: "¿Por qué, oh Yahveh, ha de encenderse tu ira contra tu pueblo, el que tú sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y mano fuerte? ¿Van a poder decir los egipcios: Por malicia los ha sacado, para matarlos en las montañas y exterminarlos de la faz de la tierra? Abandona el ardor de tu cólera y renuncia a lanzar el mal contra tu pueblo. Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel, siervos tuyos, a los cuales juraste por ti mismo: Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo; toda esta tierra que os tengo prometida, la daré a vuestros descendientes, y ellos la poseerán como herencia para siempre."
Y Yahveh renunció a lanzar el mal con que había amenazado a su pueblo.» (Ex 32,7-14, hay otras intercesiones similares en Números y Deutreronomio)

Dios no necesita una Iglesia de gente que se adelanta a los sentimientos divinos y pretende obrar como Dios, juzgar como Dios, y condenar con la legitimidad de Dios. Primero que nada porque no somos Dios, y no lo sabemos hacer, y en segundo lugar porque para eso está Dios. Si creó una Iglesia es para continuar su obra redentora: si necesitaba enviarse como Hijo para poder rescatar, si no podía rescatarnos del pecado como Padre, sino sólo como Hijo, tal vez es porque en el misterio del pecado los hermanos que ahora somos cumplimos una función única e irremplazable, ¡que no estamos cumpliendo! No reemplazar al Padre sino ser ese hermano que apacigua la justa cólera del Padre. Como el mismo Agustín lo decía en la cita inicial: «nos recomendó el oficio de intercesores».

En cambio de eso hay ejércitos de cristianos defendiendo la pureza de los derechos divinos, no les importa si los hermanos por los que deben interceder se quedan sin sacramentos, se quedan en las tinieblas del mundo, desesperan o se escandalizan de no ser recibidos ni escuchados. Nosotros estamos dedicados a odiar el pecado, en vez de a lo que toca: amar al pecador e interceder por él.

De cada hombre que desespera de poder alcanzar la gracia a causa de nuestros estúpidos distingos teológicos se nos pedirá cuenta.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Presunción o desesperación

Estaba leyendo en el blog Todo Era Bueno (TEB), como hago habitualmente, y un comentario de un lector me disparó una reflexión. El comentario decía:
«Yo un problema muy gordo que le veo al cristianismo que yo conozco es la cantidad de cristianos que creen que no necesitan sacramentos, sobre todo confesión. Porque, en lugar de considerarnos pecadores y sufridores de las consecuencias del pecado original y necesitar, por tanto, perdón de los pecados y reconciliación con Dios, pues consideramos que nuestro mal es fruto de las circunstancias sociales al más puro estilo del materialismo histórico. Como decía el bueno de Marx: "No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia." Y por eso vemos obispos diciendo que lo mejor es que los divorciados adúlteros comulguen y otros desastres. Y claro, si no necesitamos conversión sino subsidios, pues... el cristianismo no vale para mucho, la verdad.» (user: quebellassontustiendas)

A decir verdad, mi reflexión se disparó muy pronto de ese comentario, y no digamos del tema principal del post... sin embargo se me unió al diálogo el P. Javier Vicens, con quien frecuentemente tenemos intercambios allí mismo, a partir de puntos de vista bastante disímiles.
El tema se fue profundizando y ramificando, y me resultaba vergonzoso ya utilizarle el blog a TEB para responder, así que traigo aquí toda la conversación, agrego un paso más, y si quiere D. Javier (o quien lo desee), podemos continuar.

Abel:
Ese que dijo que "los publicanos y prostitutas os precederán en el Reino", sin aclarar si tenían que dejar de serlo para preceder, seguramente era un populista, qué fácil es prometer utopías para ganarse al pueblito: "liberación a los cautivos...", "Yo os aliviaré..." ¡demagogo! 
Afortunadamente al Demagogo populista lo crucificaron, si no, no sé a dónde hubiéramos llegado... tras lo cual la paciente obra del Gran Inquisidor (en distintas versiones, pero idéntica pasión por la Verdad), año tras años ha conseguido poner un poco de orden en tanto revuelto que casi amenazaba con acabar con nuestra religión.
Lo importante ahora sería completar la obra, sacar del medio a toda la antiiglesia, a todos los pecadores que no consiguen dejar de serlo, a todos los manchados cuya mancha no se puede tapar ni dejar a cero; que se vayan, así no habrá salvación ni alegría de redimidos, ni segundas oportunidades, pero al menos sabremos quién es quién.

Javier:
Si Nuestro Señor, tan amable siempre, le dijo a la amable adultera que no pecase mas, me extrañaría que hubiera propuesto a las prostitutas como ejemplo a seguir sin hacer mención de su arrepentimiento. Herodes escuchaba con gusto a Juan -el bautizador- pero no se arrepentía de estar con la amable mujer de su hermano. Si Herodes se hubiera arrepentido, Jesus -Nuestro Señor- nos habría dicho: "hasta el mismo Herodes os precederá en en el Reino". 
Y perdonen las faltas de acentuación. Es que mi tablet -como los teólogos modernos- pone los acentos no según las reglas de acentuación sino siguiendo los impulsos de su noble corazón o, por decirlo al modo antiguo, a su albur.

Abel:
Lo interesante del relato de la adúltera es que muestra que Jesús daba con mucha facilidad y liberalidad cheques en blanco: "en adelante no peques más"... y nosotros convertimos esa afirmación en su contraria: "Jesús la perdonó A CONDICIÓN de que no pecara más". En realidad nadie sabe si la adúltera siguió pecando o no; ni siquiera es exactamente una condición, bien puede ser un consejo, o un deseo; y a la vista de nuestra naturaleza humana, podemos casi asegurar el resultado. 
Pero mientras tanto salió de la arena feliz con su cheque en blanco, y nadie le pudo quitar ese perdón ya dado de antemano, sin condiciones, sin racionalizaciones, y sin proporciones. 
Jesús predicó y enseñó cosas muy contrastantes, sobre la puerta angosta, pero también con la mano ancha, y cuando dijo el apotegma del camello por el ojo de la aguja y los discípulos sacaron la consecuencia lógica: "entonces ningún rico se puede salvar", les salió por la tangente: "no hay nada imposible para Dios". 
La verdad es que no termino de entender de dónde sacamos y justificamos este agobiante racionalismo que convierte una fe auténticamente liberadora en una religión como todas las demás, "y si no te gusta, vete". 
Luego al propio TEB le contraría un tanto que el Papa aparezca mencionado entre "los demás líderes religiosos"

Javier:
Más que dar cheques en blanco, tal como lo veo yo, Jesus pedía y pide cheques en blanco. Nunca -que yo sepa- dijo: "poned lo que queráis y yo lo firmo y os lo pago" Esa era la actitud de Herodes cuando había bebido más de la cuenta y se emocionaba con el baile de Salomé: "pídeme lo que quieras, la mitad de mi reino o la cabeza del bautizador, tan amable". Nuestro Señor no es Herodes. Lo que vino a decir y dice es, mas bien, "Firmadme un cheque en blanco y dejad que yo ponga la cantidad que me debéis. Todos me debéis mas de lo que podeis pagar pero no os preocupéis. Cualquier deuda reconocida será perdonada porque no he venido al mundo para cobrar deudas sino para perdonar deudas reconocidas".
El "yo confieso" es un cheque en blanco que firmamos en cada Misa confiando en Nuestro Señor Jesucristo que no pondrá ni mas ni menos de lo que le debemos. Una sola gota de su sangre puede librar al mundo entero de todos sus crímenes. Pero el mundo debe firmar algo así como un cheque en blanco o algo así como un reconocimiento de sus crímenes.

Abel:
Ya que estamos en el "tal como lo veo yo", te diría que estoy completamente de acuerdo con lo que dices excepto en un punto: puedo firmar el cheque en blanco, porque Él me lo firmó primero. 
Tú pones el acento en lo que el mundo (la comunidad, el individuo) DEBE hacer primero; lo que yo pienso es que lo bueno y saludable, lo mejor para el mundo y para cada hombre es llegar en algún momento, en esta vida o en la otra (que para algo creemos en el purgatorio) a reconocer los crímenes. Pero eso, que es lo bueno, lo saludable y la salvación, aunque quizás DEBERÍA reconocerlo primero, no PUEDE reconocerlo primero (yo no puedo, y por solidaridad de naturaleza, me atrevo a pensar que tú tampoco); así que se nos da un cheque en blanco, un perdón gratuito de manera absoluta, no relativa, sino absoluta, y gracias a ese perdón, y en la medida en que vamos penetrando en él, que vamos interiorizando ese perdón, que se van curando las heridas de nuestro corazón, nos vamos haciendo capaces (no nosotros a nosotros mismos, sino que ese perdón nos hace capaces) de salir de nuestro pecado. 
Eso tarda en unos lo que una confesión, en otros toda una vida, y otros necesitan un vida terrena + un plus de purgatorio... 
Por racionalizar esto y tomar el efecto como causa, es que convertimos nuestra fe en una máquina de desesperar pecadores: tú no vengas, tú no te acerques, tú no estás limpio, tú no crees lo suficientemente bien, tú no comprendes, tú no ves, tú no sabes, tú no vives, tú no alcanzas la contrición necesaria, tú no pones los medios para dejar de pecar... 
Pero en fin, es "como lo veo yo", así que no hace falta que me hagas más caso que el justito.

Javier:
Conste que sus puntos de vista me interesan muchísimo y que disfruto de lo lindo -y aprendo- leyendo su blog. No discuto la verdad -misteriosa- del perdón de Dios que precede a nuestro arrepentimiento: perdónalos, no saben lo que hacen. Y si, en efecto, nuestro arrepentimiento no es condición para su perdón, si (acento) que lo es para que su perdón nos salve: Dios que te creo (no sale el acento) sin ti, no te salvara (acento) sin ti. Tenemos ante los ojos a Uno que da su Vida por nosotros. Tenemos una vida para reconocer ese Amor. Se nos dice que no desesperemos y que -pase lo que pase- confiemos en ese Amor que siempre perdona. Pero también se nos dice: no tentaras (acento) al Señor. Y se nos advierte así tanto contra la desesperación como contra la presunción. Cierto que la Ley sin gracia es una carga que ni nuestros padres pudieron llevar ni podemos llevar nosotros. Pero no en vano el anuncio del Evangelio va unido a la llamada a la conversión. Podemos convertir nuestra fe en una maquina de desesperar o en una máquina de fabricar presunción. De todo se ha dado en la historia del cristianismo. Gracias por su atención.

Hasta aquí lo ya habido, en comentarios agregaré mi respuesta a esto último, y queda abierto para continuar.

martes, 30 de septiembre de 2014

La carta de Reig Plá, el «gaymonio» y otras cuestiones que dan que pensar...

Con el traído y llevado asunto de la abortada ley Gallardón, hubo en la red opiniones de toda clase. La ley parecía hecha a la medida de las exigencias provida católicas (a la medida de mínimos, ya sé, porque somos inconformables), pero como los provida en España somos una auténtica minoría, la ley cayó antes de levantarse.
El PP había prometido vagamente revisar la Ley Aído, una ley del aborto hiperpermisiva, es más: de activa promoción del aborto. Se le encargó a Gallardón la revisión de la Ley, e hizo una que gustaba a esta minoría (como digo: gustaba de mínimos, pero gustaba).
Con una mano en el corazón: Gallardón no hizo lo que el gobierno le pidió, que era revisar un poco a la baja la Ley Aído, lo que hizo fue contraponer a la Ley Aído otra Ley que partía de otro principio, no del principio mayoritariamente aceptado por la sociedad del "derecho al aborto", así que el gobierno hizo lo que le toca a un gobierno en una democracia: preservar su base de votantes.
Porque aunque ahora los provida lloren y pataleen, la verdad es que no son la base de votantes del PP, que es un partido liberal, «informado ideológicamente por el feminismo radical y la ideología de género, e “infectado”, como el resto de los partidos políticos y sindicatos mayoritarios, por el lobby LGBTQ; siervos todos, a su vez, de instituciones internacionales (públicas y privadas) para la promoción de la llamada “gobernanza global” al servicio del imperialismo transnacional neocapitalista» (jolines con el Obispo! si es que parece un panfleto de izquierda de los 70!). Bueno, de paso acabo de presentarla: es un párrafo de la carta de Mons. Reig Plá, obispo de Alcalá de Henares, a propósito de la retirada del proyecto de Ley Gallardón.
Los provida están que trinan (aquí ya no uso la primera del plural, porque mi postura provida no tiene que ver con las "leyes del aborto" que son otras cosas que el aborto), por un lado se quieren comer crudo a Rajoy, por el otro, el hecho de que ellos y sólo ellos pataleen les muestra bien a las claras que no son la base de votantes del PP, y no tienen ninguna otra fuerza política con posibilidades de gobierno; así que el mismo pataleo demuestra que el gobierno actuó como era previsible que actuara, y que esto no es sentido -ni por el gobierno ni por su base electoral- como una traición a sus promesas electorales, por mucho que los provida lo quieran presentar así. Es más, en el acto por el cual Rajoy daba una patada a la ley y a Gallardón juntos (cuya hora había llegado hacía ya un tiempo), se leyeron esas mismas promesas electorales, signo de que el gobierno no considera que las haya incumplido, sino que "todavía" (y los tiempos de Rajoy son más inescrutables que los de Dios) no ha comenzado a hacerlo.

Presentada la cuestión, de lo que quería hablar es, como tantas veces, del modo de insertarnos los católicos, con nuestras exigencias, nuestras ideas, nuestra cosmovisión, etc. en un mundo que gira para otro lado, que ve las cosas distintas, y en el que tenemos que contar con que la inmensa mayoría de los que van a misa no están en desacuerdo con el aborto (aunque no tengan quizás una teoría al respecto), no están en contra del matrimonio del mismo sexo "si se aman", no ven mal que las parejas convivan años antes de casarse, la señora de la casa compra los preservativos para todos los varoncitos del hogar, "por si salen el fin de semana, para que tengan cuidado, porque estos chicos de hoy...", y no ven mal del todo que los matrimonios se separen "cuando se acabó el amor".
No estoy hablando de las teorías de género, del "derecho a la posesión de mi cuerpo", ni de todo eso tan teórico, sino de percepciones completamente palpables, primitivas, a flor de piel, hechas por fuera de toda consideración teórica: intuiciones del pueblo fiel.
Hace un par de generaciones todavía se representaba en colegios católicos el «Entremés del mancebo que casó con mujer brava», de Alejandro Casona, que es un sátira, pero que resulta también una horrible apología de la violencia de género. La razón es que eso, tan profundamente anticristiano, era aceptado por la gente piadosa: "una buena sacudida [del esposo a la esposa, se entiende] ayuda a mantener el matrimonio como Dios manda", escuché yo mismo hace unos años a una señora mayor en la cola de Mercadona. El santoral católico está bastante nutrido de mujeres maltratadas -pobrecillas ellas y bien santas que fueron, heroicamente-, que los hagiógrafos aprovechaban para poner de ejemplo a las casadas, para que supieran aguantar.
Los horripilantes crímenes pederastas cometidos por eclesiásticos no se pudieron destapar hasta que no entró en la conciencia del pueblo fiel (de ese que va silenciosamente a misa), que no era piadoso guardar silencio ante ello.
Este "sensus fidelium" (sentido cristiano de los fieles) tiene sus tiempos, y no es manipulable, ni reductible a códigos. A veces da gracia cómo los "conscientes de la fe" apelan al "sensus fidelium": cuando concuerda con lo que la doctrina oficial dice, viva el sensus fidelium, cuando no concuerda, "le ha han lavado el cerebro al pueblo cristiano".
Pero resulta que posiblemente el sensus fidelium (que no es infalible) se mueva por un cierto "olor a pastos", y lo interprete a su manera, en parte bien, en parte mal. No creo que haya que casarse con las interpretaciones de la fe y la moral que hacen las viejas al salir de misa, pero estoy seguro de que hay que, al menos, escucharlas un poco más. Y si ellas dicen que "bueno, mejor que se separen si no hay amor", o "si se aman, qué tiene de malo que vivan juntos?", deberíamos saber que allí hay, en la representación de una cáscara cultural que terminará cambiando, un núcleo de verdad que el Espíritu está hablando a nuestra fe.
Por muy cierta que pudiera ser la doctrina oficial sobre el aborto, la anticoncepción, la homosexualidad, la indisolubilidad matrimonial, las relaciones prematrimoniales, etc. hay -y creo que el Espíritu está golpenado la puerta de su Casa a ver si le abrimos- demasiados seres humanos que dejamos fuera, demasiada misericordia que estamos guardando en el cajón para mejores tiempos, demasiados abrazos del Padre que no somos capaces de repartir.

Bueno, ¿y qué hacer entonces? ¿simplemente cambiar 2000 años de convicciones "para que un par de degenerados que igual no vendrán a misa estén contentos"? (la frase es literal de un blog católico). Me parece reductivo ese planteo, pero quizás se trate de algo de eso. En la misa de hoy se leyó el fragmento de Lucas 9,51-56, que en su versión litúrgica dice así:
«Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante.
De camino entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron:
-Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo y acabe con ellos?
El se volvió y les regañó, y dijo:
-No sabéis de qué espíritu sois. Porque el Hijo del Hombre no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos.»
Aclaro que eso dice la versión litúrgica, porque la última frase: "no sabéis...a salvarlos", no figura en muchos manuscritos antiguos, y la crítica bíblica tiene sobradas sospechas de la autenticidad lucana, así que en la mayoría de las biblias no figura. Sin embargo la liturgia la lee, mira por dónde, quizás para azote de la Iglesia, ya que ayuda a tomar conciencia de que lo nuestro no es el juicio ni el fuego del cielo, sino llevar salvación, llevar jaris -gracia, alegría-, "misericordiando" entre los hombres.

Al nivel del lenguaje y de la predicación tenemos mucho para hacer:
-Recibir al mundo con buena voluntad, con voluntad de encontrar en él lo que tenga de verdadero, y eso no se hace sin buena voluntad.
A veces esto se entiende así: yo tengo ya de antemano lo que es verdadero, en lo que el mundo coincide, lo puedo aceptar. No se trata de eso, sino de estar dispuesto a encontrar en el mundo vestigios de verdad que nosotros perdimos, o que nunca tuvimos.
-Nosotros no somos el mundo ni del mundo: aceptar del mundo el lenguaje con el que él habla de la realidad, tal como el mundo la percibe; sólo así podremos transformarla, si es que realmente queremos transformarla por amor a los hombres y deseo de su salvación, y no por mera vanagloria, y para demostrar que teníamos razón.
Sobre esto hay muchos ejemplos, me detengo en uno particularmente lacerante: algún ingenioso bautizó "gaymonio" al matrimonio entre personas del mismo sexo, y en general a lo que es la actual doctrina civil sobre el matrimonio en los países más desarrollados. Cuando un blog habla de "gaymonio", ya sabemos que estamos entre amigos, mientras que si dice "matrimonio homosexual", "matrimonio gay", o "matrimonio entre personas del mismo sexo", es un progre, y si es cristiano, es un "miope" y "le han lavado el cerebro". A mí me han reconvenido varias veces por hablar de "matrimonio homosexual" y no de "gaymonio": "eso no es matrimonio", me han dicho.
Pues permítanme que lo diga con todas las letras: eso es un cristiano irrespetuoso, soberbio, y que le interesa un pito la salvación del mundo, puesto que no está siquiera dispuesto a empezar por aceptarlo tal cual es, primer paso para desear transformarlo.
No se trata de "respetos humanos" (en el mal sentido), sino de auténtica humanidad, una humanidad de la que cada uno de nosotros participamos, y de convicciones que posiblemente sustentaríamos nosotros mismos si Cristo no nos hubiera enseñado el misterio profundo del matrimonio, la matrimonialidad del mundo. Somos privilegiados por haber accedido al secreto sentido de muchas realidades, de muchas instituciones humanas; y resulta entonces un gesto de soberbia hacer de nuestro privilegio la medida de la verdad.
Si queremos transformar el mundo, aceptemos lo verdadero del mundo: sus definiciones de matrimonio, sus definiciones de vida humana, sus definiciones numéricas de la verdad. Aceptando la legitimidad de esas verdades, aceptando que el mundo tiene derecho a plantearse a sí mismo como mejor le parezca, estaremos en el primer peldaño de una escala que en su último paso es la transformación de esos criterios.
Conozco la objeción: "pero el mundo no me acepta mis criterios, me llaman fascista, retrógrado, conserva, me insultan... por qué tendría yo que aceptar esos criterios torcidos y encima sonreír?"
¿Quieres una razón sobrenatural? porque Cristo lo aceptó todo, y partió de allí a proponer algo nuevo, y a los que les propuso y aceptaron, los "sacó del mundo"
¿Quieres una razón civil? porque tu postura representa sólo el 2% de una sociedad que gobierna para el 100%, y se maneja con votos y mayorías, que es una convención, pero es mejor que otras convenciones, al menos es la que mejor funciona de las últimas que hemos probado.
Si quieres que tu postura sea respetada, comienza por aceptar la verdad del mundo, que es que "la verdad" es aquello que consiga el 51% de los votos.
Una vez aceptado esto, sigue por ganar voluntades, entender lo que le ocurre al 98% que no te quiere, corregir lo que es soberbio en tu postura, lo que la hace repelente aunque pudiera ser verdadera. Gana conciencias, no aplastes discursivamente, se trata de transformar la mirada del otro, y no violentándolo, no "lavándole el cerebro", sino ampliándole su campo de mirada.
Una vez comenzado esto, ten mucha paciencia, los procesos históricos no se realizan de un día para el otro. Ahora estamos con el impulso de la absoluta autonomía de la mónada humana. Es un proceso, un proceso que captó algo verdadero y olvidado en el mundo anterior, y está persigueindo esa verdad a la manera humana: a los tumbos. Si no somos capaces de acompañar el proceso de la autonomía, si nos limitamos a ensalzar las partes buenas de la verdad anterior, y nos olvidamos que traía también mucho dolor, muchos excluidos concretos, no conseguiremos ayudar a "optimizar el proceso", y evitar los excluidos del mundo actual.

La carta de Reig Plá, que puertas adentro gustó mucho y que podemos tomar como paradigma de las soluciones católicas a los problemas del mundo, realiza uno a uno lo contrario de todo esto:
-Deslegitima la democracia formal (la única existente hoy).
-No sabe leer el programa electoral tal como fue lanzado a -y recibido por- su mayoría de votantes.
-No entiende ni le interesa entender las cuestiones de lenguaje implicadas en "derecho de la mujer".
-Manda una serie de insultos -o pretendidos insultos- encadenados, como el berrinche de un chico: liberal, marxista, lobby, capitalista, LGTBQ, individualista... una colección de términos destinados a quienes se sienten fuera de todos ellos, y por tanto no a quienes estaba dirigido (supuestamente Monseñor quiere persuadir al Gobierno a que reconsidere), y que juntos no quieren decir absolutamente nada.

No cito la Carta para mofarme de ella, pienso que está escrita con pasión y sinceridad, pero es un modelo de cómo nos movemos los católicos con el mundo, y un muestrario de todos nuestros fallos.

domingo, 31 de agosto de 2014

«cuentas católicas»


Un chico al que sigo en twitter, seminarista chileno, que a veces trae algunas citas interesantes de lo que ve por internet, retuiteaba uno de @Arguments con las «20 cuentas católicas imprescindibles en Twitter.»: http://www.arguments.es/comunicarlafe/20-cuentas-catolicas-twitter/
Inmediatamente salto mi alarma, esa que me hace dar traspiés con amistades, y en mi propia familia, la leche hervida de tano que no puede frenar la lengua: «¿cuentas católicas? qué horror!!!!! el solo concepto me da repeluz (y viendo cuáles son, se me confirma, salvando un par)».
Como en twitter peso menos que una mosca (debo ser el tuitero menos seguido y menos retuiteado de la corta historia de esta red), no creo que este chico me pida justificación de mi exabrupto. De todos modos no veo que pudiera hacerlo en 140 caracteres, así que me he venido aquí a ver si yo mismo me puedo explicar por qué me da repeluz esto de las "cuentas católicas".

El concepto de "sitio católico", "cuenta católica", me incomoda bastante... ¡pero cómo! -me dirán- ¿es que no llevas tú mismo un "sitio catolico" cuyo nombre es "El Testigo Fiel - portal católico"? Sí, efectivamente, contradicciones de uno: me da repeluz lo de "... católico" pero no he encontrado la manera de decir eso mismo en el título de mi sitio. De hecho me incomoda, y desde hace 11 años que trato de ver cómo se puede evitar ponerle de nombre "portal católico".
La justificación en mi caso es que la expresión "el testigo fiel", aunque es completamente bíblica y cristocéntrica, hace pensar en los "Testigos de Jehová" (de hecho, en algunas búsquedas aparece el portal entre links de los Testigos), así que para mí era casi una exigencia de programa que figurara la palabra "católico" en el título. Pero aquí aparece la primera cuestión: no por la identidad del sitio, sino para no engañar a nadie, para que el que buscara cosas de los Testigos de Jehová no se empantanara en algo que no está pensado para él. Si un testigo de Jehová quiere venir a leer cosas de católicos, bienvenido sea, pero que no venga engañado, que no venga creyendo que es de los suyos. No me gustan las páginas evangélicas con pinta de católicas, las páginas católicas que imitan a evangélicos, las páginas provida que hacen pensar que es proaborto, las páginas creyentes que hacen pensar que son ateas, etc.... no me gusta engañar (ni ser engañado).
Cuando el otro busque una página católica, tiene que saber que tiene esta y aquella, pero no que se le imponga una página católica si no la buscaba, y con engaño. Si yo quitara el epígrafe "portal católico" a El Testigo Fiel, sería difícil reconocer rápidamente la identidad católica del sitio. Se podría, desde luego, pero habría un rato en que el lector estaría desorientado/engañado.
Pero entonces -me dirán- hay una identidad católica en los sitios, e incluso puede ser bueno -o al menos necesario- explicitarla, ¿cuál es el problema con las «20 cuentas católicas imprescindibles»? ¡Claro que hay una «identidad católica» en los sitios! eso es sencillamente innegable. El problema, creo yo es doble: si esa identidad es un punto de partida o de llegada, y para qué queremos esa identidad.

Pienso que la identidad tiene que ser un punto de llegada: puesto que quienes hacen el sitio son católicos, y puesto que los contenidos pretenden expresar, reflejar, debatir, la cuestión católica, resulta que el sitio es un sitio católico.
Nos damos cuenta cuando la identidad se ha tomado como punto de partida y no de llegada, porque enseguida el sitio/institución se cree idéntico con la fe católica. Por ejemplo, hay un sitio relativamente nuevo llamado "Infovaticana", no es un sitio oficial ni mucho menos, sin embargo utilizan en el logo el escudo papal como si lo fueran, y no parece que les dé ningún reparo en ello. Estoy seguro que no quieren (subjetivamente) engañar a nadie, pero de hecho se sienten "tan católicos", tan "del riñón" que ¿por qué no habrían de usar el escudo papal? y así de hecho engañan (por ejemplo a mi Sra. que me dijo el otro día que tal noticia la había publicado "La Iglesia"..., pues no, la publicaron unos señores católicos, de un sitio privado llamado infovaticana, buenos o malos católicos, como yo).
Idealmente el nombre de católico no debería figurar en ninguna parte, debería ser algo que los demás descubren, que se nos reconociera por el "hacer católico", no por la etiqueta o el logo.

Pero el problema mayor, creo yo, y es lo que me parece que hace que lo de los "20 sitios..." me dé repeluz, es que cuando partimos de la identidad católica terminamos, querámoslo o no, en un catolicismo de corralito... Me acuerdo de haber ido de joven a algunas manifestaciones políticas en Argentina; naturalmente se mezclaban allí gente de toda clase de sudores, pero los partidos de más a la izquierda (PI, PO, etc) iban envueltos en una soga: el corralito identitario. Soy de izquierda, que no me pierda...
Algo así pasa con los "sitios católicos" que toman el catolicismo como punto de partida, que de tanto creerse "punto de referencia para católicos" en la red, terminan privilegiando la identidad abstracta, pensada (y a menudo meramente imaginada) por sobre la identidad real, es decir, el hecho de que el catolicismo son los creyentes, los buenos creyentes y los malos creyentes, las manos, los pies y los glúteos del Cuerpo de Cristo, Cabeza de su Iglesia.
De allí a juez de la catolicidad de los demás católicos hay un solo paso, y me temo que la mayoría de los "20 sitios..." de la lista han dado ese paso más de una vez, algunos lo dan de manera habitual, alguno hace de dar ese paso una nota de orgullo e identidad.

viernes, 29 de agosto de 2014

Una cosa que me gusta de Francisco...

...es que hable tan sencillo, que tenga bien definido a qué público quiere hablar y sepa cómo hacerlo. Dice cosas mucho menos "rompedoras" que lo que los medios le atribuyen, pero incluso eso, el hecho de que los medios lo vean como un papa "rompedor" es algo muy bueno, ayuda a llamar la atención sobre sus palabras, y a que gente que normalente no se detendría a escuchar al papa, lo haga... ¡y le entienda!
Cuando el papa Benedicto XVI en su encíclica "Deus Caritas est" (nn. 3ss) puso al "agape" en serie con el "eros", mostrando que no hay una total ruptura, sino una continuidad dialéctica, fue mucho más "rompedor" que cualquier catequesis de Francisco... y es curioso que los medios críticos con el papado no le hayan sacado chispas. Pero de lo que sí podemos estar seguros es de que muy pocos entendieron en el momento de qué estaba hablando.
Por supuesto, no significa que una palabra es "más buena" cuando llega inmediatamente, y es "menos buena" si es intelectual, difícil o alambicada... ¡justo yo, incapaz de hablar en sencillo, no diría eso nunca! Una palabra es buena en la medida en que es verdadera, independientemente de si es sencilla o complicada, rompedora o tradicional. A salvo eso, lo de Benedicto tardará mucho en llegar, se habrá perdido la memoria de su pontificado y los teólogos seguirán "haciendo descender" la doctrina de la continuidad tensa entre eros y agape a formulaciones más elementales y "prácticas", mientras que lo que dice Francisco provoca otra clase de efecto, más inmediato, y tan necesario como el "efecto teológico".

Todos necesitamos que se nos hable personalmente, no basta con que nos digan que Dios dijo tal o cual cosa, necesitamos más bien sentir que Dios se dirige a nosotros, y para eso estableció él mismo las mediaciones sensibles. Si nunca sentimos que la Iglesia es ella misma el Dios que habla a cada uno en su lenguaje, entonces la Iglesia no sirve para nada.
Le tocó el turno al lenguaje sencillo, al que no le toca casi nunca, al lenguaje poco "técnico", que parece incluso "descuidado", pero también al lenguaje de problemas religiosos de todos los días, el chismerío, el arribismo, el parroquialismo cerrado... Jesús ha querido ahora pasar de la casa del fariseo cultivado, con quien discute en lenguaje de teólogos, a la casa de Zaqueo, a quien le dice "hoy ha llegado la salvación a esta casa", y esa palabra le perfora el corazón.
Una frase marginal de la entrevista en el avión al regreso de Corea no parece haber llamado mucho la atención de los blogs católicos, pero es toda una novedad: "Yo no soy teólogo". Y no se limita a decirlo: en el curso de la entrevista, frente a una pregunta sobre Mons. Romero, dice que la cuestión en sí debe ser estudiada por los teólogos, pero "piensa que..."; incluso sin ninguna clase de problemas reconoce que "su" próxima encíclica la están redactando gente competente en ello, precisamente porque no es la charlita del avión, sino un texto de Magisterio. Francisco siente (creo yo) muy hondamente que él no es teólogo, y actúa como tal.
Eso es magnífico: ¡hemos sobrecargado a lo largo de la historia al papado con tantas cosas! entre ellas con la responsabilidad de ser teólogo, y es más: de ser un gran teólogo. Y así como en otras ocasiones el papado se desprendió de la tiara, de la silla gestatoria, etc.... ahora se desprendió de algo que tampoco es bueno que le siga pegado: el papa no es, por ser papa, un teólogo, ni mucho menos un gran teólogo, lección que a lo mejor -Dios lo permita- le hace cosquillas a algunos obispos.
Para teólogos están los teólogos, para exégetas, los exégetas, para comunicadores sociales los comunicadores sociales, y para pastores los pastores. Pedro está para ser ícono de la unidad de la iglesia, lo que incluye ser ícono visible del Dios que se acerca, en Jesucristo, a cada uno. En el lenguaje y modo que cada uno requiere. Ese es su modo de ser pastor y maestro.