jueves, 25 de julio de 2013

¡Cuánto cuidado hay que tener al comunicar!

Estaba en un sitio de práctica de inglés y me llamó la atención un artículo en el que aparecía la foto del Papa. Es raro, porque en esos sitios se trata de que todo sea lo más neutro ideológica-política-religiosa-sexual-eteceteramente posible. La cuestión es que el artículo decía literalmente lo siguiente:
«El papa Francisco se unió recientemente a Twitter. Quiere que los católicos lo sigan en el sitio web. El Vaticano dice a la gente que quien lo haga será recompensada con una estancia más corta en el purgatorio antes de entrar al cielo.»

Una verdadera animalada, al punto que pensé que se trataba de un chiste, pero resulta que no, cuando voy a las fuentes de estas frases, se trata de un artículo escrito en serio (cierto que con una gran dosis de mala leche...), acerca de las indulgencias concedidas por la Penitenciaría Vaticana a los que participen en la JMJ, extensivas a aquellos que por causas razonables lo hagan a través de los medios electrónicos disponibles en la actualidad.

Las indulgencias son difíciles de entender; lo eran en el siglo XVI y lo son más todavía ahora. Pero convengamos en que ni en el siglo XVI ni ahora parece hacerse demasiado esfuerzo por predicarlas bien. Esto decía la nota del Osservatore Romano del 10 de julio:
«El Papa Francisco ha decidido conceder la indulgencia plenaria y parcial a quienes participarán en la XXVIII Jornada mundial de la juventud, que se celebrará del 22 al 28 de julio en Río de Janeiro, Brasil. La Penitenciaría apostólica ha publicado hoy, en latín y en italiano, el relativo decreto, firmado por el cardenal Monteiro de Castro, penitenciario mayor, y por el regente monseñor Nykiel. La indulgencia se puede lucrar con las condiciones acostumbradas -confesión, comunión y oración por las intenciones del Papa- también por cuantos no podrán estar en la ciudad carioca, pero se unirán espiritualmente a las celebraciones de la JMJ a través de los medios de comunicación»

"indulgencias" y "lucrar", las dos palabras claves: quien no sepa lo que es una indulgencia plenaria o parcial, no necesita más que esas dos palabras para imaginarse cualquier cosa... y ocurrió: al día siguiente, los medios habían imaginado cualquier cosa, y lo que es peor, la habían publicado. Ahora bien, yo me pregunto, ¿no hay nadie en la Penitenciaría Apostólica, o en el bar de la esquina del Vaticano que se dé cuenta que lo que iba a ocurrir era eso?

Naturalmente, el día 17 de julio, ante las notas periodísticas que ya habían difundido viralmente que el Papa perdonaba via twitter (literalmente), News.va sacó un artículo donde por fin explicaba con claridad la cosa, y pedía dar al asunto la mayor difusión:
«Aclaramos que la indulgencia es “la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia” (Catecismo de la Iglesia Católica). Es decir, CON LA INDULGENCIA NO SE PERDONAN LOS PECADOS: LOS PECADOS SE PERDONAN EN EL SACRAMENTO DE LA CONFESIÓN. Pero aunque los pecados sean perdonados en este sacramento, queda aún la llamada “pena temporal”. Esta pena ha de purgarse en esta vida o en la otra (en el purgatorio), para que el fiel cristiano quede libre de los rastros que el pecado ha dejado en su vida. La indulgencia es un perdón gratuito de estas penas temporales.»

Yo creo que ahora sí, por fin, aunque siete días después quedó todo claro... ¿o no?

Yo no sé si ante el riesgo cierto y probable de que se entienda todo mal es mejor descartar las indulgencias, o si hay que mejorar la comunicación pero mantener la predicación de indulgencias. No tengo una respuesta inequívoca; a veces me da la impresión de que nos obstinamos en ellas como un bastión de identidad, más que como un vehículo de gracia, quizás por ello nos importa tan poco que el mundo entienda realmente de qué estamos hablando: sentir que somos incomprendidos es una de las taras de nuestra identidad, en definitiva.

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