jueves, 25 de julio de 2013

¡Cuánto cuidado hay que tener al comunicar!

Estaba en un sitio de práctica de inglés y me llamó la atención un artículo en el que aparecía la foto del Papa. Es raro, porque en esos sitios se trata de que todo sea lo más neutro ideológica-política-religiosa-sexual-eteceteramente posible. La cuestión es que el artículo decía literalmente lo siguiente:
«El papa Francisco se unió recientemente a Twitter. Quiere que los católicos lo sigan en el sitio web. El Vaticano dice a la gente que quien lo haga será recompensada con una estancia más corta en el purgatorio antes de entrar al cielo.»

Una verdadera animalada, al punto que pensé que se trataba de un chiste, pero resulta que no, cuando voy a las fuentes de estas frases, se trata de un artículo escrito en serio (cierto que con una gran dosis de mala leche...), acerca de las indulgencias concedidas por la Penitenciaría Vaticana a los que participen en la JMJ, extensivas a aquellos que por causas razonables lo hagan a través de los medios electrónicos disponibles en la actualidad.

Las indulgencias son difíciles de entender; lo eran en el siglo XVI y lo son más todavía ahora. Pero convengamos en que ni en el siglo XVI ni ahora parece hacerse demasiado esfuerzo por predicarlas bien. Esto decía la nota del Osservatore Romano del 10 de julio:
«El Papa Francisco ha decidido conceder la indulgencia plenaria y parcial a quienes participarán en la XXVIII Jornada mundial de la juventud, que se celebrará del 22 al 28 de julio en Río de Janeiro, Brasil. La Penitenciaría apostólica ha publicado hoy, en latín y en italiano, el relativo decreto, firmado por el cardenal Monteiro de Castro, penitenciario mayor, y por el regente monseñor Nykiel. La indulgencia se puede lucrar con las condiciones acostumbradas -confesión, comunión y oración por las intenciones del Papa- también por cuantos no podrán estar en la ciudad carioca, pero se unirán espiritualmente a las celebraciones de la JMJ a través de los medios de comunicación»

"indulgencias" y "lucrar", las dos palabras claves: quien no sepa lo que es una indulgencia plenaria o parcial, no necesita más que esas dos palabras para imaginarse cualquier cosa... y ocurrió: al día siguiente, los medios habían imaginado cualquier cosa, y lo que es peor, la habían publicado. Ahora bien, yo me pregunto, ¿no hay nadie en la Penitenciaría Apostólica, o en el bar de la esquina del Vaticano que se dé cuenta que lo que iba a ocurrir era eso?

Naturalmente, el día 17 de julio, ante las notas periodísticas que ya habían difundido viralmente que el Papa perdonaba via twitter (literalmente), News.va sacó un artículo donde por fin explicaba con claridad la cosa, y pedía dar al asunto la mayor difusión:
«Aclaramos que la indulgencia es “la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia” (Catecismo de la Iglesia Católica). Es decir, CON LA INDULGENCIA NO SE PERDONAN LOS PECADOS: LOS PECADOS SE PERDONAN EN EL SACRAMENTO DE LA CONFESIÓN. Pero aunque los pecados sean perdonados en este sacramento, queda aún la llamada “pena temporal”. Esta pena ha de purgarse en esta vida o en la otra (en el purgatorio), para que el fiel cristiano quede libre de los rastros que el pecado ha dejado en su vida. La indulgencia es un perdón gratuito de estas penas temporales.»

Yo creo que ahora sí, por fin, aunque siete días después quedó todo claro... ¿o no?

Yo no sé si ante el riesgo cierto y probable de que se entienda todo mal es mejor descartar las indulgencias, o si hay que mejorar la comunicación pero mantener la predicación de indulgencias. No tengo una respuesta inequívoca; a veces me da la impresión de que nos obstinamos en ellas como un bastión de identidad, más que como un vehículo de gracia, quizás por ello nos importa tan poco que el mundo entienda realmente de qué estamos hablando: sentir que somos incomprendidos es una de las taras de nuestra identidad, en definitiva.

miércoles, 17 de julio de 2013

Una apologética mundana

Siguiendo en el círculo de cuestiones del "Espíritu del Tiempo", leía hoy una noticia en Religión en Libertad, que se titula «¿Qué beneficios deja la JMJ a un país? A España le dejó 354 millones de euros y frutos espirituales». Si el sitio se llamara «Economía en Libertad», el título sería estupendo, completamente pertinente, y además aportaría una auténtica suma de datos interesantes; pero para un blog que se llama «Religión en Libertad», el título no puede ser más desafortunado: ¡toda una cesión de lenguaje al Espíritu del Tiempo!, más lamentable cuanto más el sitio cree estar haciendo apología "de la buena".

A principio del siglo XX (y hélas! aun hoy en algunos webs) se usaba justificar la prohibición del cerdo entre los semitas por el riesgo de triquinosis, la circuncisión por motivos higiénicos, etc... ¡La peor "defensa" de la religión es quitar de ella la motivación religiosa!

Se da por descontado que cualquier evento donde se mueve masas de personas tiene impacto económico, y que ese impacto es positivo... ah, ¿que no se da por descontado? ¿que eso nos lo cuestionan? entonces cuando surge la cuestión, boli en mano, sacar las cuentas y demostrar que los números no están bien calculados.

Aprendamos de quienes mejor se llevan con los criterios de nuestra época: ¿vieron a alguien defender el "gay pride" con argumentos economicistas, porque "deja mucho dinero en turismo"? ¡y deja! Pero quienes defienden el "gay pride" saben perfectamente que el día que eso que deja en turismo se convierte en "argumento apologético", en ese mismo momento han rebajado el valor del evento.

Pero a los nuestros les parece una ingeniosa defensa de la JMJ llamar "beneficios de la JMJ" a los números... es verdad que al menos se acordaron que además deja "frutos espirituales", que quizás también se puedan cuantificar, por ejemplo: "se rezaron 342.000 rosarios, se realizaron 624.000 confesiones, se consumieron 8.000.000 de hostias consagradas...", y así terminamos de arruinar lo poco decente que quedaba en el título... ¡ah, no, si es que de hecho el artículo lo hace!: "un 81% declara que mejoró su relación personal con Dios" (no saben lo contento que está Dios, tiene el 13% más de sonrisa en la cara, y hay 324.000 ángeles más que festejaron desde la anterior JMJ, en la que sólo bailó el 32% de la jerarquía angélica).

El problema fundamental no es que esté mal sacar cuentas (para algunas cosas, realmente lo está, como para los "frutos espirituales"), sino que no cualquier lugar y momento es adecuado para esas cuentas, ni cualquier modo de presentarlo es bueno. Si vas al médico y cuando le preguntas "¿Está Ud. capacitado para operar a mi padre?" te responde "Dios quiera que sí...", te buscarás con rapidez otro médico, y no porque la respuesta no pueda ser religiosamente cierta: dice el salmo "Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles", en definitiva es siempre cierto que estamos en manos de Dios, y aunque alguien sea muy experto en algo, todo depende de la voluntad de Dios. Pero eso, que es cierto, dicho en un contexto inadecuado resulta chabacano y risible.

Creo yo que las cuentas, en este tipo de cosas, sólo se deben sacar "bajo demanda" y siempre en contexto de responder a alguien que cuestiona, de modo que el contexto mismo deje claro que los números no añaden ni quitan nada a la cuestión de fondo, es decir, la significación espiritual de la JMJ, en este caso.

martes, 16 de julio de 2013

¿Qué es la tolerancia?


La tolerancia es una palabra camaleón. Puede asumir una gama entera de colores. Puede sugerir laxitud, relajamiento, cinismo, indiferencia, diversión, cierto grado de desprecio, una variación aceptable de normas. El sentido en que la usamos aquí es el más primitivo: capacidad para llevar el peso de la flaqueza humana, para ajustarse a ella, para aceptarla sin rencor y con una intención reparadora. La tolerancia en este sentido es un aspecto de la caridad cristiana. Es una afirmación de la naturaleza familiar de la Asamblea, de todo el hogar humano. "Hijos míos, amaos los unos a los otros... ¡ayudaos los unos a los otros!"
Tolerancia significa no sólo una resistencia pasiva, sino una actividad, un conjunto de recursos mediante los cuales puede ser suavizada la carga de la existencia. El buen samaritano es el prototipo nazareno del que ayuda activamente a su próximo.
Así, cuando hablamos de tolerancia de la Iglesia primitiva, no nos referimos a prácticas laxas de compromisos dudosos, sino a las medidas activas que la Asamblea de otros tiempos tomaba para ayudar a sus miembros a sobrevivir las tragedias de la vida y permanecer siempre centrados en Cristo y dirigidos hacia él.
La tolerancia de la Iglesia primitiva reconoce simultáneamente la perfección del ideal cristiano y la imperfección de los que luchan por alcanzarlo. Requiere el arrepentimiento y la reforma, pero provee los medios para ambos. Reconoce la Gracia divina por lo que es, no algo vago discutido por teólogos y casuistas, sino un don eficaz de los medios para la salvación, en, a través de y por la asamblea cristiana, la cual instituyó Cristo para perpetuar su propia misión salvadora. Cuando se deroga o niega esta tolerancia, se niega también una porción de la Gracia Salvadora. Y en el mundo confuso y desconcertante de la actualidad, donde el impacto de cualquier acontecimiento es sentido por todo organismo humano, no podemos soportar tal privación.
Palabras de Morris West (sí, el novelista) en uno de sus pocos libros de no ficción, «Escándalo en la asamblea», un interesante alegato en favor de solucionar tolerantemente la cuestión de las rupturas matrimoniales en la Iglesia.
Como concepto de tolerancia no esta nada mal, verdad?

lunes, 15 de julio de 2013

«Contra el Espíritu del tiempo no se lucha»

Pues sí, así de largo, eso pasa por hacerme cuestionamientos difíciles:
Escribí en Espíritu del tiempo que «contra el Espíritu del tiempo no se lucha, se transforma desde adentro, o se queda uno afuera, gimoteando en su frustración y desengaño», y me invita Hernán a aclarar-desarrollar esa idea:


"contra el Espíritu del tiempo no se lucha" 

¿Por qué no? ¿Porque es todopoderoso, porque es bueno, porque es... inevitable? ¿No implica esto una especie de rendición o colaboracionismo inaceptable? ¿El espíritu del tiempo no puede ser, al menos en ciertos tiempos, identificado con "el mundo" en el peor sentido de la palabra, o con "la ciudad del hombre"? Si el espiritu del tiempo resulta ser a-cristiano (o anti cristiano) ¿no hay que luchar contra el para que sobrevenga un "espíritu del tiempo" cristiano? ¿Qué diferencia hay entre "luchar contra" y "transformar desde adentro"?


Dicho entre el menú de opciones y para entrar rápido al tema: el Espíritu del Tiempo es inevitable, así que luchar contra él es inevitablemente... frustrante. En realidad diría aun más: aunque uno crea estar luchando contra el Espíritu del Tiempo, lo más probable es que esté ya inmerso en él, y que la lucha sea solo aparente; como nos percibimos luchando, estamos tranquilos de "estar haciendo algo" cuando en realidad no estamos haciendo propiamente nada, por lo que la frustración es doble: las cosas no cambian, y nuestra lucha parece contra gigantes.


Creo que la cuestión decisiva en esto es suponer que el Espíritu del Tiempo es un conjunto de afirmaciones, una toma de partido ideológica; pero en realidad el Espíritu del Tiempo está más atrás que eso: las afirmaciones ideológicas y las tomas de posición surgen de él, pero no son lo mismo.

Tomemos como ejemplo el "derecho a la vida". Un defensor del "derecho a la vida" y un defensor del "aborto libre" son dos personas que piensan algo no sólo distinto, sino opuesto. Sin embargo, desde el punto de vista del Espíritu del Tiempo, las dos están diciendo lo mismo: del momento en que uno y otro afirman la vida como un derecho (del nasciturus uno, de la madre el otro). La concepción de los "derechos" como lo más evidente, comprensible de suyo y raigal, la percepción de que no hay nada anterior a un "derecho", y que cuando algo es un "derecho" es lo más grande e importante e inalienable que puede llegar a ser, eso es lo propio del Tiempo que nos ha tocado. Combinado con una percepción del individuo como sujeto natural de cada uno de los derechos.

Se podría pensar que es una "mera cuestión de palabras", ¿qué más da? lo importante es que nosotros defendemos la vida y ellos la muerte, ¡y hasta los papas hablan de "derecho a la vida"!
Pero no es una mera cuestión de palabras: nosotros estamos inmersos en la civilización de los derechos individuales, y aceptamos el "derecho a la vida" como expresión adecuada de la inalienabilidad de la vida. Pero lo que decimos con "inalienabilidad de la vida" no es lo mismo que decimos con "derecho a la vida". "Derecho a la vida" es incluso una jitanjáfora, suena bien pero no significa absolutamente nada, porque nadie puede tener un derecho antes de ser, y puesto que la vida es el primer acto de un ser que se define como viviente (casi parezco tomista), su supuesto "derecho" no tiene quién lo ejerza. El nasciturus tiene "derecho a la vida" sólo mientras vive; cuando ya lo han matado, no tiene ningún derecho a la vida, porque ya no es nadie, así que el derecho ese, o es abstracto, o su formulación es inútil.
A nadie se le ocurrió nunca basar la maldad del asesinato en que la víctima tenía "derecho a la vida": la maldad está en el acto, no en una cualidad de la víctima.

El movimiento "provida" se dejó arrastrar al terreno de los "derechos", donde inevitablemente tiene todo para perder, y nada para ganar. Naturalmente, lo pierde todo y no gana nada. No se dejó arrastrar porque fueran idiotas, sino porque no reconocieron la diferencia entre el Espíritu del Tiempo y la dialéctica de las ideologías, entonces pelean al mismo tiempo contra una y otra realidad, que son de muy distinto calibre, y al aceptar positivamente en su lenguaje las bases del lenguaje del individuo cargado de derechos, quedan inermes luchando con las armas de una ideología acuñada en otra época, que respondía a un lenguaje anterior.

¿Qué podía hacerse en lugar de esto? ¿qué puede aun hacerse? Obviamente, no tengo la receta, pero creo que hay algunos pasos completamente necesarios, que pueden asegurar un trabajo más fino que el realizado hasta ahora, y preparar las bases para remontar el reconocimiento del nasciturus.

-Lo primero de todo es reconocer la inadecuación del lenguaje "provida" a su objeto: reconocer que la civilización de los individuos cargados de derechos exige un uso cuidadoso de palabras como "individuo", "persona" y "derecho"; no usar imprudente ni tontamente esas palabras (sí, las encíclicas también caen en un uso pueril de todo ese lenguaje). Es preferible no hablar nunca de "derecho a la vida" antes que enfrentar un "derecho del nasciturus" con un "derecho de la madre".
A mi entender, resistir desde dentro, fermentar la masa, implica comprender muy bien de qué trata la época, y aceptar que tiene su razón de ser, que no llegamos a la civilización de los individuos cargados de derechos porque sí, por tanto ese lenguaje no es un chiste, ni un divertimento para parecer modernos cuando hablamos, es algo serio, que debe ser utilizado con la mayor prudencia. Algo nuevo de a poco puede ser que nazca en este lenguaje que se está poniendo ahora en circulación, del nasciturus como "one of us", mucho más real que un sujeto del "derecho a la vida", pero veremos si la inciativa no termina empastada.

-Una vez depurado el lenguaje fundamental, encontrar dónde se inscribe realmente el problema del nasciturus, que tiene que ver con otro aspecto del Espíritu del Tiempo: la prospectiva.

  • un nuevo ser humano va a venir a una humanidad que no cree ser "corona de la creación", ni que el planeta esté a su disposición, ni que sea el viviente "más perfecto"; por el contrario, un ser humano va a venir y quizás -como dice el movimiento por la extinción voluntaria de ser humano- es como tirar una bomba con forma de bebé al planeta. La sostenibilidad del planeta exige las actuaciones menos caóticas concebibles, y convengamos en que los seres humanos somos especialistas en introducir caos.
  • un nuevo ser humano va a venir, y va a desestabilizar todo el plan de vida de una mujer, eventualmente quizás también del varón, pero fundamentalmente de la mujer. En una civilización de la prospectiva, desestabilizar un plan de vida es casi un crimen de lesa humanidad, así que el nasciturus nace con una culpa doble: la de Adán y la de romper expectativas con la sola idea de su existencia. Quizás se piense que es egoísta esto, pero la prospectiva es esencial a nuestra época, contratamos seguros, queremos saber si mañana va a llover, pagamos la jubilación para cobrar más tarde la jubilación. La prospectiva nos es esencial, ¿por qué no le va a ser esencial a una mujer cualquiera de cualquier parte, que de repente queda embarazada y tiene que rehacer un plan diseñado a lo mejor para años?
  • un nuevo ser humano va a venir, y por lo mismo que amenaza los proyectos maternos, amenaza el equilibrio demográfico. Eso es cierto, nos guste o no, por lo mismo que, no sólo individualmente sino también colectivamente pertenecemos a la civilización del proyecto y el plan de actuación, que exige variables lo más conocidas posible.

Son solo tres aspectos de los que deberá enfrentar el nasciturus si quiere llegar a semoviente. Se me dirá que los seres humanos en vías de nacer siempre enfrentaron esas cuestiones... en abstracto sí, pero en concreto, sólo ahora nos interesa el cálculo y el proyecto del futuro con todo detalle. Y no conozco ni un solo provida que haya renunciado a su jubilación, su seguro médico, sus seguros del hogar, sus plazos fijos, y todos los mecanismos de expresión de la prospectiva. Todos estamos inmersos en la prospectiva, y tenemos que pensar los problemas desde esa realidad.

Se enfoca la lucha provida como si se tratara de pelear contra el egoísmo de las madres que no quieren serlo, como una cuestión de moral personal, pero el problema es a la vez distinto y mayor. Vaya por delante que el egoísmo existe, pero también existe en el provida, y en Juan y en Pedro: el egoísmo no es la variable esencial de este problema.

Dejé para el final la cuestión del "Espíritu del Tiempo" cristiano. Pensar que unos valores epocales son más compatibles con el cristianismo que otros, es persistir en entender el Espíritu del Tiempo en sentido ideológico y/o moral. Una civilización de la prospectiva no es esencialmente menos cristianizable que una caótica. Una civilización que viviera sólo en su puro presente, sin plantearse el futuro de ninguna manera (lo contrario de la prospectiva) sería tan difícil de bautizar como la nuestra. El hombre es difícil de cristianizar. El cristianismo, dicho a grandes rasgos, implica la perdida de control sobre sí mismo, la donación voluntaria del control al otro y a Otro. No está cómodo con ningún juego establecido de valores, y a la vez puede revolverlos todos, y hacerlos llegar más allá de sí mismos, para que den por sí mismos fruto.
-Como cristiano, es eso lo único que me interesa, no la realización de tal o cual plan quinquenal de moralidad colectiva. Si todo el mundo fuera aparentemente cristiano, fuera  a misa los domingos y no abortara, me sentiría tan cristianamente frustrado como ahora, o posiblemente más.
-Como ser humano, me interesa que nuestra civilización del proyecto no nos ahogue, y que nuestra civilización de individuos no nos haga perder "la comunicación, como se da una flor, más allá de sí misma, en el olvido puro de ella misma", para decirlo en la especial expresión de Juanele. No se arregla cambiándole el Espíritu a nuestro tiempo, se arregla explorando a fondo las posibilidades de trascendencia del que tenemos, y si eso implica que cambie, ya nos lo hará saber, sin que se lo preguntemos.

domingo, 14 de julio de 2013

Platón y el Espíritu del Tiempo

Hernán me hace algunas puntualizaciones/objeciones al post acerca de El Espíritu del Tiempo. Dicen así:

1. La vida y obra de Platón (y Sócrates) se define en buena medida por la lucha contra los sofistas, que vendría a ser igual a la lucha contra "el espíritu del tiempo". Ahora bien, esa lucha estaba equivocada, era corta de vista, al modo que lo es la de estos católicos conservas. Ergo, Platón (y con él Sócrates) es, en lo esencial, un pavote.


2. Análogamente, y a la inversa: puesto que Platón (y con él Sócrates) no es ningún pavote, y que su aparente fracaso terminó fundando (o poco menos) la civilización occidental, y que el helenismo (del cual es eximio representante) terminó siendo un ingrediente poco menos que esencial de cristianismo, está bien pelear, como hizo él y como hacen los católicos en clave reaccionaria-contra-cultural.


Hay una tercera objeción, pero la trataré aparte en estos días.

Son puntualizaciones de lo más complejas. Diré que la primera me comenzó a desvelar al minuto siguiente de poner el post. Si yo mismo pienso que Platón es el fundador de nuestra civilización, ¿cómo puedo al mismo tiempo suponer que no comprendió lo que se estaba gestando en su época, y en gran medida luchó vanamente?
A mi entender hay dos aspectos en esto: la obra del artista (asimilemos provisoriamente a Platón a un artista, que ciertamente  lo es), que es la que funda época, y la personalidad y vida del artista, que a veces acompaña mejor y otras peor a su obra.
La obra de Platón, lo que ella funda de permanente, trasciende por completo sus propia percepción de los problemas -en especial de los problemas políticos-, en muchísimos de los cuales equivocó el rumbo, y en esto no es defendible.
Veo difícil explicar esta tesis sin adentrarme en la cuestión de la vida y la obra de Platón (y alejarme, por tanto, del objetivo del post) pero intentaré unas pinceladas: Platón estaba convencido de que la educación, en el sentido del esclarecimiento de la conciencia adormecida por la ignorancia y el consecuente vicio moral, era suficiente para concebir en el hombre el deseo de justicia y ponerse en camino hacia el Bien (pelagianismo avant la lettre). Creyó encontrar en Dionisio de Siracusa padre, y luego en el hijo, a dos gobernantes que, suficientemente esclarecidos, lograrían encaminar su pueblo al Bien. Fracasó rotundamente en el intento, lo que le costó parte de su hacienda, y casi su vida, y ciertamente probar la amarguísima experiencia de la esclavitud.  Estoy simplificando mucho un proceso de años.
De esas experiencias fallidas Platón sacó varias conclusiones, que las expresa con exquisitez en la Carta VII; algunas son conclusiones circunstanciales, autoexcusas, etc. Otra, la que está en el centro de la llamada "gran digresión" de la carta, consiste en descubrir la gran trampa del lenguaje: la verdad no se halla, como había postulado Sócrates, como una claridad progresivamente alcanzada, sino que adviene en un acto súbito de iluminación que ciega al hombre, y hace al sabio necio a los ojos del mundo. Eso es de lo que Platón habló a partir de allí, en todas las formas en que pudo (es la esencia del famoso "relato de la caverna", y de muchos otros textos). No abandonó más que al final a su personaje Sócrates, pero se fue distanciando cada vez más de él, sin negarle la gratitud que le debía.
Con ese descubrimiento Platón dio en la clave de por qué surgían sofistas en su época: la trascendencia de la verdad hace más probable al sofista que al sabio, y en definitiva, incluso el sabio, en tanto opinador, resulta un sofista. El propio Platón se ríe de su propia obra ("Platón nunca ha escrito nada, lo que has leído con su nombre es de un cierto Sócrates, vuelto al esplendor de su primera juventud...").
En toda su última etapa Platón escribe a dos bandas: su sueño de una política regida por la Justicia, y su percepción del carácter esquivo, trascendente de la Verdad, que hace imposible la Justicia entre los hombres. ¿Cuál de las dos líneas es el gran Platón? No importa la respuesta, ni mucho menos mi respuesta, sino sólo percibir que Platón es dos platones, y sí, efectivamente, uno puede llegar a ser pavote, mientras el otro funda un mundo.

Una constatación fuera de programa pero muy ilustrativa es hasta qué punto en la historia del arte y en la historia de la filosofía, el pensador ha estado del lado equivocado, lo que resalta más todavía cuanto más luce en él el descubrimiento de la verdad. Pensemos en Heidegger y su maridaje con el nazismo (nada circunstancial ni pasajero), por poner sólo un ejemplo entre muchos.

Sí, los artistas son muchas veces pavotes, es su obra (objetiva, externa a ellos) lo que crea un mundo, no su obrar personal. Tal vez constatando esto Hegel llegó a la completa objetividad de la Idea, que crea en la historia su propia verdad, independientemente de los "sistemas", "religiones", etc a través de los cuales se expresa. No soy Hegel ni hegeliano, pero este aspecto lo considero probado.

La segunda objeción de Hernán, en atención a esto, se responde sola: se puede ser tan pavote como Platón, lo que es difícil es ser tan genial como él. No sabemos si Platón, en vez de empeñarse en su lucha contracultural, hubiera llegado más directamente a su descubrimiento trascendente acerca de la verdad, quizás se hubiera descaminado. Pero no podemos pensar con posibles históricos: lo cierto es que su descubrimiento reniega de su praxis política. Los que venimos después no podemos ser pavotes como él.

lunes, 8 de julio de 2013

Lampedusa

Europa está muerta en el corazón. Su crisis no es ni económica, ni política, ¡ni siquiera de valores! Es de amor a la vida. En Lampedusa no murieron unos migrantes de casualidad. Es vox populi que conforme llegan las pateras al sur de Italia, mucho de su cargamento humano desaparece en las aguas, y nadie da cuenta de ellos. Cuando llegan a España reciben un trato un poco mejor, por cuestiones legales, pero en la mente de los españoles, como de los italianos, como de los franceses, alemanes, etc. se trata siempre de lo mismo: no son personas, son "invasores", fuerza de trabajo excedente en un mercado saturado y deprimido. Vienen a quitarnos "nuestro" bienestar.
Esta Europa muerta se ha enterrado en la tumba de dos siglos de liberalismo económico. ¡Europa, que es ella misma un mosaico de migraciones! de caóticos movimientos de pueblos, internos y externos. Y esa es la variedad, y esa es la riqueza, y esa fue la grandeza de Europa.
Sin embargo esta Europa actual ya no tiene esa riqueza, ha convertido su riqueza en racionalidad económica, superestruturalmente defendida por una religión temerosa de que "los de fuera" vengan a traer costumbres extrañas y dioses extranjeros.
Se justifican diciendo que una migración caótica es insostenible. Y tienen razón, desde el punto de vista liberal, para quienes el hombre es primero una fuerza de trabajo, una fuerza de producción. Si tenemos la suerte de nacer (es decir, si somos lo suficientemente sanos y lindos para el futuro mercado laboral, si no nos desahucian en las barrigas), generosamente el estado nos educa para la vida, es decir, para trabajar y producir, envejecer sin molestar demasiado, y morirnos más pronto que tarde.
Es a esto, específicamente a esto a lo que lo que la fe cristiana debería ser capaz de resistir hoy, y a esto le ha dicho el Papa hoy una palabra clara y transparente. El valor de esa palabra es que no era del Papa: "¿Dónde está tu hermano?" El papa ha viajado a Lampedusa a decir que la racionalidad de la exclusión no es una racionalidad que el cristiano pueda apoyar, seguir o favorecer, ni siquiera tácitamente. No podemos ser aliados, ni siquiera aliados tácticos, de ninguna forma de exclusión. La globalización de la indiferencia no es para nosotros.

jueves, 4 de julio de 2013

La diferencia

De lo que quiero hablar me resulta difícil, tiene que ver con la convicción, y con la comunicación, cada vez más complicada en un mundo lleno a rabiar de ideologías, entre las cuales una puede llegar a ser la nuestra.
Ayer hazteOir publicó un artículo sobre una pareja gay que adoptó un chico y luego lo prostituyó. Naturalmente el caso es espeluznante. Pero no es espeluznante porque se trate de una pareja gay, es espeluznante porque se trata de un abuso infantil. Si lo hubiera cometido una pareja heterosexual, un sacerdote, un monje del desierto o un marciano sería igual de espeluznante. Y no son ejemplos retóricos (excepto el del marciano, claro): es que realmente la pederastia se da en todos los niveles, en todos los grupos, en todas las profesiones, etc.
Me justifican que el mayor énfasis de HO en esto tiene que ver con que "una pareja de personas del mismo sexo, estadísticamente hablando, implica un mayor riesgo de abuso que una pareja heterosexual", según uno de estos expertos que dan vueltas por internet avalando toda clase de conclusiones de quien haya llegado previamente a esa conclusión. Puede ser, no sé, ni soy autoridad para saber si la conclusión del experto es realmente concluyente. Pero en todo caso aun estoy esperando las alertas de HO por abusos de sacerdotes, o sin ir más lejos, por abusos de parejas heterosexuales. Mientras tanto será difícil creer que a HO le mueve la compasión por el niño abusado, y no la ideología contra la adopción homosexual.
Esto es un ejemplo de mala comunicación católica, de una comunicación mundanizada, que ha declinado el catolicismo como valor fundamental (que implica verdad, pero no sólo ella, sino justicia, misericordia, caridad, y fundamentalmente, que el bien está en las personas particulares, en el abusado concreto, no en el abstracto de la bandera), y ha enarbolado la lucha ideológica.
Un ejemplo de buena comunicación católica (que también, aunque  menos, la hay): el Vatican Insider. Un periódico católico que sin embargo, cuando tiene que informar suciedades de dentro, también lo hace, y no como quien se pone del lado bueno y denuncia, sino como quien, sabiendo que su tarea es informar, simplemente informa. Por ejemplo hoy salió un artículo sobre la la arquidiócesis de Milwaukee, en USA. El artículo no favorece a Dolan, a pesar de que es una figura querida, y que el propio periódico ha "promovido", si se puede decir así. No es casual que, excepto Religión Digital, en español prácticamente ningún medio católico informó adecuadamente de todo el affaire de hace dos semanas en la supuesta filtración de las palabras del Papa en la conferencia con los religiosos... eso no convenía informarlo.
La conclusión es simple: cuando un medio católico primero piensa en qué y cómo conviene informarlo, ya ha dejado de ser un medio católico, puesto que su criterio se ha vuelto raigalmente "del mundo", incluso aunque eso que informa sea circunstancialmente cierto. "Lo católico" (si es que la expresión tiene sentido) no está en la acera de enfrente de lo demás, la diferencia está en el modo, en la dimensión de profundidad. No en el código de cosas a defender, sino en la atención a las personas, a cada persona y su bien concreto y real.