lunes, 15 de julio de 2013

«Contra el Espíritu del tiempo no se lucha»

Pues sí, así de largo, eso pasa por hacerme cuestionamientos difíciles:
Escribí en Espíritu del tiempo que «contra el Espíritu del tiempo no se lucha, se transforma desde adentro, o se queda uno afuera, gimoteando en su frustración y desengaño», y me invita Hernán a aclarar-desarrollar esa idea:


"contra el Espíritu del tiempo no se lucha" 

¿Por qué no? ¿Porque es todopoderoso, porque es bueno, porque es... inevitable? ¿No implica esto una especie de rendición o colaboracionismo inaceptable? ¿El espíritu del tiempo no puede ser, al menos en ciertos tiempos, identificado con "el mundo" en el peor sentido de la palabra, o con "la ciudad del hombre"? Si el espiritu del tiempo resulta ser a-cristiano (o anti cristiano) ¿no hay que luchar contra el para que sobrevenga un "espíritu del tiempo" cristiano? ¿Qué diferencia hay entre "luchar contra" y "transformar desde adentro"?


Dicho entre el menú de opciones y para entrar rápido al tema: el Espíritu del Tiempo es inevitable, así que luchar contra él es inevitablemente... frustrante. En realidad diría aun más: aunque uno crea estar luchando contra el Espíritu del Tiempo, lo más probable es que esté ya inmerso en él, y que la lucha sea solo aparente; como nos percibimos luchando, estamos tranquilos de "estar haciendo algo" cuando en realidad no estamos haciendo propiamente nada, por lo que la frustración es doble: las cosas no cambian, y nuestra lucha parece contra gigantes.


Creo que la cuestión decisiva en esto es suponer que el Espíritu del Tiempo es un conjunto de afirmaciones, una toma de partido ideológica; pero en realidad el Espíritu del Tiempo está más atrás que eso: las afirmaciones ideológicas y las tomas de posición surgen de él, pero no son lo mismo.

Tomemos como ejemplo el "derecho a la vida". Un defensor del "derecho a la vida" y un defensor del "aborto libre" son dos personas que piensan algo no sólo distinto, sino opuesto. Sin embargo, desde el punto de vista del Espíritu del Tiempo, las dos están diciendo lo mismo: del momento en que uno y otro afirman la vida como un derecho (del nasciturus uno, de la madre el otro). La concepción de los "derechos" como lo más evidente, comprensible de suyo y raigal, la percepción de que no hay nada anterior a un "derecho", y que cuando algo es un "derecho" es lo más grande e importante e inalienable que puede llegar a ser, eso es lo propio del Tiempo que nos ha tocado. Combinado con una percepción del individuo como sujeto natural de cada uno de los derechos.

Se podría pensar que es una "mera cuestión de palabras", ¿qué más da? lo importante es que nosotros defendemos la vida y ellos la muerte, ¡y hasta los papas hablan de "derecho a la vida"!
Pero no es una mera cuestión de palabras: nosotros estamos inmersos en la civilización de los derechos individuales, y aceptamos el "derecho a la vida" como expresión adecuada de la inalienabilidad de la vida. Pero lo que decimos con "inalienabilidad de la vida" no es lo mismo que decimos con "derecho a la vida". "Derecho a la vida" es incluso una jitanjáfora, suena bien pero no significa absolutamente nada, porque nadie puede tener un derecho antes de ser, y puesto que la vida es el primer acto de un ser que se define como viviente (casi parezco tomista), su supuesto "derecho" no tiene quién lo ejerza. El nasciturus tiene "derecho a la vida" sólo mientras vive; cuando ya lo han matado, no tiene ningún derecho a la vida, porque ya no es nadie, así que el derecho ese, o es abstracto, o su formulación es inútil.
A nadie se le ocurrió nunca basar la maldad del asesinato en que la víctima tenía "derecho a la vida": la maldad está en el acto, no en una cualidad de la víctima.

El movimiento "provida" se dejó arrastrar al terreno de los "derechos", donde inevitablemente tiene todo para perder, y nada para ganar. Naturalmente, lo pierde todo y no gana nada. No se dejó arrastrar porque fueran idiotas, sino porque no reconocieron la diferencia entre el Espíritu del Tiempo y la dialéctica de las ideologías, entonces pelean al mismo tiempo contra una y otra realidad, que son de muy distinto calibre, y al aceptar positivamente en su lenguaje las bases del lenguaje del individuo cargado de derechos, quedan inermes luchando con las armas de una ideología acuñada en otra época, que respondía a un lenguaje anterior.

¿Qué podía hacerse en lugar de esto? ¿qué puede aun hacerse? Obviamente, no tengo la receta, pero creo que hay algunos pasos completamente necesarios, que pueden asegurar un trabajo más fino que el realizado hasta ahora, y preparar las bases para remontar el reconocimiento del nasciturus.

-Lo primero de todo es reconocer la inadecuación del lenguaje "provida" a su objeto: reconocer que la civilización de los individuos cargados de derechos exige un uso cuidadoso de palabras como "individuo", "persona" y "derecho"; no usar imprudente ni tontamente esas palabras (sí, las encíclicas también caen en un uso pueril de todo ese lenguaje). Es preferible no hablar nunca de "derecho a la vida" antes que enfrentar un "derecho del nasciturus" con un "derecho de la madre".
A mi entender, resistir desde dentro, fermentar la masa, implica comprender muy bien de qué trata la época, y aceptar que tiene su razón de ser, que no llegamos a la civilización de los individuos cargados de derechos porque sí, por tanto ese lenguaje no es un chiste, ni un divertimento para parecer modernos cuando hablamos, es algo serio, que debe ser utilizado con la mayor prudencia. Algo nuevo de a poco puede ser que nazca en este lenguaje que se está poniendo ahora en circulación, del nasciturus como "one of us", mucho más real que un sujeto del "derecho a la vida", pero veremos si la inciativa no termina empastada.

-Una vez depurado el lenguaje fundamental, encontrar dónde se inscribe realmente el problema del nasciturus, que tiene que ver con otro aspecto del Espíritu del Tiempo: la prospectiva.

  • un nuevo ser humano va a venir a una humanidad que no cree ser "corona de la creación", ni que el planeta esté a su disposición, ni que sea el viviente "más perfecto"; por el contrario, un ser humano va a venir y quizás -como dice el movimiento por la extinción voluntaria de ser humano- es como tirar una bomba con forma de bebé al planeta. La sostenibilidad del planeta exige las actuaciones menos caóticas concebibles, y convengamos en que los seres humanos somos especialistas en introducir caos.
  • un nuevo ser humano va a venir, y va a desestabilizar todo el plan de vida de una mujer, eventualmente quizás también del varón, pero fundamentalmente de la mujer. En una civilización de la prospectiva, desestabilizar un plan de vida es casi un crimen de lesa humanidad, así que el nasciturus nace con una culpa doble: la de Adán y la de romper expectativas con la sola idea de su existencia. Quizás se piense que es egoísta esto, pero la prospectiva es esencial a nuestra época, contratamos seguros, queremos saber si mañana va a llover, pagamos la jubilación para cobrar más tarde la jubilación. La prospectiva nos es esencial, ¿por qué no le va a ser esencial a una mujer cualquiera de cualquier parte, que de repente queda embarazada y tiene que rehacer un plan diseñado a lo mejor para años?
  • un nuevo ser humano va a venir, y por lo mismo que amenaza los proyectos maternos, amenaza el equilibrio demográfico. Eso es cierto, nos guste o no, por lo mismo que, no sólo individualmente sino también colectivamente pertenecemos a la civilización del proyecto y el plan de actuación, que exige variables lo más conocidas posible.

Son solo tres aspectos de los que deberá enfrentar el nasciturus si quiere llegar a semoviente. Se me dirá que los seres humanos en vías de nacer siempre enfrentaron esas cuestiones... en abstracto sí, pero en concreto, sólo ahora nos interesa el cálculo y el proyecto del futuro con todo detalle. Y no conozco ni un solo provida que haya renunciado a su jubilación, su seguro médico, sus seguros del hogar, sus plazos fijos, y todos los mecanismos de expresión de la prospectiva. Todos estamos inmersos en la prospectiva, y tenemos que pensar los problemas desde esa realidad.

Se enfoca la lucha provida como si se tratara de pelear contra el egoísmo de las madres que no quieren serlo, como una cuestión de moral personal, pero el problema es a la vez distinto y mayor. Vaya por delante que el egoísmo existe, pero también existe en el provida, y en Juan y en Pedro: el egoísmo no es la variable esencial de este problema.

Dejé para el final la cuestión del "Espíritu del Tiempo" cristiano. Pensar que unos valores epocales son más compatibles con el cristianismo que otros, es persistir en entender el Espíritu del Tiempo en sentido ideológico y/o moral. Una civilización de la prospectiva no es esencialmente menos cristianizable que una caótica. Una civilización que viviera sólo en su puro presente, sin plantearse el futuro de ninguna manera (lo contrario de la prospectiva) sería tan difícil de bautizar como la nuestra. El hombre es difícil de cristianizar. El cristianismo, dicho a grandes rasgos, implica la perdida de control sobre sí mismo, la donación voluntaria del control al otro y a Otro. No está cómodo con ningún juego establecido de valores, y a la vez puede revolverlos todos, y hacerlos llegar más allá de sí mismos, para que den por sí mismos fruto.
-Como cristiano, es eso lo único que me interesa, no la realización de tal o cual plan quinquenal de moralidad colectiva. Si todo el mundo fuera aparentemente cristiano, fuera  a misa los domingos y no abortara, me sentiría tan cristianamente frustrado como ahora, o posiblemente más.
-Como ser humano, me interesa que nuestra civilización del proyecto no nos ahogue, y que nuestra civilización de individuos no nos haga perder "la comunicación, como se da una flor, más allá de sí misma, en el olvido puro de ella misma", para decirlo en la especial expresión de Juanele. No se arregla cambiándole el Espíritu a nuestro tiempo, se arregla explorando a fondo las posibilidades de trascendencia del que tenemos, y si eso implica que cambie, ya nos lo hará saber, sin que se lo preguntemos.

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