martes, 24 de diciembre de 2013

Símbolos de la navidad


La navidad, como fiesta religiosa de gran arraigo en la cultura occidental -y expandida a través de algunos de sus símbolos secundarios, como Papa Nöel o los regalos- a todo el mundo, está llena de símbolos de valor propio.
Los símbolos siempre hablan de cómo una comunidad concreta, particular, se apropia de realidades inefables. Es necesario símbolos para la navidad, como lo es para el amor a la patria o al equipo de fútbol, sin pretender, desde luego, comparar la trascendencia de uno y otro amor, sólo el hecho de que son amores inefables.
Los símbolos son siempre algo particular y casi arbitrario, suelen tener valor diferenciador (yo tengo esta bandera, que equivale a que aquella otra no es mi bandera), y hablan al corazón de manera directa.

En España es común que las familias cristianas aclaren que son "más de reyes que de Papa Nöel", como si eso significara que son más cristianas, lejanas al "neopaganismo papanoélico", o "más de belén que de arbolito". Belén (pesebre o nacimiento), Papá Noël (Santa Klaus, San Nicolás, o simplemente Santa), el arbolito y los Reyes Magos providentes son símbolos navideños todos ellos. En estos tiempos de interacción rápida entre las culturas, es posible que muchos sientan algunos de esos símbolos -especialmente "Santa"- como una invasión en el propio espacio cristiano. Pero es un espejismo: el "espacio cristiano" no es la propia cultura, sino la propia fe cristiana, y esta no tiene unos simbolos privilegiados por sobre otros, también cristianos. En particular, es tan hermoso -y tan cristiano- el símbolo de Papa Nöel trayendo regalos a los niños en atención al nacimiento de Jesús como el mismo símbolo encarnado por los Reyes, o por el Arbolito.

El árbol providente, aunque aparece también en el Nuevo Testamento (Apocalipsis 22,2.14), es religiosamente un símbolo muy propio del Antiguo Testamento, que hunde su significación en el árbol de la vida de Gn 2-3, pero también es el hombre mismo, engrandecido por Dios (Ez 31). El nacimiento y sus pequeños signos conexos (buey y mula, establo, etc) es una representación devenida símbolo (es decir, que deja de ser una mera copia realista de la escena, para hablar directo al corazón), al igual que los "Reyes Magos", aunque en este último caso bastante alejados de como los representa el Nuevo Testamento. Papa Nöel es bien sabido que es una deformación del nombre de San Nicolás, el obispo de Mira en el siglo III, una de cuyas anécdotas habla de que su caridad le llevaba a hacer regalos a escondidas a los pobres.

Por supuesto, como ocurre con todos estos símbolos, ninguno deja de tner su correlato en la cultura pagana: los árboles son objetos de culto mágico desde los orígenes de la humanidad, ¡el mismo nacimiento fue ubicado por el cristianismo en esta fecha en "diálogo" con el culto pagano al Sol Invicto! El hecho de que los símbolos de navidad tengan un correlato pagano, no los hace paganos, así como el hecho de que mucha gente que no cree en Cristo celebre la navidad no desnaturaliza en absoluto nuestra fiesta cristiana, al contrario, yo diría que es la ocasión para agradecer a Dios que su plan providente de salvación se cumpla, incluso a pesar de la nula disposición de los shoppings a dar testimonio del Dios vivo y verdadero...

«Revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador, donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos.» (Col 3,10-11)

¿Donde se cumple mejor esta palabra sino en una fecha en al que el mundo entero se viste de Cristo, incluso aunque no lo sepa?

La exigencia cristiana, más que pretender la exclusividad de los símbolos, debería ser ocupar la avanzadilla del mundo en cuanto al versículo que sigue a este himno de Colosenses:

«Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro.» (Col 3,12-13)

Ese es, creo yo, el diferencial cristiano, más que si uno es de Santa o de Reyes, o de arbolito o belén.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Los tres caminos


El tema de por sí interesante del laicismo recibió un impulso inesperado con los aportes de Francisco, Jorge y Hernán. Todo el conjunto de la discusión puede seguirse en los comentarios de ellos tres, y alguno mío, al post Laicismo II. Imposible resumir todas las aristas de la cuestión tal como cada uno la va planteando -y que no ha terminado-, pero quisiera tomar como punto de partida aquí un mensaje de Hernán que resume en tres posiciones las posibilidades de la interacción entre las exigencias absolutas de Jesús (no devolver mal por mal, poner la otra mejilla, no juzgar, ¿y no caben aquí el adulterio con el sólo pensamiento, la indisolubilidad absoluta del matrimonio, el llamado a vender todo y dárselo a los pobres, etc?) y la relatividad de nuestra vida "en el mundo". Dice Hernán (quito un par de frases, la lectura completa en los comentarios mencionados):


Algunas explicaciones sencillas sobre tales exigencias serían:
1. (la, digamos, anarquista/fundamentalista): obligan, a la letra, a los cristianos, sin más, y que en tanto no las seguimos a la letra estamos faltando a la voluntad de Dios; el resto son excusas que inventa la mediocridad humana para "no ser perfectos como el Padre es perfecto" ; esta mediocridad será comprensible, pero esto no es seguir el mensaje de Cristo; y a los reparos de los que objetan "así la cilivización no podría subsistir", hay que responder: me ne frega la civilización, el cristianismo no tiene nada que ver con eso, a Cristo la promoción de la sociedad no le importa en lo más mínimo (es cosa "del César"), no sabemos si la civilización tolera la perfección cristiana, si no la tolera, peor para ella [...] En suma: Tolstoi tenía razón.
2. (la, digamos, dualista/conservadora) no deben tomarse al pie de la letra, pues su cumplimiento es incompatible con la civilización humana. Jesús (y la Iglesia) conocen las limitaciones del hombre, su naturaleza redimida-pero-caída, y quieren su bien social; las exigencias se refieren al Reino de Dios, que no es de este mundo; pero estamos en el mundo, y procurar su bien es también cumplir la voluntad de Cristo. No debemos pues aplicarnos esas exigencias, ni pretender endilgárselas a nuestro prójimo cristiano (ni siquiera al mismo Jesús: que no ofreció su otra mejilla cuando el guardia lo abofeteó, sino que intentó hacerlo entrar en justicia), ni tomarlas como una especie de programa social. ¿Y qué hacemos con ellas? Por un lado, son para los cristianos una especie de referencia ideal, de cómo deberían ser las cosas, y de cómo en alguna forma serán (pero definitivamente NO en este mundo); por otro lado, son en alguna medida exigencias, pero no para todos los cristianos sino para determinados "imitadores", los que eligen libremente un especial "estado de perfección", y cuyo seguimiento (heroico) resulta inspiración, denuncia y bendición para la cristiandad.
3. (la, digamos, dualista/progresista) sólo son posibles de cumplir en el marco del Reino de Dios, el cual no es de este mundo, pero al cual tendemos, en una especie de convergencia; vivimos en el mundo, y determinadas exigencias evangélicas son socialmente inviables; pero en ese caso los cristianos deben hacerse cargo del déficit, y asumir la otra exigencia: la de crecer y hacer la civilización humana mediante el fermento cristiano, de manera que aquellas exigencias evangélicas sean menos imposibles (en un tiempo los cristianos pensaban que la tortura y la pena de muerte eran males necesarios para la supervivencia de la civilización). Las exigencias, pues, actúan como puntos de atracción, para todos los cristianos. [...]

Por mi parte, no consigo entender las tres como opuestas. Ya sé que desde un punto de vista lógico lo son, pero creo que las tres están en el "logos" de la cuestión, en su núcleo de sentido, y por tanto las tres contienen verdad. Otra cosa es si las podemos combinar en cada vida, en todo momento.

Apuntaba Jorge que es necesario ver las exigencias absolutas en el plano de la Biblia en conjunto, no como frases aisladas. Eso es fundamental. Ahora bien, el plano de la Biblia en conjunto sufre una ruptura del Antiguo al Nuevo Testamento: en el Antiguo era posible cierta ambigüedad entre la trascendencia del reinado de Dios, y la aspiración a la efectiva teocracia en este mundo. Jesús, en cambio, parece haber sido muy claro en su exigencia de aceptar la trascendencia absoluta del Reino. Tan claro que aunque cada evangelista lo formuló con su peculiar lenguaje, todos de alguna manera llegaron a decir eso que Juan pone en una fórmula perfecta: "Mi reino no es de este mundo". Nótese que esto está ya en san Pablo (que escribió no menos de 10 (y aun 20 y 30) años antes que los cuatro evangelistas: "El Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo" (Rom 14,17), otra fórmula perfecta.

La trascendencia del Reino es tan cierta y tan nuclear al conjunto de la Biblia (incluso al Antiguo leído desde el Nuevo), que eso no debemos perderlo bajo ningún concepto, y justifica llamar verdaderos a los caminos 2 y 3 de Hernán, que tienen en esa trascendencia su punto de anclaje. Quien pretenda una instauración del Reino en este mundo, antes o al margen de la instauración trascendente por el propio Cristo (la "segunda venida"), está sencillamente carnalizando (y banalizando) el Reino.
Incluso una tendencia religiosa muy extendida, y que parece hasta apoyada por la literalidad del Apocalipsis (cap. 20) como es el "milenarismo" (la idea de una instauración mundana del Reino antes de la definitiva segunda venida), es explícitamente rechazada por la doctrina de la Iglesia, aun a despecho de que algunos Padres de la Iglesia parece que sí tuvieron ideas semejantes.
Sea como sea que entendamos la realización de la doctrina de Jesús en este mundo -como "preceptos", como "perfección", o de cualquier manera- no podemos tener confusiones al respecto: este mundo no es el Reino, ni lo va a ser nunca.

Dicho lo cual, pareciera que confinarlo al mundo de la lisa y llana "utopía" es rebajar la auténtica fuerza y el raigal significado de ese mensaje. Ricoeur (como ya dije, su teoría de la interacción entre fe y mundo en una productiva laicicidad es para mí la más atractiva de las que he leído) utiliza el término "utopía", pero no sin salvedades: "Si el término no fuera equívoco o ambiguo, yo diría que la comunidad confesante está cargada de utopía..."

La utopía obra en principio de manera ejemplar: nos muestra un ejemplo ideal a imitar que nos lleva a realizar un esfuerzo mayor que el que haríamos si el ejemplo no fuera extremo. No se distingue, en último término, de la eficacia de cualquier ideología, en tanto estamos imbuidos de ella. Dudo mucho que Jesús hubiera pretendido ese encuadre para sus enseñanzas, ¿realmente pretendía con la exigencia al joven rico plantear un ejemplo extremo para que todos nos esforcemos a "un poco más"?
Mejor solución parece la noción de la postura 3 de Hernán, de que la utopía cristiana obra "por atracción", sin embargo, no deja de ser una representación ideológica, dotada de cierta eficacia, pero sólo en el plano de las ideas.
Lo que a mi entender distingue la "utopía" cristiana de la utopía ideológica, es que el punto de referencia nuestro no es la idea, sino la persona de Jesús, su actuación, sus exigencias, y su cumplimiento: "tened los mismos sentimientos de Cristo", dice san Pablo a los Filipenses, y añade para aclarar el concepto: "el cual, siendo de condición divina, no retuvo para sí ávidamente esa condición, al contrario, se anonadó a sí mismo..." (Flp 2,5ss)

El problema de las palabras es que se van tan fácilmente a la ideología.... recuerdo una discusión de foro en la que un dialogante quería convencernos de que (a pesar de lo que dice el evangelio) san José jamás tuvo la menor intención de romper su compromiso matrimonial con la Virgen, porque como era "justo" (lo dice el mismo evangelio), es imposible siquiera que hubiera concebido una idea tan injusta... en suma: la palabra "justo" incluía para él toda la representación cristiana de la justicia. No importaba si estábamos hablando de un premosaico como Noé, de un judío como José, o de un cristiano como nosotros. Las palabras son objetos peligrosos de manipular, cada una debería traer dibujada una calavera.

Jesús enseñó, pero lo que seguimos los cristianos no son las enseñanzas de Jesús, sino la persona de Jesús, de tal modo que es su persona nuestra inspiración, y también nuestro límite. Lo que quiera decir "poner la otra mejilla" no debe juzgarse según las palabras nudas, sino según la actuación de Jesús.

No digo que no pueda alguien pretender como programa de vida la "doctrina" de "poner la otra mejilla", pero realmente ya no está siguiendo a Jesús, ya no está de discípulo sino de maestro. Pues bien, si consigue quién le siga, bienvenido sea para él, pero el creyente en Cristo es aquel que tiene -o que busca tener- "los mismos sentimientos que Cristo Jesús".

La respuesta 1 tiene razón en su radicalismo: el seguimiento de Jesús no admite negociaciones, pero esa respuesta falla en su objeto, no es la doctrina lo que no admite negociaciones, sino la persona de Jesús.
A mi entender una de las cosas que me llaman la atención de Jesús, que me convocan y me provocan, es que nunca rompió con su entorno, nunca se desarraigó, ni llevó a sus discípulos a desarraigarse: era un judío, y siguió siéndolo toda su vida, y murió como judío. No fundó nada nuevo (la Iglesia se fundó en él, a partir de lo cual podemos proyectar teológicamente que la fundó él, pero eso es una teologización), no desechó su cultura, los límites de su tierra, e incluso las tensiones que esos límites provocaban.

En la relación fe-mundo, quien no ame a este mundo nuestro, con todas sus contradicciones y caídas, ¿realmente está basándose en la fe de Jesús?

lunes, 9 de diciembre de 2013

Laicismo II

Francisco planteó una pregunta sobre la cárcel, dice:
«En el Evangelio, Jesús enseña con sus palabras y sus actos a perdonar siempre, a poner la otra mejilla, a no resistir el mal, etc. En esta línea, aparentemente, un cristiano no debería encerrar a su hermano a la fuerza ni entrenar a otros para pedirles que lo hagan por él, aunque aquél hubiera hecho un gran daño. El mandamiento es perdonar.
¿Cuál es él sentido cristiano de castigar al malvado o, si no se lee así, de encarcelar al que viola la ley?»

Carlos le respondió con un principio que parece de lo más lógico y natural:
«El perdón no anula el equilibrio de la culpa»
Luego yo a mi vez también respondí (puede verse allí mismo en los comentarios). Pero Francisco lanza un nuevo reto a ellas. Responder a esas nuevas objeciones se hace un poco difícil en los comentarios; y además me gusta el tema como para complementar el principio de laicismo del que hablé en otro post. Así que este es respuesta a Francisco, pero apunta a un poco más. Igual he conservado la forma de respuesta directa:

Francisco: por la dispersión de mensajes no es problema, el problema es lo que dices... :-) no consigo encontrar por dónde entenderlo... perdona mi sinceridad, sin ánimo de molestar, pero la verdad es que lo veo una ensalada conceptual: mezclas conceptos que corresponden a una visión cristiana del hombre y de la sociedad, y que por tanto pertenecen a los derivados de la fe personal, con conceptos que corresponden a la organización de la sociedad sin más, desde un punto de vista "natural" (por llamarlo de alguna manera).
Vamos por partes:
«la respuesta metafísica está incompleta ya que no explica porqué debemos precisamente nosotros restablecer el equilibrio de la culpa»
¿a qué nosotros te refieres? ¿a los creyentes? ¿o a los seres humanos? creo que Carlos (y lo dí por sentado al llamarla "respuesta metafísica" y no "respuesta religiosa") se refiere a los seres humanos. Los creyentes no tenemos ninguna prerrogativa en eso: como seres humanos, todos estamos llamados a la realización de la justicia. Se puede renunciar a ello, claro, y arruinar la historia, pero si se quiere una sociedad justa, hay que arremangarse y hacerla. Parte de ese hacer (insisto: no religioso sino humano, metafísico) es equilibrar la injusticia herida por el delito.
«¿es un derecho o un deber?»
un deber, está inscripto en el ser humano. Puede no realizarse, y hacer de esta tierra y de esta historia un asco infumable... ah, cierto, es precisamente eso....
«¿es moralmente malo no denunciar al asesino de mi padre?»
Moralmente, en el sentido de una moral natural, sí.
«¿por qué eso se hace con cárcel y no con otras penas o derechamente el ojo por ojo?»
Puede hacerse de otras maneras; ahora se usa la "probation" hasta para infanticidas múltiples, si es con violación y sodomía del nucleo familiar, limpieza de cestos de basura por tres semanas, conmutables por una partida de candy crush... El «ojo por ojo», la «venganza clánica», etc. son otros métodos, parece que peores que la cárcel.
«Si no hay cárceles, ¿debemos encerrar a nuestro hermano en alguna habitación?»
Una cosa es que la sociedad tenga que restablecer el equilibrio, y otra es que deba (o incluso que pueda, que le corresponda) hacerlo cada individuo por su cuenta. Se supone que sólo el Estado detenta el uso de la violencia (y mantener encerrado a uno es violencia) en la sociedad moderna.
«Y si debemos actuar con él como Dios, ¿no deberíamos dejar la maleza con el trigo y también dejar que llueva lo mismo sobre justos e injustos, cómo hace Él?»
Tú como cristiano estás llamado a una forma nueva de relación con el otro ser humano que está cerca de ti, y que debido a tu fe (no por nada que haga él en particular), resulta ser tu hermano y tu prójimo. Si tú consideras que el Evangelio te manda dejarlo crecer como maleza y trigo, tienes que hacerlo, puesto que así lo ves en la fe, y la fe es el criterio más alto que existe. Pero esa interpretación de las cosas te obliga sólo a ti, e incluso puede tener consecuencias en tu vida civil (como pasa con los mártires); pero no puedes pretender la eliminación de la justicia retributiva humana -que es natural y por tanto buena- porque tú te consideras llamado a una justicia superior.
«¿Qué quiere decir "no resistáis al mal" Mt 5?» 
Posiblemente quiere decir que tú no resistas al mal. Yo sólo te puedo decir lo que ese pasaje NO quiere decir: no quiere decir que tú le tienes que imponer a los demás que lo cumplan, ni siquiera aunque tú lo cumplieras.
«¿No decías en otra parte que la frase "tú eres pecador" es casi siempre falsa?. Una especie de principio de incertidumbre que es parte esencial del mandamiento evangélico de no juzgar.»
No tengo ni la menor idea de qué relación le encuentras tú a eso con la cuestión de la justicia humana, ¿pretendes que yo pienso que no debe haber jueces en la vida civil porque Cristo en el Evangelio dice que no juzguemos? Eso está absolutamente lejos de mi forma de ver, de presentar, de considerar y de vivir la relación entre fe y vida civil. Creo que lo que supones es más o menos parecido a como plantean la cosa los cuáqueros o los amish... :-)

Mira, te lo voy a resumir en una frase: la vida civil es y debe ser esencialmente a-tea. El espacio público sólo lo deben ocupar los hombres. Eso se llama «laicismo», y es un modo de resolver la siempre conflictiva relación entre religión y sociedad civil.
Sin embargo, hay que tener cierto cuidado con esa proposición, porque puede entenderse de distintas maneras: hay una forma de laicismo que lo que pretende es eliminar toda presencia religiosa en la vida civil, apoyándose en que el espacio público sólo debe estar ocupado por hombres, no por seres divinos. Enarbola el principio de defensa de los sentimientos adversos, y cuando uno se siente ofendido porque en Roma hay una cruz, hay que quitarla, porque un turista se sintió ofendido...
Eso en realidad es reductivo, y es lo contrario de un espacio público ocupado por hombres. Afirmar que el espacio público está ocupado por hombres significa aceptar la esencial relatividad de cada uno de los hombres que integran ese espacio público, y aceptar por tanto que cada uno lleva un algo de verdad, ¿cuánto? es imposible determinarlo de una manera no totalitaria, así que en bien de todos, aceptamos ese principio de incertidumbre que me hace respetar la verdad de los otros por lo que pudieran tener de verdaderas, y reclamar el respeto de la mía no por lo que tiene de verdadero para mí (que es todo) sino por la parte que le toque en el concierto de la verdad.
Esto trae ciertas consecuencias: por ejemplo, los símbolos religiosos deben aceptarse, pero siempre como expresión de convicciones de seres humanos concretos que forman la sociedad, nunca como «verdades públicas».
Igualmente, no tienen cabida en la vida civil los criterios de justicia del evangelio, aunque a mí como cristiano me parezcan más altos y perfectos que los civiles.
Ahora bien, yo, como cristiano, sí que me puedo, en medio de esa sociedad "a-tea" saber reclamado por Dios, y actuar en mi sociedad promoviendo un cambio, una transformación en la justicia, por ejemplo. Pero si quieres aplicar el criterio de trigo y cizaña a la vida civil, tiene que ser porque lo descubres inscripto entre las formas humanas posibles de la justicia humana, no porque lo dice el evangelio, aunque tú hayas llegado a eso a través del evangelio.
Es una dialéctica difícil, pero nos resguarda de otras formas de interactuar religión y sociedad, que no las libran de mutuos avasallamientos, como es testimonio la historia.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

La responsabilidad de los medios por el malestar social

El caso que voy a comentar tiene muchísimas aristas; acorde con la índole de este blog, sólo me detendré en la cuestión informativa. Veamos primero los antecedentes:
En España rige un código penal con un máximo de 30 años de prisión, sea cual sea el delito cometido; no existe ni la cadena perpetua, ni nada que se le parezca.
Junto a eso, se pueden computar los llamados "beneficios penitenciarios", es decir, reducción del número de años de pena efectivos según distintos modificadores: buena conducta, estudios realizados en prisión, servicios a la comunidad, etc. Si un asesino múltiple fue condenado a 100 años por cada crimen y cometió 10, tendría mil años de pena; pero son teóricos, ya que sólo puede cumplir un máximo de 30. El problema se plantea en el cómputo de la reducción: ¿deben aplicarse a todos los delitos en secuencia, uno por uno, o deben aplicarse a los 30 años, independientemente de la pena a la que teóricamente fue condenado?
Hay defensores de uno y otro sistema, pero lo cierto es que el Código Penal tiene en esto un vacío interpretativo que fue subsanado provisoriamente por los jueces en un caso de hace algunos años, y que se conoce como "doctrina Parot": esa doctrina judicial (no ley) dice que los beneficios deben computarse para cada delito por separado, por lo tanto, aunque sólo fuera a cumplir en conjunto 30, deben tomarse las reducciones como si se refirieran una vez a cada delito, lo que hace muy difícil (sino imposible) la aplicación de esos beneficios.
Una criminal de ETA, Inés del Río, condenada por múltiples asesinatos, recurrió ante las distintas instancias la doctrina Parot, y finalmente el tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo le dio la razón: los beneficios deben computarse a los 30 años en conjunto, no a cada condena por separado, y por tanto ella ya debía estar en la calle desde hacía rato.
Junto a la sentencia referida al caso de Inés del Río, el Poder Judicial en España entendió que con ella quedaba derogada la doctrina Parot en conjunto, y comenzó a largar a la calle a delincuentes que estaban dentro por el cómputo de años según esa doctrina, pero que según el cómputo señalado por Estrasburgo ya debían estar fuera.
Así se producen excarcelaciones sangrantes: asesinos múltiples, violadores, etc, están recibiendo estos días el nuevo cómputo y quedando en libertad, con sus condenas cumplidas legítimamente.
Cualquiera puede ver que hay aquí muchísimos aspectos para analizar, por ejemplo, si era oportuno que el PJ aplicara la sentencia particular de Inés del Río como sentencia generalizada y automática, si además convenía aplicarlo con tanta celeridad, e incluso si la sentencia referida a Inés del Río era inexcusablemente obligatoria, etc. es decir, hay puntas y puntas para analizar la cuestión.
Lo que yo quiero mencionar es el triste papel (una vez más) que cumple el autoproclamado "cuarto poder", es decir, la prensa, en crear un clima social de desazón y percepción de que en España no hay ley ni justicia, a fuerza de titulares engañosos. No digo yo que la justicia en España pueda escribirse con mayúsculas, pero sí estoy convencido de que está muy por encima de cómo la percibe en este momento el ciudadano medio, influido y casi llevado de la mano por una prensa autorreferencial de la que, ya sabemos, sólo podemos hablar mal -esto es: decir la verdad sobre ella- los que nada importamos, por la sencilla razón de que cualquier otro sería acusado de atentar contra la "libertad de información", entendida según los criterios corruptos que rigen los medios.
Un caso de hoy es bien claro en ese aspecto, pero la verdad es que la derogación de la "doctrina Parot" dio lugar a decenas de ellos:
Dice "La Razón" (tomo este como podría tomar cualquier otro, porque además se copian unos a otros):
«Decretan la libertad de un profesor condenado a 220 años por abusos a menores»
Y comienza la noticia:
«La Audiencia de Valencia ha decretado la libertad definitiva, en aplicación de la suspensión de la doctrina Parot, de un profesor de educación física que en 1996 fue condenado a un total de 220 años de cárcel por abusar sexualmente de seis alumnos de entre 8 y 12 años.»

Con sólo leer el titular, no puede uno menos que indignarse, ¿cómo vas a soltar a semejante monstruo? Sin embargo, quien se moleste en seguir leyendo y hacer los cálculos, ve que con la aplicación de la doctrina Parot (con, no sin) su condena terminaba en 2015. Estamos a fines del 2013, o sea que lo que este hombre está ganando es 1 año, no 200.
En prácticamente todos los casos se producen estos números, criminales que tendrían que estar -según la doctrina Parot- 1, 2 o 3 años más, resultan salir ahora. Eso es muy distinto que sugerir por titulares que esta derogación pone en la calle criminales que de otro modo no hubieran salido nunca: sí hubieran salido, y sí hubieran salido -tristemente- pronto.
Hay una difusa percepción ciudadana de que las condenas en España (en realidad habría que decir: en Europa) son demasiado blandas, pero eso es cierto con o sin doctrina Parot, el hecho de que una persona condenada por la violación de 6 chicos sólo tenga un máximo posible de 30 años de cárcel, es de por sí lacerante, que en la práctica nunca sean más de 20, es tremendo, y que encima ahora se le reduzca 1 año, colma el vaso... pero las noticias que están dando lo medios no tienen nada que ver con la realidad: no es cierto lo que se le está haciendo creer a la gente de que sin esta derogación prácticamente estaríamos libres de terroristas y violadores.
Una vez más la prensa pesca según intereses propios, y usa de carnada los sentimientos de los ciudadanos.
Mi conclusión personal: de un periódico -de cualquier ideología y procedencia- lo único que puede creerse es la fecha; aunque incluso en eso, mejor leerla dos veces.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Un autobús por Madrid

Seguimos con la cuestión de las imágenes "fuertes", Un autobús con mensajes antiaborto recorre Madrid.
Con el asunto de "Dios existe - Dios no existe" se ha puesto de moda querer dirimir profundos problemas éticos, metafísicos y raigalmente personales en la valla publicitaria. En fin, cosas de nuestra estupidizada época, cuya apuesta de estupidización redoblan quienes dicen (eso creí durante un tiempo) estar contra ella.


Los medios se han hecho hasta ahora escaso eco, hacen bien, no hay que alimentar al cerdo si uno no quiere comerlo. Pero aquí estoy yo, alimentándolo, contradicciones de la vida. El diario El País -contradictorio como yo- se hace eco de la noticia con un significativo titular:

«Un autobús con desagradables mensajes contrarios al aborto recorre Madrid»

Conozco la objeción: "lo desagradable es el aborto, esto solo lo muestra tal como es"; pero es una objeción falsa, ante todo porque que sea horrible el hecho no tiene una conexión directa y necesaria con que al ver las imágenes del hecho lo voy a repeler.
Es desconocer la naturaleza humana creer que porque muestras unos drogatas hechos pedazos alguien se va a alejar de la droga, por mostrar cuerpos destrozados alguien va a dejar de asesinar, o por mostrar fetos abortados, alguien va a dejar de abortar. Eso no funciona en los dos primeros casos, y no va a funcionar en el tercero; si no que me digan cuántos dejaron de fumar por los mensajes e imágenes terribles en las cajetillas: "fumar te va a matar" (pulmón destrozado). Cuando fumaba me reía de ello (y fumaba mucho), incluso en el estanco elegía la imagen terrible que iba a llevar ese día
Por el contrario, lo que ocurrirá es que la retina ciudadana se anestesiará, y esas imágenes dejarán de surtir cualquier efecto, como de hecho ocurre con todas las demás. No sólo aquellos que abortan no sentirán nada frente a ellas por la razón de que no hay una conexión automática entre imágenes externas y lo que yo soy o hago, sino que tampoco los que podrían presionar sobre el aborto, los ciudadanos, que podrían movilizarse si se ven adecuadamente convocados, resultarán desconvocados (más de lo que ya lo están), al asociar la lucha antiaborto con el desagrado. 
Esto ya ocurre, y gran parte de la insensibilidad ante el aborto es posiblemente (estoy seguro) fruto de las campañas de los antiabortistas. Me pregunto si hay una relación de dessensibilización en el hecho de que de momento muy pocos periódicos se han interesado por esta noticia.
En fin, parece  que además de todo era mentira que tenían los papeles en regla para la campaña, así que hoy o mañana dejarán de circular. Yo me alegro mucho porque aunque ya se ha avanzado mucho en esta tarea de dessensibilizar a la gente, unos días menos son toda una ganancia.
Quisiera que sepan los antiabortistas activos que aquí hay uno, yo mismo, que se siente profundamente desconvocado y lejano a todo ese lenguaje materialista, ateo, grosero, de hacer campaña. Estuve en un tiempo bastante a punto de moverme visiblemente (quiero decir, salir a la calle a hacer cosas antiaborto), pero estos mensajes, esta manera de hacerlo, tener que plegarme a esto, me ha desconvocado por completo. 
Eso no quiere decir que deje de ser provida: estoy a favor de la vida, y por tanto contra el aborto, la eugenesia, la eutanasia y la pena de muerte, pero formo parte de esa mayoría a la que han terminado dando repugnancia. Si querían obtener otro resultado, conmigo les salió mal. Y estoy seguro que con muchísimos más.

Ahora bien, la pregunta que me surge es: ¿quién les piensa las campañas a los antabortistas? ¿el publicitario de Parenthood?

lunes, 25 de noviembre de 2013

Inventos

Se hacen en Roma permanentemente interesantes encuentros de estudio sobre temas de la cultura contemporánea; los «pontificios consejos» y demás organismos menores de la Curia no son solamente una línea más en la organización de esa pesada maquinaria, son también semilleros de pensamientos, intercambios de ideas, etc.
Lamentablemente, al gran público -sobre todo a los que no estamos físicamente conectados con Roma- sólo nos llegan los ecos de esos encuentros muy de tarde en tarde, y a veces de manera completamente colateral: es realmente difícil, si no imposible, acceder, por ejemplo, a las actas de las ponencias de tal o cual congreso.
Sucedió que leí en Aciprensa un resumen de un pequeño encuentro del Pontificio Consejo para la Familia que tuvo lugar hace unos días en Roma, los días 15 y 16 de noviembre, titulado "Convenio interdisciplinar sobre la crisis de la alianza ente generaciones".
Toda la noticia de AciPrensa da cierta risa (o rabia, según se mire), ya desde el título: «Autoridad vaticana: Los adultos varones de hoy están faltando a su cita como padres». La «autoridad vaticana» de la que habla es Mons. Vicente Paglia, presidente de dicho organismo, quien en su ponencia/presentación del tema habla, efectivamente, de que «la incomodidad de los jóvenes de hoy no está causada por una excesiva presencia del padre, de la autoridad de los padres, como sucedía hasta hace algunos años sino, por el contrario, por la ausencia, en particular la evaporación o el ocaso del padre.»
No sé si AciPrensa ha tenido acceso a las actas directamente; sospecho que, por las frases que citan y comentan en la noticia, han tenido acceso a la misma página que yo, es decir, al resumen del encuentro realizado en la web del Pontificio Consejo para la Familia. Yo no he encontrado allí la referencia a los adultos varones. El párrafo más parecido es el que cité, donde si bien hay un especial énfasis en el rol del progenitor varón, lo que dice también tiene que ver con la madre. Así que lo de "adultos varones" está llanamente inventado. Por otra parte, es bastante curioso titular la noticia con "Autoridad vaticana [dice/advierte/etc]...", porque aquí no está en función de "autoridad vaticana" sino como Mons. Paglia, miembro de una reunión donde opinarán distintos especialistas (incluso físicamente, en la foto, Mons. Paglia no ocupa ningún sitio especial de autoridad respecto de los otros tres ponentes). El título de la noticia impresiona, pero es simplemente falso.


Lo que a mí me hizo saltar la alarma y me llevó a buscar la fuente, fue que en la noticia de AciPrensa se dice que «la historiadora Margarita Pelaja lamentó que ha tenido lugar un “cambio de los roles paternales y la familia se ha transformado”.»... y qué quieren que les diga, es muy raro eso de "lamentó". No porque no pueda ser lamentable, sino porque el contexto de este tipo de congresos no es el de una tertulia televisiva, donde uno puede lamentarse de lo mal que va el mundo, suelen ser ponencias, llamémosle así, "en positivo", de análisis, eventualmente de diagnóstico, no de endecha.
Buscando lo que dijo la historiadora me encontré con el párrafo dedicado a ella en el resumen, y que dice:
«La historiadora Margarita Pelaja ha reconstruido el recorrido de las relaciones familiares. Fue el derecho romano quien fundió jurídicamente el matrimonio como institución. Pero, "la primera gran transformación la hizo el Cristianismo, que introdujo tres elementos constitutivos: 'sexo, publicidad, indisolubilidad'". Durante muchos siglos "las relaciones entre padres e hijos han sido gobernadas por las leyes del padre". El pater familias tenía "el poder absoluto, de vida y de muerte", sobre todos los miembros de la familia, y "hasta el Cristianismo no había ninguna consideración hacia la infancia". E incluso "durante toda la edad medieval y moderna, la educación y la socialización de los niños y de los adolescentes no eran tareas reservadas a los padres naturales". De hecho, "las mujeres, esposas antes que madres, en la representación social y en la percepción de los vínculos familiares, confiaban los recién nacidos a criadas y siervas". El cambio de civilización tiene lugar en el siglo dieciocho: se reconoce "la función insustituible del cuidado materno en las características del niño", y se establece una nueva relación entre madre e hijo. "También en la experiencia emotiva y real de los hijos, el vínculo con los padres ha conquistado una nueva visibilidad y una nueva duración: no se rompe ni se diluye con la edad adulta y con la formación de un nuevo núcleo familiar, al contrario, invierte el sentido, redistribuye la responsabilidad de cuidado". Hoy, "se deja de ser hijos más tarde, con frecuencia cuando se es no sólo padres, sino abuelos". La familia se ha convertido, así, "en el espacio especializado de la afectividad". Pero "en este paso algo se ha perdido". Ha tenido lugar un "cambio de los roles paternales y la familia se ha transformado".»
Lo cito por entero porque es un interesante resumen del tema de la familia, y porque además la cita contiene frases literales de la historiadora, y otras que no lo son. Pero de lamento, nada. Señaló, como es lógico, que en la transformación de los roles de la familia "algo se ha perdido", pero eso no implica el aislado y enfatizado lamento que dice AciPrensa, más bien parece valorar la cuestión en positivo al afirmar que las condiciones actuales de la familia la convierten en «el espacio especializado de la afectividad». Hubiera sido interesante que AciPrensa y los suyos, que tanto insisten en los roles "tradicionales" de la familia, citaran que la historiadora asigna parte de esos antiguos y afamados roles no más al siglo XVIII... Pero en suma, ¿dónde está el lamento? en ninguna parte, en Aciprensa, que atribuye y distribuye a sus lectores (muchos más que los que accedemos a la fuente) una supuesta mirada vaticana sobre la familia, dotada de autoridad, pero que no tiene más autoridad que la de la lectura sesgada que ha hecho ese web, y que termina consolidando lo que muchos creen que dice el Vaticano: que todo el mundo contemporáneo está muy mal.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Así no



Perdonen mis (dos o tres) lectores por las imágenes fuertes. No son mi costumbre, y estoy en completo desacuerdo con imágenes como esta para promocionar cualquier cosa: el no al aborto o la fe cristiana, o lo que sea. Lamento mucho haber nacido en una época donde los que se supone que razonan, consideran que los demás, la gente más sensitiva, se sentirá motivada por esto, y por tanto es lo que le dan. En realidad razonan igual que los productores de TV, que no consumen mierda, pero piensan "la mierda vende más", entonces dan sólo mierda, y puesto que no hay ninguna otra cosa para consumir, la gente consume mierda.

A eso yo lo identifico con el espíritu mundano, y me parece indecente que gente cristiana utilice esas imágenes para decir "no al aborto", aunque lo digan en nombre de los derechos humanos y no de la fe, porque aunque se sitúen en el plano de la "ley natural", siguen siendo gente de fe, que debería llevar al mundo su mirada sobre el hombre, una mirada formada en la fe, una mirada capaz de ver y de enseñar a ver en el hombre algo más que el "simio humano".

También considero indecente la película The Passion, por el mismo motivo. Me da igual que el papa de ese momento haya dicho "es como fue" (luego parece que no lo dijo, pero es lo mismo): la película The Passion no "es como fue", la película The Passion es una representación en clave carnicera y brutal de lo que los evangelios cuentan que fue. ¿Hace falta que copie los textos de las cuatro pasiones para que se vea hasta qué punto está totalmente fuera de los relatos esa película?

¿Y que me meto yo ahora con esa olvidable película? Pues que el cartel que puse arriba dice que se justifica poner imágenes carniceras para hablar de la intangibilidad de la vida, porque Jesús usó el mismo procedimiento. Pero es falso: la imagen que traen es de una película, una película que ciertamente en la mente de algunos es casi como un evangelio, pero que afortunadamente no forma parte de los evangelios, y en muchos aspectos (por ejemplo en la figura vindicativa y brutal de un Dios que manda un cuervo a picar el ojo a un mal ladrón) es ajena y contraria al Evangelio, los evangelios no cuentan así la pasión.

Yo estoy contra el aborto, no sé si hace falta aclararlo, pero nunca aceptaré el uso de imágenes brutales y carniceras para hablar del aborto: el relato es la cosa en sí, lo que contamos es lo que creemos. Contar la intangibilidad de la vida equiparando el nasciturus a un hato de céluas sanguinolentas, al feto de simio, dice que nosotros creemos que el ser humano es un hato de células sanguinolentas, un feto de simio, de los cuales unos se empeñan en eliminar y otros en conservar, pero con esas imágenes están diciendo exactamente lo mismo que el pretendidamente adversario.

¿Cuál es la diferencia entre las Femen diciendo "el aborto es sagrado" y un "provida" llamando vida humana a un hato de células sanguinolentas? Exactamente ninguna.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Una moral tuiteable

Hoy se cumplen cien años del nacimiento de Albert Camus. No creo que pase día sin que recuerde algo de él, pero un aniversario es siempre un aguijón para pensar un tema más concentradamente.
En uno de los últimos post citaba una frase del ensayo "El destierro de Helena", un magnífico escrito incluido en "El Verano". Casi al final de ese mismo breve texto hay una frase en la que plantea las bases de una «moral humanística» que pueda hacer frente al embate de izquierdas y derechas, de ideologizados de cualquier especie (incluyendo claro está -y son los que más me interesan- los ideologizados en nombre de Cristo).
Tuiteé esa especie de moral básica esta mañana: «La ignorancia reconocida, el rechazo del fanatismo, los límites del mundo y del hombre, el rostro amado, la belleza en fin». ¡Todo el humanismo pueda caber en menos de 140 caracteres!, no hay excusas para el odio. Lo bueno es que toda esta moral empieza en uno mismo, no en el error del de enfrente, sino en el propio.

-la ignorancia reconocida; saber que no se sabe, que el otro es siempre portador de alguna verdad nueva. Y cuando digo el otro no me refiero a Gandhi y la Madre Teresa solamente, sino también a Belén Esteban entre los idiotas, y a Hitler entre los malvados. Los límites del rechazo personal están en las lindes de la verdad que el otro inevitablemente trae, mal que me pese. En este valor están contenidos y en germen todos los demás

-el rechazo del fanatismo; viene inevitablemente de atisbar, o de al menos disponerse a hacerle lugar a ese mínimo de verdad que pueda venir en el otro. El fanatismo acecha siempre, incluso la causa humanista puede abrazarse fanáticamente; acecha en uno mismo, y hay que estar vigilantes, y acecha en los demás, y hay que aprender a rechazarlo delicadamente pero con no menos firmeza.

-los límites del mundo y del hombre; los límites no son solamente cercos que negativamente marcan un freno a la audacia del hombre, también crean el espacio acotado en el que nuestra finitud puede expandirse lo suficiente como para abrir esos límites de manera creativa.

-el rostro amado; no hay mayor revelación de la verdad que el amor que se profesa a otros y en otros. Aunque parezca por momentos que la verdad es cosa de "concordancia entre la cosa y el intelecto", realmente jamás se alcanza esa concordancia si no concuerda primero el corazón con ello. Nada hay en el intelecto que no haya estado antes en el corazón; y esto no rige solo verdades de valor moral, afectivo, subjetivo, o como se las quiera llamar, ¡hasta para conocer una mesa cambia la facultad perceptiva según las condiciones de nuestro corazón! Por mi parte, jamás habría conocido la verdad del humanismo -tan ajeno a nuestras tendencias de homo lupus- si no hubiera amado primero a Camus, jamás habría descubierto el secreto lenguaje del ser en las cosas caducas si no hubiera comenzado por amar a Heidegger, o amado las mediaciones si no hubiera primero amado a Ricoeur; y estos son solo tres autores-ejemplo a los que amo de manera especial, pero el principio del rostro amado se aplica a cada mínimo descubrimiento, adhesión, compromiso: uno cree que adhiere a tal o cual gran principio -sí, incluida la fe- porque la "lógica" de ese principio se le manifestó, pero en realidad adhiere porque se le reveló en el amor de alguien que adhiere o adhería a él. Esta es la razón por la que los argumentos lógicos, incluso en las cosas más "lógicas" fallan de manera inevitable, ¡la infantil apologética de querer "demostrar la fe" con "pruebas de la existencia de Dios"! El mismo Camus cuenta (aunque ahora no recuerdo dónde) que tuvo que ejercer una especial delicadeza narrativa en La Peste para poder hablar contra la fe cristiana -en la que no creía- pero sin lastimar a sus amigos cristianos, a quienes amaba. Cualquiera puede ver que finalmente se impuso la verdad del rostro amado, y la "crítica a la fe" de esa novela, como del resto de su obra, lejos de rechazar la fe, ayuda a vivirla en una mayor pureza, a desideologizarla.

-la belleza en fin; el gran principio del que nace el humanismo es que ser, verdad, bondad se manifiestan al hombre como belleza. Todo eso que es finito, caduco y poco permanente para merecer nuestro amor (no el Ser sino los seres), todo aquello a lo que el análisis lógico le encuentra siempre un "pero" (no la Verdad sino las verdades), aquello que aunque sea bueno, excluye a algo y a alguien y deviene mera ley (no la Bondad sino las cosas buenas); todo eso que no es Dios y no puede conceptuarse como ser, como verdad, como bondad, pero participa de manera inenarrable del propio Dios, se nos muestra a los hombres como belleza. Porque la belleza (cuyo nombre precisamente deriva de bellum, guerra) no niega ninguna tensión, ninguna lucha, ninguna fatiga. La belleza no es tranquila, y sin embargo alcanza la serenidad.

La ignorancia reconocida, el rechazo del fanatismo, los límites del mundo y del hombre, el rostro amado, la belleza en fin, ése es el terreno en el que volveremos a reunimos con los griegos. En cierta manera, el sentido de la historia de mañana no es el que se cree. Está en la lucha entré la creación y la inquisición. Pese al precio que hayan de pagar los artistas por sus manos vacías, se puede esperar su victoria. Una vez más, la filosofía de las tinieblas se disipará por encima del mar destellante. ¡Oh pensamiento del Mediterráneo! ¡La guerra de Troya se libra lejos de los campos de batalla! También esta vez los terribles muros de la ciudad moderna caerán para entregar, «alma serena como la calma de los mares», la belleza de Helena.

martes, 5 de noviembre de 2013

Una respuesta al Card. Sarah

Las palabras con las que dialogaré en este post pertenecen al Card. Sarah, presidente del Pontificio Consejo Cor Unum; sin embargo, debo decir que no tengo el mensaje completo, sólo lo que salió publicado en Vatican Insider, por lo que no puedo asegurar que esto es lo que él piensa, pero como lo que dice es bastante usual en algunos círculos de la Iglesia, sitios "muy" catolicos, etc. (y de hecho a dos días ya fue reproducido hasta el hartazgo), me animo a explicar y replicar desde otro lugar desde donde parece estar hablando el cardenal.

«Incluso entre los bautizados y los discípulos de Cristo hay hoy una especie de apostasía silenciosa, un rechazo de Dios y de la fe cristiana en la política, en la economía, en la dimensión ética y moral y en la cultura post-moderna occidental.»

Considero realmente injusto calificar de "apostasía silenciosa" al múltiple esfuerzo, en todos los frentes, que estamos haciendo millones de católicos por vivir nuestra fe de una manera que supere la relación directa e inmediata de la fe con el mundo tal como se practicó en otras épocas, y que ha dado lugar a una cristiandad ruinosa, que desde hace cuatro siglos hace cada vez más agua por todos lados.
Posiblemente muchos nos equivoquemos, estoy seguro de que de todos los intentos, sólo unos pocos valdrán la pena y "harán época". Pero la Iglesia siempre ha confiado en el "sensus fidelium", en el buen sentido de los fieles, en su "olfato" en cuestiones que atañen a la fe. Es hacer trampa hablar de "sensus fidelium" cuando los fieles coinciden con lo que la Iglesia propone en los documentos, pero hablar de apostasía silenciosa cuando esos mismos fieles simplemente le dan la espalda en masa a una forma de solucionar el problema de la relación fe-mundo. No a la fe, sino a una forma eclesiástica de resolver esa delicada cuestión.
Habrá, quizás, muchos bautizados que dan la espalda a Dios, pero muchos otros lo que rechazamos no es a la Iglesia, ni mucho menos a Dios, sino a confundir Iglesia con estructuras mundanas de lucha por el poder, rechazamos que se equipare presencia de la Iglesia en el mundo con casilla de la renta, que se confunda enseñanza de la religión con monopolio catequético en las aulas de escuelas laicas, que se usen las tradiciones de los pueblos (que tienen orígenes religiosos) para afirmar que "España [o Argentina, Brasil, Perú, etc] es católica", y pretender usar ese "dato" para interferir en la autonomía del mundo. Muchos, en suma, queremos volver al mandato de Cristo, de ir, enseñar, convertir, a través del testimonio personal, la coherencia de vida, la propuesta, sin ninguna -porque no hace falta ninguna- relación con el poder.
Por mi parte considero la postmodernidad una bocanada de aire fresco; pero sea positiva o negativa la valoración que se haga de nuestra época, ¿por qué algunos se empeñan en seguir considerando como si las épocas de la cultura fueran una camisa que uno se saca y se pone a voluntad? ¿tan brillante le parece al cardenal Sarah la deplorable Iglesia de la modernidad, aliada de los peores aspectos del poder mundano, amiga de príncipes, politiquera, de lenguaje diplomático y ambiguo, reacia a cualquier intento de justicia histórica para los oprimidos de cada momento, como para rechazar este intento de sacarse de encima esa época, que hacemos presionados por la vacuidad y ahogamiento del proyecto moderno?
No hablo de acciones individuales: en cada momento -y por tanto también en la modernidad- hubo hombres evangélicos, dentro y fuera de la estructura eclesiástica, pero en la modernidad han tenido que actuar de manera sistemática a contrapelo de la Iglesia, en principio rechazados, ¡no por el mundo, como sería lógico, sino por la propia Iglesia!

«Involuntariamente [los hombres actuales] respiran con todos sus pulmones doctrinas que van en contra del hombre y que generan nuevas políticas que tienen un efecto de erosión, destrucción, demolición y grave agresión, lentas pero constantes, sobre todo en la persona humana, su vida, su familia, su trabajo y sus relaciones interpersonales. No tenemos ni siquiera el tiempo para vivir, amar, adorar. Este es un desafío excepcional para la Iglesia y para la pastoral de la caridad. La Iglesia, de hecho -subrayó el cardenal- denuncia también las diferentes formas de sufrimiento de las que es víctima la persona humana»

Por momento no entiendo en absoluto cuál es el punto de partida de la forma de catolicismo al que da voz el Card. Sarah. Me da la impresión de que quisiera un mundo católico, así se lo puede evangelizar... El desafío es, precisamente, que el hombre librado a sí mismo, no se vuelve un dios para sí, sino un demonio. La historia muestra que en cuanto quitamos el diálogo con Dios, el hombre se vuelve realmente lobo para el hombre, incluso para sí mismo. Pero esa no es la fuerza del hombre, sino su debilidad, esa es su enfermedad, y puesto que es una enfermedad, debe ser tratada con toda delicadeza.
Bajo algunos aspectos, la nueva autonomía del hombre es una conquista, y debe ser ayudada y promovida, bajo otros, la autonomía no nos da sino un hombre herido y sin norte: «Solicitado por la publicidad, el hombre se descubre como un ser de deseos sin límites y con un poder tal, que quisiera anular el tiempo, el espacio, el destino de la muerte y del nacimiento. El precio que debe pagarse por esta actitud es la transformación de todas las cosas en instrumentos, en utensilios manipulables y disponibles. Detrás del problema de la autonomía, detrás de la cuestión del goce y del poderío, emerge la pregunta acerca del sentido y de la ausencia de sentido.» (Ricoeur, «Las ciencias humanas y el condicionamiento de la fe»)
Tengo la sensación de que posturas como la del cardenal Sarah han tragado el peor aspecto de la antropología de la modernidad, han "acristianado" sin crítica la concepción moderno-liberal del hombre: el hombre -esa "persona humana" abstracta de este discurso- es bueno, pero la sociedad (los medios, los lobbys, los poderosos, los malos, los ateos, los posmodernos) les quieren imponer una antropología errada.
Es un mal punto de partida hermenéutico para comprender lo que nos pasa como hombres en esta época (porque sí, lo siento, el Card. Sarah, mal que le pese, pertenece a la misma postmodernidad); naturalmente, tal equivocado enfoque hermenéutico no puede dar lugar más que a errores de perspectiva, y no digamos cuando eso se transforma en "estrategias evangelizadoras".
Mi sugerencia al Card. Sarah y a quienes sientan lo que él frente al hombre actual y a la cultura actual, es que por un rato traten de pensar al ser humano actual no como títere de lobbys y poderes ocultos (lo cual es, entre otras cosas, una enorme falta de respeto hacia el destintario de su evangelización), sino como una conciencia desdichada que se experimenta poseedora del inmenso poder de la autonomía, pero cuya clave última, el sentido de esa autonomía, no acierta a nombrar.
Nuestra auténtica tarea cristiana, evangelizadora, incluso en el contexto de las obras de caridad en relación a las que hablaba el cardenal, no está en recordarle los beneficios del mundo idílico que podría construir la fe cristiana si la dejaran, sino acompañar a ese hombre en esa desdicha, como se acompaña a cualquier persona incapacitada, a la que se la alienta a superarse, no se la hunde en la denuncia de su incapacidad.
En definitiva ¡tampoco nosotros poseemos la llave del «sentido», nuestra salvación es en esperanza!

«un humanismo sin Dios, al lado de un subjetivismo exacerbado, ideologías que son difundidas por los medios de comunicación y por los grupos extremadamente influyentes y financieramente potentes, se esconden detrás de las apariencias del servicio internacional y actúan incluso en el ambiente eclesial y en nuestras agencias de caridad»
Considero este párrafo comentado con lo anterior, sólo lo pongo para que se vea hasta qué punto semejante visión sesgada de la realidad tiene que por fuerza inventarse un demonio, ya que no es capaz de imaginar que el mundo pueda sufrir sin que haya un malvado a la mano. En el fondo no se ha pasado del Deuteronomio y su teología retribucionista: al que obra mal, le va mal, y al que obra bien, le va bien; a esa mirada le falta Job, para entender que la conciencia desdichada del hombre contemporáneo puede obedecer a un destino y un desafío de significado divino.
«¡qué tentador puede resultarnos, en ciertos momentos, darle la espalda a este mundo sombrío y descarnado! Pero esta época es la nuestra, y no podemos vivir odiándonos. Ha caído así de bajo tanto por el exceso de sus virtudes como por la grandeza de sus defectos.» (Camus, «El destierro de Helena»)
Ese desafío lleva a reencontrar el Dios de este humanismo, que puede parecer por momentos, al ojo despistado, un humanismo sin Dios.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Presa de su infalibilidad


Jorge apuntaba esa expresión en un comentario al post anterior, sobre la "excomunión" de los divorciados en uniones irregulares. Lamentablemente, ese autoahogamiento por no querer reconocer errores le pasa bastante seguido a la Iglesia. De hecho, se nos pide a los creyentes individuales que superemos la humana vergüenza para declarar a Dios nuestros pecados, incluso los más ocultos, pero la propia Iglesia sigue la norma de "sostenella no enmendalla", es decir, frente a un error, mejor buscar justificaciones y echar palante, que reconocer con sencillez que se ha equivocado el rumbo en la comprensión de tal o cual palabra divina, y que se va a cambiar, enmendar y volver a empezar. No hablo de dogmas, sino de prácticas, y de enseñanzas que no son dogmas.

Un ejemplo: los diez mandamientos. El Catecismo actual hace un hermoso exordio antes de desarrollarlos uno por uno, donde habla de cómo esa ley expresa la voluntad misma de Dios a través de la metáfora de mandamientos escritos "por el dedo de Dios", a diferencia de los preceptos mosaicos, que en definitiva son humanos y han sido derogados (CIC 2056). Menciona los sitios de la Escritura (Ex 20 y Dt 5) donde pueden leerse, hace una interesante catequesis bíblica sobre ellos, y remite a la tradición constante con la que la Iglesia los ha enseñado y exhortado a su cumplimiento (2057-2063).

Tras esto era de esperar que de una vez por todas y tras quince siglos, la Iglesia se decidiera a arrumbar la versión de los diez mandamientos que fabricó san Agustín, y pudiéramos por fin recuperar los de Dios, que son, en definitiva, los "escritos con su dedo"; pero no: sostenella, no enmendalla, así que acto seguido dice:
«Desde san Agustín, los “diez mandamientos” ocupan un lugar preponderante en la catequesis de los futuros bautizados y de los fieles. [...] La división y numeración de los mandamientos ha variado en el curso de la historia. El presente catecismo sigue la división de los mandamientos establecida por san Agustín y que ha llegado a ser tradicional en la Iglesia católica.» (2065-2066)

Hay algunos problemas de texto en los mandamientos, que hacen difícil su división:
-El primero y más importante según Jesús: «amar a Dios sobre todas las cosas», no está en ninguna de las dos series, Ex y Dt, sino que es la síntesis del "credo" deuteronómico, la Shemá (Dt 6,4-9).
-Para que los de Éxodo y Deuteronomio sean diez, hay que dividir el texto considerando un mandamiento al que está referido al culto de los falsos dioses (Ex 20,2-3; Dt 5,6-7), y otro al que se refiere a la prohibición de las imágenes (Ex 20,4-5; Dt 5,8-9). Esa es, posiblemente, la división original.
-Pero al introducir el «Mandamiento principal» en los diez, hay que reorganizar la serie: se lo tenía muy fácil, bastaba con juntar el primero y segundo (ídolos e imágenes), con lo cual ya quedan 9, a lo que se podía añadir al principio el del amor a Dios, que es fundamento de todos.
-Eso daría esta serie, con cuatro referidos a Dios y seis al prójimo:
  *Amarás a Dios sobre todas las cosas
  *[Sólo a él darás culto (síntesis del de los falsos ídolos y el de las imágenes)]
  *No tomarás el nombre de Dios en vano
  *Santificarás sus fiestas

  *Honrarás padre y madre
  *No matarás
  *No cometerás adulterio
  *No robarás
  *No levantarás falso testimonio ni mentirás
  *No codiciarás los bienes ajenos

Sin embargo, primó en este caso el "espíritu de geometría", y a san Agustín no le cerraba que fueran 4 referidos a Dios y 6 referidos a los hombres, se le daba mejor 3+7, así que los sintetizó así:

«[...] el decálogo, es decir, los diez mandamientos. Uno de ellos ordena el culto de Dios; el segundo prescribe: No tomes en vano el nombre de tu Dios; el tercero se refiere a la observancia del sábado, que los cristianos cumplen espiritualmente, mientras los judíos lo violan carnalmente. Estos tres mandamientos se refieren a Dios, y los siete restantes a los hombres, en atención a los dos más importantes: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la ley y los profetas. Puesto que son dos los mandamientos fundamentales, tres preceptos del decálogo remiten al amor de Dios, y los siete restantes al amor del prójimo. ¿Cuáles son los siete relacionados con el hombre? Honra a tu padre y a tu madre, No adulterarás, No matarás, No robarás, No dirás falso testimonio, No desearás la mujer de tu prójimo, No codiciarás sus bienes» (sermón 248,4, pero lo repite en distintas redacciones en varios escritos).

¿Qué hizo para conseguirlo? Nótese que él no pone el «Mandamiento principal» como cabeza de la serie, sino que considera a los tres primeros como expresiones de dicho mandamiento, pero para que le queden tres, elimina uno de los cuatro, el referido a las imágenes, considerando que está contenido en el del culto, y desdobla el de la codicia, el último, separando el aspecto del deseo sexual de la mujer ajena (9) del deseo de poseer lo ajeno (10), que no está divididos en absoluto en el Decálogo bíblico, ya que la cuestión matrimonial/sexual está cubierta por el sexto, y el 10 sólo se refiere al deseo de posesiones. Una división sutil y significativa la de san Agustín, pero que se carga el texto, y -creo yo-  también el espíritu de la ley, al introducir un mandamiento desdoblado que cae fuera de la expectativa del Decálogo, y eliminar uno que estaba muy en consonancia con ese espíritu.

En fin, cargarse la letra y el espíritu, para conseguir la geometría. San Agustín, que escribió miles de páginas, metió la pata en varias, como tiene que ser, como le ha pasado a toda persona que escribe mucho. Su enorme autoridad hace que uno se lo piense antes de declarar que algo que dice san Agustín está equivocado; me parece muy bien. Pero no sé de ninguna promesa de Jesús de infalibilidad a San Agustín, y 15 siglos de pensarse el asunto posiblemente sean más que suficientes como para que la Iglesia pueda, con la libertad de saberse humana y errante, decir con sencillez: "antes se enseñaban los mandamientos de tal manera, por la enorme autoridad de san Agustín, sin embargo, deseamos retomar la Biblia en su puridad, ya que precisamente el único fundamento que hay para no considerar abolidos los diez mandamientos son su expresión bíblica, son que provienen "del dedo de Dios"; los mandamientos de la Ley de Dios son, por tanto...." ¡y ya está! nadie se va a morir porque alguna vez reconozcamos una metedura de pata.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Excomunión

Leía recién una carta de Simone Weil que no consigo recordar en qué otro contexto había leído, pero que en aquel momento este párrafo que citaré no me llamó la atención:

«Cuando [la especulación intelectual] se mantiene en el ámbito de la especulación puramente teórica, tienen [la Iglesia y/o el Estado] también el deber, llegado el caso, de poner al público en guardia, por todos los medios a su alcance, contra el peligro de la influencia práctica que ciertas especulaciones pueden tener sobre la conducta. Pero cualesquiera que sean esas especulaciones teóricas, ni la Iglesia ni el Estado tienen derecho a tratar de asfixiarlas o a infligir a sus autores ningún daño material o moral. En particular, no se les debería privar de los sacramentos si los desean. Pues sea lo que fuere lo que hubieran dicho, aun cuando hubiesen negado públicamente la existencia de Dios, no han cometido quizá ningún pecado. En tal caso, la Iglesia debe declarar que están en el error, pero no exigir de ellos nada semejante a una retractación ni privarles tampoco del Pan de vida.»

Creo que ha acertado con exactitud en el centro de un problema que arrastramos casi desde el principio: la pecaminosa tendencia de la Iglesia (y de cada uno de nosotros en tanto Iglesia), de quitarle el sitio a Dios y sentarnos en su lugar. Yo no entiendo en absoluto las leyes que rigen la ex-comunión; excluir a alguien de la comunión de la Iglesia en el sentido místico, y en concreto de su medio sacramental: la comunión eucarística, me parece una monstruosidad y un abuso de poder, de un poder que no es el de los hombres sino el del propio Dios. Lo digo con todas las letras y consciente de lo que estoy diciendo.

Pero más monstruoso me resulta que algún cristiano públicamente aulle de placer porque la Iglesia excluye a otros de la comunión, se alegre y aplauda porque por fin Müller restableció el orden y se puede seguir considerando excluidos a los divorciados en nueva unión. ¿cómo puede alguien sentir la verdad de la Iglesia sobre la base de que esa verdad se expresa como exclusión?

Posiblemente la exclusión humana de la Iglesia sea algo necesario, y en esa medida, aceptable (por ejemplo, impedir que el hereje hable en nombre de la Iglesia). Quizás haya algún caso teórico en que la Iglesia se sienta en el deber de prohibir a uno de sus miembros la comunión (con sinceridad, no se me ocurre ninguno, ni el caso de un hereje), pero de allí a considerar normal que en la Iglesia haya gente que no puede acceder de manera regular, por su personal debilidad moral, al único medio establecido por nuestro Señor para sobrellevar e incluso curar la debilidad humana... ¿en qué cabeza cabe? o mejor, ¿en qué corazón cabe? ¿tan comido el corazón por la doctrina, los libros, los razonamientos, las leyes en definitiva, que no se siente en lo hondo de la fe cristiana el primado del bien de la persona y de la caridad concreta y la misericordia hacia la persona por sobre cualquier otra determinación?


N.B: toda la carta de donde proviene la cita, que forma parte de la autobiografía de SW, es impresionante; se puede descargar de aquí (el archivo se llama Autobiografía, pero no trae todo el libro sino sólo la carta)

jueves, 24 de octubre de 2013

Notas sobre la Inversión

Me decías, Hernán, que las tuyas eran notas que no requerían respuesta. A mi vez me puse a anotar tus notas, y quedaron estas notas, así que haz de cuenta que no son una respuesta :-)

Más claro, y también más audaz y espinoso -no digamos de caer con estos planteos en InfoCatolica (los aullidos de repulsa congestionarían la red) pero, digamos... un Ratzinger, no termino de ver que esté muy en línea.

Jajaja, hombre! la iglesia tóxica no necesita llegar a un post como este para crucificar a gente como yo, con cualquiera de mis anteriores ya tendrían para hacerse un banquete.
En cuanto a Ratzinger, no lo sé, es difícil separar en él la audacia del Pensador de la rigidez del Prefecto y la posterior prudencia del Pastor. Aunque no soy un sistemático seguidor de sus escritos, me da la impresión de que, sobre todo en sus años de pontificado, caminó mucho en la dirección de la admisión de la autonomía del mundo. El texto que cité de su encíclica sobre el amor me dejó en su momento sobrecogido, no sé si se ha calibrado la enorme novedad que representa el incluir el Eros en la serie ascendente del amor divino; y la calificación de "divino" entre comillas indica que no está pensando en el amor divino en el sentido clásico de la literatura espiritual-teológica, sino de una divinidad que se aplica de una manera nueva.
También cuando hablaba de laicicidad (en el sentido político) buscaba expresar la autonomía del mundo, recuerda cuando habló de "sana laicicidad" nada menos que con Sarcoszy!... cuando la iglesia tóxica se llenaba la boca repitiendo que sólo había hablado de "sana" y que por tanto había una laicicidad enferma, no calibró con quién y en qué contexto se estaba hablando de "sana" laicicidad, es decir, a qué estaba llamando "sana" :-)
Por lo demás, la "prudencia pastoral" no sé si debe ser así o no, pero con frecuencia, y sobre todo con los papas, se traduce en una lisa y llana ambigüedad, que permita a cada sector de la Iglesia tirar de la manga de la sotana blanca y quedar casi todos conformes, aunque nunca del todo.

Es verdad que en el fondo todos los creyentes que nos interesan estas cosas aspiramos a la teo-nomía del mundo, no a su auto-nomía. Pero esa teo-nomía tal vez sea alcanzable al cabo de la auto-nomía (unos serán más optimistas que otros en ese punto), nunca al cabo de la hetero-nomía moralinera y tóxica. ¿Y si la teo-nomía fuese simplemente el Reino?
Sobre estas tres creo que trabaja "Moralidad y algo más" de Paul Tillich, aunque lo recuerdo vagamente, no fue lo que más me interesó de él.

De Belloc leí otros, pero creo que "El Estado servil " no, anoto- la verdad es que B nunca me cayó muy bien.
Jajajaja, si, provoca cierto rechazo si uno es un poco sensible. Te cuento una aneda: el primer libro que compré de él fue "Europa y la fe", y solo porque estaba de oferta en la librería Libertador, de calle Corrientes, y compraba tanto por semana y me conocía tanto lo que ofertaban, que estaba aburrido. No conocía al autor. Cuando llegué a casa y lo abrí, y leí "Europa es la fe y la fe es Europa" -la frase inicial- lo odié con toda mi alma. No porque odie a Europa, ni muchísimo menos, pero con todo lo que amo a Europa (al menos a cierta Europa, quizás románticamente ideal), más amo la fe, y no podía leerla así instrumentalizada. Con otro libro lo hubiera simplemente descartado, pero a este lo odié, así que lo pasé a prisión: a sostener un estante enclenque de libros, "no para castigo, sino para reeducación del reo". Llegada una mudanza, años después, reapareció, lo abrí, lo leí con cierta atención, y me cautivó, era ya más grande y podía comprender cierto nivel de ironía -inexpresable en otras palabras- que estaba contenido en la frase dichosa. Ninguno de sus libros, de todos modos, llegó nunca al nivel de fascinación que me produjo la lectura de El estado servil, aunque desde hace unos cuantos años no he vuelto a verlo, porque es difícil de conseguir, y sólo lo he tenido en fotocopias.

* * *
Vayamos a lo más medular de tus notas:
"nuestra apuesta por la inversión del paganismo, preparó el terreno para una repetición en un nuevo nivel" La duda (obvia) es si al cristiano le cabe festejar esto, imaginar que ese "grandioso fruto" y esa "completa autonomía" es una especie de progreso o de resultado providencial - o sólo una problemática aplicación de aquello de que "Dios saca bien del mal".

Depende de qué idea del cristianismo se tenga, cómo se reciba el mandato de Jesús de construir la Iglesia. Desde el punto de vista del Reino, entiendo que es trascendente de manera absoluta; "mi Reino no es de este mundo" lo recibo no en sentido fuerte sino fortísimo. Entenderás por qué no me gusta hablar de "distancia infinita": una distancia, aunque sea infinita, es algo inmanente.
Desde ese punto de vista, sólo nos tocaría algo que tenga que ver con construir este mundo, si Dios lo pide, como parece haberlo hecho a través de "signos de los tiempos" en el siglo IV-V. Fuera de eso, no deberíamos ser como el perro del hortelano, ¿por qué habríamos de sentir envidia de que el mundo busque a Dios y lo encuentre a su manera, y lo refleje en sus instituciones y en su vida a su manera? (esa manera necesariamente va a diferir de la nuestra, si no sería evangelio y no mundo). Dios mismo desperdigó "semina verbi", ¿seremos nosotros los malvados segadores que quitan -o envenenan, intoxican- esa semilla antes de tiempo, sólo porque no nos la dieron a nosotros para sembrar?

Ya instaurará Dios mismo su Reino definitivo, donde sea todo en todos, y lo hará a su manera, tomando de cada uno lo que desee tomar; de nuestra obra -quizás-, pero también de la de los demás: "si yo quiero que se quede aquí hasta mi venida, ¡a ti qué?". No me atrevo a poner ningún límite a su obra, al contrario, me alegra que incluso en lo que parece más alejado de Dios se esté de alguna manera trabajando por el Reino, aun sin saberlo.
A esta comprensión del Reino como absolutamente trascendente le va como anillo al dedo la visión de Papa Francisco sobre la Iglesia en este mundo como restañheridas, como hospital de campaña. Es verdad que su expresión y claridad no llega a la altura de BXVI, pero ¡cuánto ha dicho con solo esa imagen!
Sin pretender haberme adelantado a nada, yo había comenzado a contemplar (lentamente, con muchos años y peldaños) de esa forma a la Iglesia a partir de una frase del cínico Jean-Baptiste Clemence, de la Caída de Camus:
«yo más bien vería a la religión como una gigantesca empresa de lavandería, algo que por otra parte ya fue brevemente, durante sólo tres años, y no se llamaba religión. Desde entonces falta el jabón, tenemos la nariz sucia y nos limpiamos los mocos mutuamente.» (La Caída, creo que jornada V, aunque no están numeradas en la edición electrónica que uso ahora).

¿Cuál es la misión de la Iglesia? ¿hacer presente el Reino en el mundo? ¿de qué manera? ¿transformando el "mundo" en "Reino"? ¿pero es eso siquiera posible manteniendo la trascendencia del Reino? ¿anticiparlo en la forma de "figuras" destinadas a perecer? es MUY difícil articular la misión de la Iglesia con la trascendencia del Reino y con la dialéctica de un hombre que está ya redimido y a la vez es y se mueve en el horizonte del pecado (la gran intuición de Lutero, que nunca le hemos agradecido: "simul justus et peccator", al mismo tiempo justo y pecador).
Este hombre que somos todos, que somos cada uno, produce pecado, a cada paso, pato criollo más que hombre. Este hombre que somos no puede dejar de dolerse y afligirse de su pecado, a la vez que de producirlo. La frase de Isaías que retoma Jesús en el inicio de su ministerio (según Lucas) articula a la perfección la misión de la predicación con la trascendencia del Reino:
«anunciar a los pobres la Buena Nueva, proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.» (Lc 4,18-19, de Is 61,1-2)
La cita de Isaías continúa: «para consolar a todos los que lloran, para darles diadema en vez de ceniza, aceite de gozo en vez de vestido de luto, alabanza en vez de espíritu abatido...»

En suma, creo que la Iglesia en este mundo está para dar, no para exigir, ni siquiera en nombre de Dios. Entiendo que puedo estar muy equivocado en esto, pero de momento es lo que pienso, y lo que mi pobre experiencia de evangelización me va mostrando que hace presente el poder de Dios. En vez de sonarnos los mocos unos a otros, está la Iglesia para hacerlo, ¡y en nombre de Dios! (venid a mí todos los que estáis agobiados...).
¿Acaso Jesús no exige? sí, Jesús, él puede hacerlo, nosotros, creo que con ofrecer la palabra trascendente en la que él exige, tenemos más que suficiente, a partir de allí, el que pueda con ello, que se sienta exigido, y el que no, consolado. ¿Por qué aguardamos un juicio final, si nosotros lo anticipamos cada día juzgando -con pretendidos criterios religiosos- al mundo y a los otros?

Poco después, la cita de Camus dice: «Le voy a decir un gran secreto, querido amigo. No espere el Juicio Final. Tiene lugar todos los días.» ¿Por qué introduciremos nosotros más juicios, si ya el mundo se juzga y se condena a cada minuto? Lo nuestro no es recordar el juicio divino, sino la Clemencia que lo ha aplazado, el Año de gracia: «La paciencia de nuestro Señor juzgadla como salvación» (2Pe 3,15)

Yo no sé si la inversión posmoderna dará lugar a un "adviento inmanente", a una época de manifestación de Dios. No soy especialmente optimista en nada, y en esto, no tendría en qué basarme para ser optimista, desde luego que no en la historia humana... Aunque si te lo piensas, el elogio del Martirologio Romano del 25 de diciembre, el precioso y antiquísimo pregón navideño (las Kalendas), dice:
«estando todo el orbe en paz, Jesucristo, Dios eterno e Hijo del eterno Padre, queriendo consagrar el mundo con su piadosísima venida, concebido del Espíritu Santo, nueve meses después de su concepción, nace en Belén de Judea, hecho hombre, de María Virgen»
¿No es una belleza? ¿Por qué no va a poder el mundo alcanzar -aunque sea inmanente y provisoria- su paz? ¿por qué no se va a manifestar Dios, que tantas veces en la historia, desde la Creación hasta ahora, se manifestó 'polymerós kai polytrópos', de muchas maneras y modos, como dice Hebreos 1,1? No estoy hablando de Milenios, no creo en ellos, pero sí creo en la verdad contenida en el ansia mundana de milenios: la manifestación de Dios es posible -aunque no definitiva- en este mundo:

«La vida es la tarea del hombre en este mundo,
Y así como los años pasan, así como los tiempos hacia lo más alto avanzan,
Así como el cambio existe, así
En el paso de los años se alcanza la permanencia;
La perfección se logra en esta vida
Acomodándose a ella la noble ambición de los hombres...»

Un poema de Hölderlin que lleva el significativo título de Zeitgeist (Espíritu del tiempo, sabes que me es una expresión predilecta, precisamente la conocí en su momento con esta poesía)

No creo que debamos mirar con rabia ni con envidia si el mundo progresa por sí mismo -si es que progresa-, y más bien con pena que con espíritu de "ya lo decía yo", si no lo hace. ¿Festejar? ¿por qué no? ¿no festejamos que se descubran vacunas, a pesar de que todo eso consolida la autonomía del hombre, e incluso lo aleja de los motivos (falsos) con los que la religión infantilmente lo tuvo retenido por siglos? ¿no consagran los descubrimientos científicos la sensación de que Dios no es necesario? y sin embargo los festejamos.
Es verdad que quizás algunos los festejan con espíritu de "Dios escribirá seguramente derecho incluso con esas líneas torcidas", pero creo que lo podemos festejar en su verdad: si cae una falsa imagen de Dios, es porque queda preparado el terreno para una más verdadera. Si perdemos poder, ganamos verdad, en fin, de todo punto de vista, la autonomía del mundo, sin ser la verdad trascendente, sin ser el Reino, es una ganancia y un acontecimiento de gracia para todos, entre tanta desgracia, aunque solo nosotros nos demos cuenta de ese aspecto de ser "de gracia".

Lo que sigue en tus notas, creo que está ya contenido aquí.

miércoles, 23 de octubre de 2013

La inversión explicá

Ay ay! si Hernán no lo entendió, estoy como Houston, tengo un problema... Dices:
"fórmula bastante parecida a la inversión posmoderna"
Todo muy bien, pero no acabo de veo cómo encaja eso, no habías hablado de ninguna inversión posmoderna sino de la inversión cristiana ¿Estás poniendo que el -digamos- posmodernismo está revirtiendo la inversión cristiana y volviendo a la formulación pagana? No lo veo.

Contesto a este comentario en un nuevo post más que nada por la extensión de la respuesta.

El artículo tiene trampa: parece que va a hablar de la inversión cristiana, pero el centro es la inversión posmoderna:

El amor es un dios --> Dios es amor --> El Amor es Dios

La inversión posmoderna no es exactamente una reversión, sino una recuperación en un nivel de mayor profundidad de la verdad contenida en el paganismo. Hemos acompañado al mundo mezclándonos con él (en instituciones, formulaciones, políticas, etc) y propiciando el descubrimiento de una dimensión de mayor profundidad, de la que el propio mundo es capaz; y ese acompañamiento ha dado un grandioso fruto: un mundo que ha quedado habilitado para encontrar a Dios por sí mismo, en el mismo lugar donde antes encontraba al ídolo.
Llegados a un punto, el mundo puede ahora invertir la fórmula cristiana, y en esa inversión adquirir su completa autonomía, ya que el amor es una experiencia que se realiza en todos los seres, en diversidad de grados, desde lo más mínimo, y no requiere de ninguna convicción ni afirmación previa, externa, trascendente, ni de nada que lo motive o suscite. Posiblemente haya que decir que es el primer trascendental del ser viviente: donde algo vive, ama.

* * *

Algunos autores señalan que la pérdida de la fe cristiana como base de la sociedad [occidental] no hará sino propiciar el retorno del paganismo. No tomemos los subproductos tribales, sino los grandes autores de esa línea, como son un Chesterton o un Belloc. Este último lo plantea con todas las letras, en un ensayo de 1913 (quizás me equivoque de año, poco más o menos) realmente apasionante: «El estado servil». Su tesis es que la retirada del cristianismo [como base de las instituciones de Occidente] traerá necesariamente el retorno de la institución básica del paganismo: la esclavitud; ya que los valores paganos no están pensados para ser ejercidos por una gran cantidad de seres humanos, sino por un pequeño núcleo de ciudadanos, que requiere una ingente masa de esclavos a su alrededor.
Eso lo desarrolla de manera muy sugestiva, con multitud de ejemplos, muchos de los cuales los vemos realizarse en el estado neoliberal a la vista de todos. No se ha restaurado la palabra "esclavo", pero en muchísimos aspectos la evolución del mundo 100 años después de esa obra parece darle por completo la razón.
Por mi parte soy un fan de ese escrito, sobre todo porque me parece visionario en lo fenoménico. Sin embargo creo que en lo profundo contiene un fallo fundamental: suponer que en la historia ocurren repeticiones exactas. Ocurren, sí, recuperaciones, pero no repeticiones. Tal vez le cabría a ese fenómeno el nombre de "repetición", pero sólo en el sentido kierkegaardiano del término, es decir: repetición en otro nivel, en una nueva dimensión de realidad.
Por supuesto que no es fácil hablar de estos temas ahora, puesto que nos encontramos apenas en la posmodernidad, y una época postotra es apenas una nada con un impulso uniformemente acelerado. Sin embargo creo yo que el descubrimiento que el mundo va haciendo de que "el Amor es Dios", contiene esa repetición con salto de nivel que permite augurar la epoca futura con algo de esperanza (humana), no exenta, desde luego, de ambigüedad.
Tomo la fórmula "el Amor es Dios" de Bergman, porque la expresa con claridad. No es, desde ya, el único poeta que a lo largo del siglo XX y comienzos del XXI ha cantado el advenimiento de algo que no sea ya postotro. El cine de Bergman me parece especialmente revelatorio en ese punto, y la fresa del postre es el uso literal de la fórmula invertida, tan cercana a ese lenguaje de la encíclica de BXVI, lejana por lo demás a Bergman en el tiempo, el espacio y el entorno espiritual.

* * *

De todos modos yo no estoy especialmente interesado en el destino de este mundo. Me da lo mismo si dura un año que cien mil. Lo que sea que se haga en este mundo deseo que se haga desde la mayor verdad posible, pero si el mundo desea restaurar la esclavitud, y comerse unos a otros con ensalada, allá ellos. Como cristiano no soy ciudadano de este mundo en sentido estricto, sólo tengo que soportar sus contradicciones. Pero sí me preocupa la cuestión por dos aspectos:

-Porque se nos encargó el mundo por algunos siglos, unos 14 (si tomamos muy imprecisamente del V al XIX), y es de malnacidos lavarnos las manos de las contradicciones en que queda encerrada la posmodernidad. Suponiendo que fuera cierta la tesis de Belloc (y que el catolicismo tóxico internético da por excelente sin siquiera molestarse en pensarla), muy mal lo hemos hecho del momento en que nos retiramos y todo (supuestamente) se cae y revierte hacia el sinsentido. Si llegara a tener razón Belloc en lo profundo, la tiene contra la verdad de todo lo que afirma el catolicismo tóxico como grandes realizaciones cristianas del pasado.
Por el contrario, lo que afirmo es que nuestro paso por el mundo, nuestra apuesta por la inversión del paganismo, preparó el terreno para una repetición en un nuevo nivel, para una inversión que abre las puertas a una convivencia humana de otra especie, que no es la del paganismo, aunque no me chupo el dedo: no digo que eso esté ya a la puerta, ni mucho menos que se vaya a lograr automáticamente.

-El otro aspecto que me preocupa es en qué medida seremos capaces nosotros, en el mundo pero no-del-mundo, de acompañar a este mundo en su proceso de identidad. Siendo ante todo capaces de mantener la nuestra, de convocar (especialmente por contagio) a otros al anticipo del Reino y su específica alegría, sin convertirnos en los amargos aguafiestas que contraponen una civilización a otra, lo que además implicaría la enorme mentira de confundir el Reino con una conquista social y cultural.

martes, 22 de octubre de 2013

La inversión


El paganismo llegaba a formular que el amor es un dios. Es a lo más a lo que puede llegar la religión natural, ese impulso interior y espontáneo hacia el misterio último -dirían unos-, o hacia la ilusoria redención de nuestra debilidad -dirían otros-. El amor, una fuerza entre tantas otras de las que que pugnan por atraer y conducir al hombre; el valor, el deber, la sabiduría... cada una de ellas queriendo llegar a ser el principio de los principios. De entre todas esas fuerzas, sin embargo, el amor parece la más extraña, la más híbrida, ¿es racional, en tanto conduce al logos, la razón del hombre, a la unidad? ¿o es irracional, en tanto, tocado por él el hombre pierde todo freno, brida y vergüenza?
El paganismo no podia resolver esto, y ahí lo tenemos al pobre Platón haciendo esfuerzos por fundar en el Amor la redención del hombre en la alta contemplación del Bien (Banquete, Fedro), aunque sin perder la oportunidad en esos mismos diáologos de mofarse un poco de las locuras del amor.

Si hubiera que decir un aporte del cristianismo a la cultura humana, que merecería subsistir incluso aunque la fe cristiana fuera falsa, es la inversión: Dios es amor. Eso que buscaba la cultura natural expresar: cómo es que eso que sale del hombre, parece que le es a la vez ajeno, exterior, viene de atrás, de lejos, de arriba. El cristianismo lo expresó con esa sencilla fórmula: Dios es amor.
Sin embargo no es una mera fórmula, es un nuevo principio, un nuevo punto de partida, un nuevo lugar desde donde comenzar a construir una existencia con sentido, con un nuevo sentido. Si Dios es amor, aquello en lo que se trasluce el amor, está teñido de divinidad. Las instituciones más elementales de cualquier sociedad deben por fuerza quedar trastrocadas por esta inversión.
Tomemos por caso la institución del matrimonio. En el Derecho Romano es una cuestión "de hecho": dos personas forman un matrimonio porque afirman estar casadas, o porque conviven como tales, se profesan un afecto y respeto matrimoniales, y llevan una comunidad de vida, que incluye alguna forma de comunidad de bienes. Recién cuando la cuestión de la unión de dos personas tiene necesarias consecuencias patrimoniales, como en la unión de dos patricios, el matrimonio requiere ser una institución "de derecho".
No es el sitio ni el contexto para desarrollar la complicada cuestión del matrimonio en el Derecho Romano (ni mucho menos en el derecho antiguo, más amplio), con sus diversas etapas de evolución; lo que me interesa destacar es que para el antiguo el amor conyugal (la affectio maritalis) crea el hecho, no el derecho, el derecho proviene de la cuestión patrimonial.
Pero en tanto el cristianismo aporta como novedad que Dios es amor, saca también unas primeras consecuencias prácticas: lo que une a Dios con el mundo no es entonces la relación de servicio del hombre hacia él (que es la perspectiva de la religión "natural"), sino el afecto de Dios hacia lo suyo, su mundo, su creatura humana. De allí a presentar la relación de Dios con el hombre como «matrimonio» hay un solo paso, y lo da San Pablo, cuando ve en la unión de dos esposos un "mysterium" de la unión de Cristo con su Iglesia. Por tanto la «affectio matrimonialis» no es sólo una nota indicativa de una unión estable, sino el verdadero centro de esa unión. Fue el cristianismo el que poco a poco y por sus propias necesidades mistéricas puso en el centro del matrimonio el amor.
De todos modos, las consecuencias de la inversión se dejan ver en todos los aspectos de la sociedad, en todas sus instituciones, no sólo en el matrimonio.

Ahora bien, estamos en una epoca postcristiana (puede ampliarse la cuestión con esto y esto). No significa esto que ya no hay fe cristiana, sino que el cristianismo ni informa la civilización, ni es convocado para interpretarla. Aunque algunos no se resignen a esto, hemos vuelto a ser lo que somos: una fe. No somos los intérpretes autorizados de la Naturaleza, no somos los campeones del Sentido Común... somos creyentes que tienen una interpretación (por cierto bastante paralógica) de la existencia, y a quienes -aleccionados por la fe en la resurrección de su Maestro- anima la esperanza de que todo esto que nos rodea, que parece marchar hacia menos vida, marcha hacia más, hacia toda la vida posible, hacia Dios todo-en-todos.
La época moderna fue la última parte de la era cristiana, que acabó, creo yo (las fechas de estos acontecimientos son siempre extremadamente discutibles), en el siglo XIX. Nos encontramos encaminados ahora hacia donde no sabemos, conducidos por nadie. A falta de nombre llamamos a nuestra época "postmoderna", lo que no quiere decir demasiado, sólo que lo antiguo ya no vige, y no hay nada nuevo que lo haga.

Sin embargo, bajo un aspecto creo que va despuntando algo nuevo, una nueva fuente de valores seculares que (para nuestro consuelo) emerge de la inversión misma operada por la fe cristiana. Como siempre: "lo que permanece lo fundan los poetas", así que es entre ellos donde corresponde buscar eso nuevo.
Bergman (me refiero a Ingmar) habla a propósito de sus películas de crisis religiosa-existencial del 60 (El manantial de la doncella, Los comulgantes, Como en un espejo, El silencio...) de una "certeza conquistada" en "Como en un espejo" (titulada impropiamente en Argentina "Detrás de un vidrio oscuro"); esa certeza es una nueva inversión: El amor es Dios; y lo desarrolla así: «El que está rodeado de amor, también está rodeado de Dios.» (Imágenes, pág 217; el tema lo desarrolla en pág 210 y ss. con su característica neurosis de autoinfravaloración).

No ser podría haber alcanzado esto sin el cristianismo, pero esto excede al cristianismo, se transforma por su propia fuerza en un valor secular, capaz de movilizar todas las fuerzas humanas, independientemente de la fe. La religiosidad natural lo intuye, pero su radicalidad no había llegado nunca a ser adecuadamente desvelada. Esta radicalidad es capaz de dar lugar a nuevas instituciones, pero también a una nueva alegría común: si el amor es Dios, nadie, ni el más abyecto de los hombres, está exento de una experiencia de Dios posible y a la mano.

Un delicado guiño de ojo a la nueva época que va despuntando lo hizo, para quien deseara oírlo, la encíclica de Benedicto XVI "Deus Caritas", que desarrolla (a lo que creo por primera vez de manera oficial) la articulación del "eros" en la serie del amor que alcanza a Dios, de manera que puede incluso terminar su primera parte con una fórmula bastante parecida a la inversión posmoderna: «El amor es "divino"» ("divino" lleva comillas en el original).

¿Seremos capaces, desde nuestra experiencia de un Dios que es Amor, y en la convicción del carácter «divino» del amor, de acompañar al mundo que emerge en la creación de intuiciones e instituciones propias de un Amor que es Dios?

viernes, 18 de octubre de 2013

Caminos

Francisco que borda cuestiones interesantes sobre la idea, y yo que tengo interés en este tema y ganas de escribir (lo que no siempre ocurre). Una mezcla explosiva, así que allí vamos con otra cuestión surgida de este post. En realidad hay que aclarar: la respuesta de Francisco comprende dos planteos, naturalmente cercanos entre sí, pero creo yo que separables. Como el segundo no me termina de quedar claro, mientras espero una aclaración trataré en este post sólo del primero.

Afirmas que "el criterio del Evangelio no es escoger un acta fundacional, una "constitución", y ser coherentes con esa letra..."
Después afirmas que la Palabra de Dios entrega un designio creatural que incluye "un ideal de matrimonio heterosexual, monógamo e indisoluble"
A mi me parece que ese designio creatural hace las veces de constitución.

Es verdad que muchas veces se presenta el "plan de Dios sobre el hombre" como una especie de camino trazado de antemano, que el hombre está obligado a recorrer, si quiere ser santo; en este plan de Dios (que tiene sus componentes para toda la humanidad, y sus aspectos designados sólo para mí, mi "vocación personal") entraría como uno de sus momentos esenciales el designio creatural.
Eso no es otra cosa, creo yo, que reeditar la vieja fórmula de la salvación por la ley, desechada por san Pablo, y con él por  la fe cristiana, que no entendió la solución paulina como una mera "idea de escuela", contrapuesta a otras posibles. ¿Qué rechaza san Pablo cuando rechaza la "salvación por la ley"? En definitiva lo que rechaza es que la llave de la salvación esté en manos del hombre: si cumplo, me salvo, si no, me pierdo. Si realizo "el plan"...
A eso me refería cuando decía que el criterio no es escoger una constitución o un acta fundacional, al modo como en nuestras democracias formales se llama "justo" a lo que cumple con la constitución, aunque sea ella misma un semillero de injusticia.

Transcribo lo que escribí en otro sitio acerca del "plan de Dios":
«Todo lo que decimos de Dios debe pasarse por el registro de lo paterno para poder entenderlo mejor. Incluso aunque la paternidad humana es limitada y no está exenta de egoísmo, es quizás la relación humana de mayor autodonación y gratuidad (cuando digo "paternidad" me refiero a los dos complementarios, padre y madre: también la Biblia habla de Dios en los dos términos, por ejemplo Isaías 66,13, Oseas 11).
Todo padre tiene un plan para sus hijos, pero ese plan no es el de una arquitectura cerrada, donde el hijo se limita a ejecutarlo. En sentido paterno, tener un plan es abrir un ámbito protectivo donde el hijo, a través de su propia libertad y con el uso de sus propias facultades, va realizándose a sí mismo, y abriéndose a los demás, descubriendo la verdad de los propios deseos e inclinaciones.
El plan de Dios sobre cada uno de nosotros, sobre la humanidad en conjunto y sobre la entera creación, es el plan propio de un Padre, no de un arquitecto: somos nosotros los actores de ese plan, es decir, los que nos movemos en el ámbito protectivo de su providencia y bondad, y vamos descubriendo, en diálogo con él, la verdad de nosotros mismos, y cómo realizar eso que en el fondo somos: seres de amor.» (el original de este texto, aquí, preg. 10)

Cuando hablo de un "designio creatural" vinculado a la matrimonialidad en la diferencia (heterosexual), la promoción del "alter" a su entera dignidad (monógamo) y la fidelidad al propio camino trazado (indisoluble), lo entiendo en este sentido de un ámbito protectivo y dialógico en el que el hombre podrá descubrirse a sí mismo en reclamos verdaderamente limítrofes; sobre todo la comprensión y acogida en mi interior de un otro que me es totalmente otro, casi como un Dios (¿no resuena aquí la frase de san Pablo: el casado se preocupa de cómo agradar a su mujer, y lo mismo la mujer, de cómo agradar al marido? entendido de manera positiva, sin el deje dualista con el que puede leerse ese pasaje paulino, 1Cor 7,32-35). Yo creo que el reclamo de este tipo de matrimonialidad "trascendente" está presente siempre, en toda pareja, incluyendo en parejas homosexuales.

Otra cosa es si todos pueden con ello, y sobre todo, si las instituciones sólo tienen que reflejar el ideal, o pueden atender a situaciones más diversas y menos ideales, pero acordes a la pesada carga de la existencia en este mundo. Si me preguntas por ello, te diré que cualquier concreción institucional del matrimonio como designio creatural se queda tan corta, resulta tan lejana al sentido de esa matrimonialidad, que pienso que da juego para el surgimiento de otras formas de relación, formales o informales.

Estaba releyendo -a propósito de un post de ayer- un capítulo de esa magnífica obra de von Balthasar, «La verdad es sinfónica», el que se refiere al pluralismo en la ética (pág 73ss), y te lo recomiendo porque plantea muy bien el dilema a resolver en una ética que tiene que atender a la vez el ideal de perfeccción abierto en el designio creatural del hombre, y la acogida de todos (justos y pecadores), sobre la base de un mismo y único mandamiento (trascendente) del amor. Von Balthasar rechaza dividir la ética en una para "los perfectos", y una para "los pecadores", pero finalmente no termina más que presentando los términos del problema.

Pienso que la cuestión fundamental es no partir de la ética, sino de una pragmática: aceptemos que las instituciones no expresan propiamente la verdad de las cosas, apenas si la reflejan... a veces... Quizás las instituciones cristianas, en vez de ser propuestas y vividas como manifestación del ideal, podrían (¿y deberían?) ser propuestas como expresiones de ese ámbito protectivo paterno en el cual Dios Padre nos llama a realizar su verdad en la medida de las posibilidades de cada uno, y acorde con el ideal aceptado por la comunidad, en diálogo con lo que a cada paso la conciencia del hombre encuentra como adecuado y posible para sí.

El juicio sólo pertenece a Dios. La salvación también.