martes, 24 de diciembre de 2013

Símbolos de la navidad


La navidad, como fiesta religiosa de gran arraigo en la cultura occidental -y expandida a través de algunos de sus símbolos secundarios, como Papa Nöel o los regalos- a todo el mundo, está llena de símbolos de valor propio.
Los símbolos siempre hablan de cómo una comunidad concreta, particular, se apropia de realidades inefables. Es necesario símbolos para la navidad, como lo es para el amor a la patria o al equipo de fútbol, sin pretender, desde luego, comparar la trascendencia de uno y otro amor, sólo el hecho de que son amores inefables.
Los símbolos son siempre algo particular y casi arbitrario, suelen tener valor diferenciador (yo tengo esta bandera, que equivale a que aquella otra no es mi bandera), y hablan al corazón de manera directa.

En España es común que las familias cristianas aclaren que son "más de reyes que de Papa Nöel", como si eso significara que son más cristianas, lejanas al "neopaganismo papanoélico", o "más de belén que de arbolito". Belén (pesebre o nacimiento), Papá Noël (Santa Klaus, San Nicolás, o simplemente Santa), el arbolito y los Reyes Magos providentes son símbolos navideños todos ellos. En estos tiempos de interacción rápida entre las culturas, es posible que muchos sientan algunos de esos símbolos -especialmente "Santa"- como una invasión en el propio espacio cristiano. Pero es un espejismo: el "espacio cristiano" no es la propia cultura, sino la propia fe cristiana, y esta no tiene unos simbolos privilegiados por sobre otros, también cristianos. En particular, es tan hermoso -y tan cristiano- el símbolo de Papa Nöel trayendo regalos a los niños en atención al nacimiento de Jesús como el mismo símbolo encarnado por los Reyes, o por el Arbolito.

El árbol providente, aunque aparece también en el Nuevo Testamento (Apocalipsis 22,2.14), es religiosamente un símbolo muy propio del Antiguo Testamento, que hunde su significación en el árbol de la vida de Gn 2-3, pero también es el hombre mismo, engrandecido por Dios (Ez 31). El nacimiento y sus pequeños signos conexos (buey y mula, establo, etc) es una representación devenida símbolo (es decir, que deja de ser una mera copia realista de la escena, para hablar directo al corazón), al igual que los "Reyes Magos", aunque en este último caso bastante alejados de como los representa el Nuevo Testamento. Papa Nöel es bien sabido que es una deformación del nombre de San Nicolás, el obispo de Mira en el siglo III, una de cuyas anécdotas habla de que su caridad le llevaba a hacer regalos a escondidas a los pobres.

Por supuesto, como ocurre con todos estos símbolos, ninguno deja de tner su correlato en la cultura pagana: los árboles son objetos de culto mágico desde los orígenes de la humanidad, ¡el mismo nacimiento fue ubicado por el cristianismo en esta fecha en "diálogo" con el culto pagano al Sol Invicto! El hecho de que los símbolos de navidad tengan un correlato pagano, no los hace paganos, así como el hecho de que mucha gente que no cree en Cristo celebre la navidad no desnaturaliza en absoluto nuestra fiesta cristiana, al contrario, yo diría que es la ocasión para agradecer a Dios que su plan providente de salvación se cumpla, incluso a pesar de la nula disposición de los shoppings a dar testimonio del Dios vivo y verdadero...

«Revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador, donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos.» (Col 3,10-11)

¿Donde se cumple mejor esta palabra sino en una fecha en al que el mundo entero se viste de Cristo, incluso aunque no lo sepa?

La exigencia cristiana, más que pretender la exclusividad de los símbolos, debería ser ocupar la avanzadilla del mundo en cuanto al versículo que sigue a este himno de Colosenses:

«Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro.» (Col 3,12-13)

Ese es, creo yo, el diferencial cristiano, más que si uno es de Santa o de Reyes, o de arbolito o belén.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Los tres caminos


El tema de por sí interesante del laicismo recibió un impulso inesperado con los aportes de Francisco, Jorge y Hernán. Todo el conjunto de la discusión puede seguirse en los comentarios de ellos tres, y alguno mío, al post Laicismo II. Imposible resumir todas las aristas de la cuestión tal como cada uno la va planteando -y que no ha terminado-, pero quisiera tomar como punto de partida aquí un mensaje de Hernán que resume en tres posiciones las posibilidades de la interacción entre las exigencias absolutas de Jesús (no devolver mal por mal, poner la otra mejilla, no juzgar, ¿y no caben aquí el adulterio con el sólo pensamiento, la indisolubilidad absoluta del matrimonio, el llamado a vender todo y dárselo a los pobres, etc?) y la relatividad de nuestra vida "en el mundo". Dice Hernán (quito un par de frases, la lectura completa en los comentarios mencionados):


Algunas explicaciones sencillas sobre tales exigencias serían:
1. (la, digamos, anarquista/fundamentalista): obligan, a la letra, a los cristianos, sin más, y que en tanto no las seguimos a la letra estamos faltando a la voluntad de Dios; el resto son excusas que inventa la mediocridad humana para "no ser perfectos como el Padre es perfecto" ; esta mediocridad será comprensible, pero esto no es seguir el mensaje de Cristo; y a los reparos de los que objetan "así la cilivización no podría subsistir", hay que responder: me ne frega la civilización, el cristianismo no tiene nada que ver con eso, a Cristo la promoción de la sociedad no le importa en lo más mínimo (es cosa "del César"), no sabemos si la civilización tolera la perfección cristiana, si no la tolera, peor para ella [...] En suma: Tolstoi tenía razón.
2. (la, digamos, dualista/conservadora) no deben tomarse al pie de la letra, pues su cumplimiento es incompatible con la civilización humana. Jesús (y la Iglesia) conocen las limitaciones del hombre, su naturaleza redimida-pero-caída, y quieren su bien social; las exigencias se refieren al Reino de Dios, que no es de este mundo; pero estamos en el mundo, y procurar su bien es también cumplir la voluntad de Cristo. No debemos pues aplicarnos esas exigencias, ni pretender endilgárselas a nuestro prójimo cristiano (ni siquiera al mismo Jesús: que no ofreció su otra mejilla cuando el guardia lo abofeteó, sino que intentó hacerlo entrar en justicia), ni tomarlas como una especie de programa social. ¿Y qué hacemos con ellas? Por un lado, son para los cristianos una especie de referencia ideal, de cómo deberían ser las cosas, y de cómo en alguna forma serán (pero definitivamente NO en este mundo); por otro lado, son en alguna medida exigencias, pero no para todos los cristianos sino para determinados "imitadores", los que eligen libremente un especial "estado de perfección", y cuyo seguimiento (heroico) resulta inspiración, denuncia y bendición para la cristiandad.
3. (la, digamos, dualista/progresista) sólo son posibles de cumplir en el marco del Reino de Dios, el cual no es de este mundo, pero al cual tendemos, en una especie de convergencia; vivimos en el mundo, y determinadas exigencias evangélicas son socialmente inviables; pero en ese caso los cristianos deben hacerse cargo del déficit, y asumir la otra exigencia: la de crecer y hacer la civilización humana mediante el fermento cristiano, de manera que aquellas exigencias evangélicas sean menos imposibles (en un tiempo los cristianos pensaban que la tortura y la pena de muerte eran males necesarios para la supervivencia de la civilización). Las exigencias, pues, actúan como puntos de atracción, para todos los cristianos. [...]

Por mi parte, no consigo entender las tres como opuestas. Ya sé que desde un punto de vista lógico lo son, pero creo que las tres están en el "logos" de la cuestión, en su núcleo de sentido, y por tanto las tres contienen verdad. Otra cosa es si las podemos combinar en cada vida, en todo momento.

Apuntaba Jorge que es necesario ver las exigencias absolutas en el plano de la Biblia en conjunto, no como frases aisladas. Eso es fundamental. Ahora bien, el plano de la Biblia en conjunto sufre una ruptura del Antiguo al Nuevo Testamento: en el Antiguo era posible cierta ambigüedad entre la trascendencia del reinado de Dios, y la aspiración a la efectiva teocracia en este mundo. Jesús, en cambio, parece haber sido muy claro en su exigencia de aceptar la trascendencia absoluta del Reino. Tan claro que aunque cada evangelista lo formuló con su peculiar lenguaje, todos de alguna manera llegaron a decir eso que Juan pone en una fórmula perfecta: "Mi reino no es de este mundo". Nótese que esto está ya en san Pablo (que escribió no menos de 10 (y aun 20 y 30) años antes que los cuatro evangelistas: "El Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo" (Rom 14,17), otra fórmula perfecta.

La trascendencia del Reino es tan cierta y tan nuclear al conjunto de la Biblia (incluso al Antiguo leído desde el Nuevo), que eso no debemos perderlo bajo ningún concepto, y justifica llamar verdaderos a los caminos 2 y 3 de Hernán, que tienen en esa trascendencia su punto de anclaje. Quien pretenda una instauración del Reino en este mundo, antes o al margen de la instauración trascendente por el propio Cristo (la "segunda venida"), está sencillamente carnalizando (y banalizando) el Reino.
Incluso una tendencia religiosa muy extendida, y que parece hasta apoyada por la literalidad del Apocalipsis (cap. 20) como es el "milenarismo" (la idea de una instauración mundana del Reino antes de la definitiva segunda venida), es explícitamente rechazada por la doctrina de la Iglesia, aun a despecho de que algunos Padres de la Iglesia parece que sí tuvieron ideas semejantes.
Sea como sea que entendamos la realización de la doctrina de Jesús en este mundo -como "preceptos", como "perfección", o de cualquier manera- no podemos tener confusiones al respecto: este mundo no es el Reino, ni lo va a ser nunca.

Dicho lo cual, pareciera que confinarlo al mundo de la lisa y llana "utopía" es rebajar la auténtica fuerza y el raigal significado de ese mensaje. Ricoeur (como ya dije, su teoría de la interacción entre fe y mundo en una productiva laicicidad es para mí la más atractiva de las que he leído) utiliza el término "utopía", pero no sin salvedades: "Si el término no fuera equívoco o ambiguo, yo diría que la comunidad confesante está cargada de utopía..."

La utopía obra en principio de manera ejemplar: nos muestra un ejemplo ideal a imitar que nos lleva a realizar un esfuerzo mayor que el que haríamos si el ejemplo no fuera extremo. No se distingue, en último término, de la eficacia de cualquier ideología, en tanto estamos imbuidos de ella. Dudo mucho que Jesús hubiera pretendido ese encuadre para sus enseñanzas, ¿realmente pretendía con la exigencia al joven rico plantear un ejemplo extremo para que todos nos esforcemos a "un poco más"?
Mejor solución parece la noción de la postura 3 de Hernán, de que la utopía cristiana obra "por atracción", sin embargo, no deja de ser una representación ideológica, dotada de cierta eficacia, pero sólo en el plano de las ideas.
Lo que a mi entender distingue la "utopía" cristiana de la utopía ideológica, es que el punto de referencia nuestro no es la idea, sino la persona de Jesús, su actuación, sus exigencias, y su cumplimiento: "tened los mismos sentimientos de Cristo", dice san Pablo a los Filipenses, y añade para aclarar el concepto: "el cual, siendo de condición divina, no retuvo para sí ávidamente esa condición, al contrario, se anonadó a sí mismo..." (Flp 2,5ss)

El problema de las palabras es que se van tan fácilmente a la ideología.... recuerdo una discusión de foro en la que un dialogante quería convencernos de que (a pesar de lo que dice el evangelio) san José jamás tuvo la menor intención de romper su compromiso matrimonial con la Virgen, porque como era "justo" (lo dice el mismo evangelio), es imposible siquiera que hubiera concebido una idea tan injusta... en suma: la palabra "justo" incluía para él toda la representación cristiana de la justicia. No importaba si estábamos hablando de un premosaico como Noé, de un judío como José, o de un cristiano como nosotros. Las palabras son objetos peligrosos de manipular, cada una debería traer dibujada una calavera.

Jesús enseñó, pero lo que seguimos los cristianos no son las enseñanzas de Jesús, sino la persona de Jesús, de tal modo que es su persona nuestra inspiración, y también nuestro límite. Lo que quiera decir "poner la otra mejilla" no debe juzgarse según las palabras nudas, sino según la actuación de Jesús.

No digo que no pueda alguien pretender como programa de vida la "doctrina" de "poner la otra mejilla", pero realmente ya no está siguiendo a Jesús, ya no está de discípulo sino de maestro. Pues bien, si consigue quién le siga, bienvenido sea para él, pero el creyente en Cristo es aquel que tiene -o que busca tener- "los mismos sentimientos que Cristo Jesús".

La respuesta 1 tiene razón en su radicalismo: el seguimiento de Jesús no admite negociaciones, pero esa respuesta falla en su objeto, no es la doctrina lo que no admite negociaciones, sino la persona de Jesús.
A mi entender una de las cosas que me llaman la atención de Jesús, que me convocan y me provocan, es que nunca rompió con su entorno, nunca se desarraigó, ni llevó a sus discípulos a desarraigarse: era un judío, y siguió siéndolo toda su vida, y murió como judío. No fundó nada nuevo (la Iglesia se fundó en él, a partir de lo cual podemos proyectar teológicamente que la fundó él, pero eso es una teologización), no desechó su cultura, los límites de su tierra, e incluso las tensiones que esos límites provocaban.

En la relación fe-mundo, quien no ame a este mundo nuestro, con todas sus contradicciones y caídas, ¿realmente está basándose en la fe de Jesús?

lunes, 9 de diciembre de 2013

Laicismo II

Francisco planteó una pregunta sobre la cárcel, dice:
«En el Evangelio, Jesús enseña con sus palabras y sus actos a perdonar siempre, a poner la otra mejilla, a no resistir el mal, etc. En esta línea, aparentemente, un cristiano no debería encerrar a su hermano a la fuerza ni entrenar a otros para pedirles que lo hagan por él, aunque aquél hubiera hecho un gran daño. El mandamiento es perdonar.
¿Cuál es él sentido cristiano de castigar al malvado o, si no se lee así, de encarcelar al que viola la ley?»

Carlos le respondió con un principio que parece de lo más lógico y natural:
«El perdón no anula el equilibrio de la culpa»
Luego yo a mi vez también respondí (puede verse allí mismo en los comentarios). Pero Francisco lanza un nuevo reto a ellas. Responder a esas nuevas objeciones se hace un poco difícil en los comentarios; y además me gusta el tema como para complementar el principio de laicismo del que hablé en otro post. Así que este es respuesta a Francisco, pero apunta a un poco más. Igual he conservado la forma de respuesta directa:

Francisco: por la dispersión de mensajes no es problema, el problema es lo que dices... :-) no consigo encontrar por dónde entenderlo... perdona mi sinceridad, sin ánimo de molestar, pero la verdad es que lo veo una ensalada conceptual: mezclas conceptos que corresponden a una visión cristiana del hombre y de la sociedad, y que por tanto pertenecen a los derivados de la fe personal, con conceptos que corresponden a la organización de la sociedad sin más, desde un punto de vista "natural" (por llamarlo de alguna manera).
Vamos por partes:
«la respuesta metafísica está incompleta ya que no explica porqué debemos precisamente nosotros restablecer el equilibrio de la culpa»
¿a qué nosotros te refieres? ¿a los creyentes? ¿o a los seres humanos? creo que Carlos (y lo dí por sentado al llamarla "respuesta metafísica" y no "respuesta religiosa") se refiere a los seres humanos. Los creyentes no tenemos ninguna prerrogativa en eso: como seres humanos, todos estamos llamados a la realización de la justicia. Se puede renunciar a ello, claro, y arruinar la historia, pero si se quiere una sociedad justa, hay que arremangarse y hacerla. Parte de ese hacer (insisto: no religioso sino humano, metafísico) es equilibrar la injusticia herida por el delito.
«¿es un derecho o un deber?»
un deber, está inscripto en el ser humano. Puede no realizarse, y hacer de esta tierra y de esta historia un asco infumable... ah, cierto, es precisamente eso....
«¿es moralmente malo no denunciar al asesino de mi padre?»
Moralmente, en el sentido de una moral natural, sí.
«¿por qué eso se hace con cárcel y no con otras penas o derechamente el ojo por ojo?»
Puede hacerse de otras maneras; ahora se usa la "probation" hasta para infanticidas múltiples, si es con violación y sodomía del nucleo familiar, limpieza de cestos de basura por tres semanas, conmutables por una partida de candy crush... El «ojo por ojo», la «venganza clánica», etc. son otros métodos, parece que peores que la cárcel.
«Si no hay cárceles, ¿debemos encerrar a nuestro hermano en alguna habitación?»
Una cosa es que la sociedad tenga que restablecer el equilibrio, y otra es que deba (o incluso que pueda, que le corresponda) hacerlo cada individuo por su cuenta. Se supone que sólo el Estado detenta el uso de la violencia (y mantener encerrado a uno es violencia) en la sociedad moderna.
«Y si debemos actuar con él como Dios, ¿no deberíamos dejar la maleza con el trigo y también dejar que llueva lo mismo sobre justos e injustos, cómo hace Él?»
Tú como cristiano estás llamado a una forma nueva de relación con el otro ser humano que está cerca de ti, y que debido a tu fe (no por nada que haga él en particular), resulta ser tu hermano y tu prójimo. Si tú consideras que el Evangelio te manda dejarlo crecer como maleza y trigo, tienes que hacerlo, puesto que así lo ves en la fe, y la fe es el criterio más alto que existe. Pero esa interpretación de las cosas te obliga sólo a ti, e incluso puede tener consecuencias en tu vida civil (como pasa con los mártires); pero no puedes pretender la eliminación de la justicia retributiva humana -que es natural y por tanto buena- porque tú te consideras llamado a una justicia superior.
«¿Qué quiere decir "no resistáis al mal" Mt 5?» 
Posiblemente quiere decir que tú no resistas al mal. Yo sólo te puedo decir lo que ese pasaje NO quiere decir: no quiere decir que tú le tienes que imponer a los demás que lo cumplan, ni siquiera aunque tú lo cumplieras.
«¿No decías en otra parte que la frase "tú eres pecador" es casi siempre falsa?. Una especie de principio de incertidumbre que es parte esencial del mandamiento evangélico de no juzgar.»
No tengo ni la menor idea de qué relación le encuentras tú a eso con la cuestión de la justicia humana, ¿pretendes que yo pienso que no debe haber jueces en la vida civil porque Cristo en el Evangelio dice que no juzguemos? Eso está absolutamente lejos de mi forma de ver, de presentar, de considerar y de vivir la relación entre fe y vida civil. Creo que lo que supones es más o menos parecido a como plantean la cosa los cuáqueros o los amish... :-)

Mira, te lo voy a resumir en una frase: la vida civil es y debe ser esencialmente a-tea. El espacio público sólo lo deben ocupar los hombres. Eso se llama «laicismo», y es un modo de resolver la siempre conflictiva relación entre religión y sociedad civil.
Sin embargo, hay que tener cierto cuidado con esa proposición, porque puede entenderse de distintas maneras: hay una forma de laicismo que lo que pretende es eliminar toda presencia religiosa en la vida civil, apoyándose en que el espacio público sólo debe estar ocupado por hombres, no por seres divinos. Enarbola el principio de defensa de los sentimientos adversos, y cuando uno se siente ofendido porque en Roma hay una cruz, hay que quitarla, porque un turista se sintió ofendido...
Eso en realidad es reductivo, y es lo contrario de un espacio público ocupado por hombres. Afirmar que el espacio público está ocupado por hombres significa aceptar la esencial relatividad de cada uno de los hombres que integran ese espacio público, y aceptar por tanto que cada uno lleva un algo de verdad, ¿cuánto? es imposible determinarlo de una manera no totalitaria, así que en bien de todos, aceptamos ese principio de incertidumbre que me hace respetar la verdad de los otros por lo que pudieran tener de verdaderas, y reclamar el respeto de la mía no por lo que tiene de verdadero para mí (que es todo) sino por la parte que le toque en el concierto de la verdad.
Esto trae ciertas consecuencias: por ejemplo, los símbolos religiosos deben aceptarse, pero siempre como expresión de convicciones de seres humanos concretos que forman la sociedad, nunca como «verdades públicas».
Igualmente, no tienen cabida en la vida civil los criterios de justicia del evangelio, aunque a mí como cristiano me parezcan más altos y perfectos que los civiles.
Ahora bien, yo, como cristiano, sí que me puedo, en medio de esa sociedad "a-tea" saber reclamado por Dios, y actuar en mi sociedad promoviendo un cambio, una transformación en la justicia, por ejemplo. Pero si quieres aplicar el criterio de trigo y cizaña a la vida civil, tiene que ser porque lo descubres inscripto entre las formas humanas posibles de la justicia humana, no porque lo dice el evangelio, aunque tú hayas llegado a eso a través del evangelio.
Es una dialéctica difícil, pero nos resguarda de otras formas de interactuar religión y sociedad, que no las libran de mutuos avasallamientos, como es testimonio la historia.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

La responsabilidad de los medios por el malestar social

El caso que voy a comentar tiene muchísimas aristas; acorde con la índole de este blog, sólo me detendré en la cuestión informativa. Veamos primero los antecedentes:
En España rige un código penal con un máximo de 30 años de prisión, sea cual sea el delito cometido; no existe ni la cadena perpetua, ni nada que se le parezca.
Junto a eso, se pueden computar los llamados "beneficios penitenciarios", es decir, reducción del número de años de pena efectivos según distintos modificadores: buena conducta, estudios realizados en prisión, servicios a la comunidad, etc. Si un asesino múltiple fue condenado a 100 años por cada crimen y cometió 10, tendría mil años de pena; pero son teóricos, ya que sólo puede cumplir un máximo de 30. El problema se plantea en el cómputo de la reducción: ¿deben aplicarse a todos los delitos en secuencia, uno por uno, o deben aplicarse a los 30 años, independientemente de la pena a la que teóricamente fue condenado?
Hay defensores de uno y otro sistema, pero lo cierto es que el Código Penal tiene en esto un vacío interpretativo que fue subsanado provisoriamente por los jueces en un caso de hace algunos años, y que se conoce como "doctrina Parot": esa doctrina judicial (no ley) dice que los beneficios deben computarse para cada delito por separado, por lo tanto, aunque sólo fuera a cumplir en conjunto 30, deben tomarse las reducciones como si se refirieran una vez a cada delito, lo que hace muy difícil (sino imposible) la aplicación de esos beneficios.
Una criminal de ETA, Inés del Río, condenada por múltiples asesinatos, recurrió ante las distintas instancias la doctrina Parot, y finalmente el tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo le dio la razón: los beneficios deben computarse a los 30 años en conjunto, no a cada condena por separado, y por tanto ella ya debía estar en la calle desde hacía rato.
Junto a la sentencia referida al caso de Inés del Río, el Poder Judicial en España entendió que con ella quedaba derogada la doctrina Parot en conjunto, y comenzó a largar a la calle a delincuentes que estaban dentro por el cómputo de años según esa doctrina, pero que según el cómputo señalado por Estrasburgo ya debían estar fuera.
Así se producen excarcelaciones sangrantes: asesinos múltiples, violadores, etc, están recibiendo estos días el nuevo cómputo y quedando en libertad, con sus condenas cumplidas legítimamente.
Cualquiera puede ver que hay aquí muchísimos aspectos para analizar, por ejemplo, si era oportuno que el PJ aplicara la sentencia particular de Inés del Río como sentencia generalizada y automática, si además convenía aplicarlo con tanta celeridad, e incluso si la sentencia referida a Inés del Río era inexcusablemente obligatoria, etc. es decir, hay puntas y puntas para analizar la cuestión.
Lo que yo quiero mencionar es el triste papel (una vez más) que cumple el autoproclamado "cuarto poder", es decir, la prensa, en crear un clima social de desazón y percepción de que en España no hay ley ni justicia, a fuerza de titulares engañosos. No digo yo que la justicia en España pueda escribirse con mayúsculas, pero sí estoy convencido de que está muy por encima de cómo la percibe en este momento el ciudadano medio, influido y casi llevado de la mano por una prensa autorreferencial de la que, ya sabemos, sólo podemos hablar mal -esto es: decir la verdad sobre ella- los que nada importamos, por la sencilla razón de que cualquier otro sería acusado de atentar contra la "libertad de información", entendida según los criterios corruptos que rigen los medios.
Un caso de hoy es bien claro en ese aspecto, pero la verdad es que la derogación de la "doctrina Parot" dio lugar a decenas de ellos:
Dice "La Razón" (tomo este como podría tomar cualquier otro, porque además se copian unos a otros):
«Decretan la libertad de un profesor condenado a 220 años por abusos a menores»
Y comienza la noticia:
«La Audiencia de Valencia ha decretado la libertad definitiva, en aplicación de la suspensión de la doctrina Parot, de un profesor de educación física que en 1996 fue condenado a un total de 220 años de cárcel por abusar sexualmente de seis alumnos de entre 8 y 12 años.»

Con sólo leer el titular, no puede uno menos que indignarse, ¿cómo vas a soltar a semejante monstruo? Sin embargo, quien se moleste en seguir leyendo y hacer los cálculos, ve que con la aplicación de la doctrina Parot (con, no sin) su condena terminaba en 2015. Estamos a fines del 2013, o sea que lo que este hombre está ganando es 1 año, no 200.
En prácticamente todos los casos se producen estos números, criminales que tendrían que estar -según la doctrina Parot- 1, 2 o 3 años más, resultan salir ahora. Eso es muy distinto que sugerir por titulares que esta derogación pone en la calle criminales que de otro modo no hubieran salido nunca: sí hubieran salido, y sí hubieran salido -tristemente- pronto.
Hay una difusa percepción ciudadana de que las condenas en España (en realidad habría que decir: en Europa) son demasiado blandas, pero eso es cierto con o sin doctrina Parot, el hecho de que una persona condenada por la violación de 6 chicos sólo tenga un máximo posible de 30 años de cárcel, es de por sí lacerante, que en la práctica nunca sean más de 20, es tremendo, y que encima ahora se le reduzca 1 año, colma el vaso... pero las noticias que están dando lo medios no tienen nada que ver con la realidad: no es cierto lo que se le está haciendo creer a la gente de que sin esta derogación prácticamente estaríamos libres de terroristas y violadores.
Una vez más la prensa pesca según intereses propios, y usa de carnada los sentimientos de los ciudadanos.
Mi conclusión personal: de un periódico -de cualquier ideología y procedencia- lo único que puede creerse es la fecha; aunque incluso en eso, mejor leerla dos veces.