lunes, 30 de junio de 2014

Tiempos oscuros

El Huffington Post publicó ayer que por fin el gobierno contestó al ofrecimiento que hizo la directora del Canal Historia de dotar sin cargo de testículos al león Daoíz, uno de los dos que enmarcan la entrada del Congreso de los Diputados, en Madrid, y que no tiene testículos.
En 2012 el Canal Historia había comenzado a investigar por qué no estaban, y si era producto de un robo o cuál era la razón. Y llegó a la conclusión de que «no existía razón artística, histórica, biológica o de cualquier otro tipo que justifique la ausencia de ese elemento». Es entonces que la directora del canal ofreció colaborar para que el león estuviera «completo».
Desde el gobierno declinaron el ofrecimiento, haciendo prevalecer el criterio de que la ausencia de elementos en una obra de arte, por rotura o cualquier otra causa, forma parte de la historia de la pieza, y de que incluso en este caso una intervención actual en el bronce podría ser contraproducente.
Lo que llama la atención es que ninguno se haya planteado que los dos leones estén representando a Atalanta e Hipomene, la pareja convertida en leones por la diosa Cibeles para evitar que se amaran (Robert Graves, Los mitos griegos, 80l). Uno de los cuales (Atalanta) carecería, naturalmente, de testículos.
Yo no sé si Daoíz y Velarde representan a Atalanta e Hipomene, pero da la impresión de que el hecho de que a uno de los dos leones le falten los testículos, y que no haya en la historia registrado ningún robo, deterioro o fallo al respecto, debería llevar la investigación por ese lado. Quizás en los papeles que se conserven acerca de su hechura (no son tan antiguos) se pueda encontrar alguna alusión del artista al proyecto.
No entiendo que a nadie del canal Historia, ni del Ministerio de Cultura se les haya dado por preguntar lo más obvio: ¿no será que esta obra de arte es exactamente así?

jueves, 26 de junio de 2014

La nueva kakangelización


En griego "kakón" (que significa malo, torpe, etc.) se usa como prefijo opuesto a "eu" (que significa bueno, adecuado, etc.). Así que si "eu-angelion" es una buena noticia -y para nosotros la Buena Noticia por excelencia: Jesús=Dios con nosotros-, "kak'angelion" vendría a ser una mala noticia; y tal vez la mala noticia por excelencia: estamos perdidos, en la sombra y la tiniebla, deambulando en el vacío.
Cualquiera diría que la palabreja me la inventé yo, pero no: aparece ya en Plutarco y en Esquilo. Es que esto del vértigo de la tiniebla, de sentirse más perdido que salvado, confiar más en la oscuridad que en la luz es algo bastante nuestro. El propio Juan dice que «los hombres amaron más las tinieblas que la luz» (3,19). No es tan claro que los hombres deseen salvarse. Y aun peor: que los que están enviados a anunciar la Buena Noticia deseen hacerlo, y no encuentren más bien excusas para kakangelizar.
Gracias a un tuit de Hernán pude ayer leer algunas partes de este libro. Una interesante lectura, que resume muy bien el espíritu de la kakangelización: esta vida es un infierno, y es sólo el anticipo del que en realidad nos espera, dispuesto por Dios para toda la eternidad. Por supuesto, eso no impide que sepamos que también está el cielo, pero así lo enuncia el autor: «para conocer la horribilidad del Infierno es medio muy proporcionado poner los ojos en su contrario, que es el Cielo» (pág. 534) luego viene una descripción a trazos gruesos de los placeres celestiales, tras lo cual vuelve el autor a lo que toca: los infiernos de esta vida, anticipos infinitamente menores a la «oscura cárcel que la infinita justicia de Dios fabricó en la creación del mundo en medio del corazón de la tierra» (pág. 537).

El cometido de la evangelización es anunciar que estamos por fin salvados, que quien lo desea, puede ir a la luz: «los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva» (Mt 11,5), sin embargo andando el tiempo, fueron imponiéndose de a poco las sensibilidades kakangélicas, de tal modo que el anuncio se invirtió: «oh, tú, horrible mundo, tú, que prefieres la tiniebla, ¡estás condenado!».
Y no se crea que aquel texto sobre el infierno constituye una excepción, porque es muy viejo (de 1750). La cosa llegó incluso a textos de devoción, como el tan central «pésame», que todos hemos aprendido de chicos: «pésame por el infierno que merecí, y por el cielo que perdí». Parece muy devoto, pero es horrible, completamente kakangélico, que un cristiano ponga por delante su dolor por el pecado, antes que el perdón que ya le ha sido dado, y la alegría del cielo por la vuelta (otra cosa sería que dijera «por el cielo que podría haber perdido»).
Toda esa predicación del infierno más que del cielo, de nuestro obrar más que del de Dios, de la perdición, más que de la salvación, de la sombra más que de la luz, fue declinando de a poco: simplemente el mundo dejó de escucharnos. Cualquiera pensaría que es porque el mundo no quiere infierno sino cielo, o porque la gente es demasiado optimista... No lo creo. Pienso que sigue valiendo la observación de Juan: el hombre natural ama más la tiniebla que la luz, sólo que no necesita de nosotros para descubrirla. El mayor halago que tenemos los seres humanos para cualquier cosa es afirmar que «vale la pena», con lo cual ponemos la pena y el dolor como moneda de cambio. Ese cristianismo de condena y pesadumbre no es necesario, porque el mundo mismo no experimenta sino la condena y la pesadumbre, ¿qué de nuevo le anuncio si le anuncio eso? «¡A vivir que son dos días!», se dice en el mundo...

Pero llegaron los tiempos de la nueva evangelización. El papa, creo yo, nos está dando un interesante ejemplo de equilibrio en cómo no olvidar los aspectos sombríos que la fe implica, teniendo a la vista el anuncio de la buena noticia, no de la mala. Es decir: implicar los aspectos sombríos sin convertirlos en mala noticia, ni mucho menos en centro del anuncio. No digo que el papa sea el único, ni sea apto para todas las sensibilidades, pero en general es un buen ejemplo de cómo hablar del demonio, de la excomunión, y de las demás realidades «de la sombra», sin hacerlo como centro de la fe, sino más bien como recorte de ese centro luminoso que está a cada paso en sus labios de predicador.
Sin embargo, junto a esta "nueva" evangelización, se está desarrollando también con bastante fuerza una nueva kakangelización, un nuevo modo de predicar las sombras, de amenazar con la condena, o de medir la salvación a partir de la condena. Se trata de todos esos sitios católicos que se dedican a demostrar que el mundo "fue y será una porquería", y a medir su propia santidad y pureza de costumbres con el fango infinito en el que el mundo está sumido. ¡Como si el mundo no lo supiera! ¡Como si cada uno de nosotros no supiéramos -como si no lo sintiéramos a cada instante- que solos estamos perdidos!
Todos estos anunciadores de desgracias, predicadores de la muerte y de las negruras de la existencia olvidan que el mundo no era distinto cuando llegó el evangelio: estaba repleto de los mismos pecados que ahora, y hasta en mayor cantidad. Si tenemos escasas palabras condenatorias de este mundo y sus costumbres en el Nuevo Testamento fue precisamente porque en sus tiempos vitales la fe cristiana no hizo de eso su centro: predicó la gracia y la aceptación sin condiciones, y sólo cuando abrió el camino del amor de Dios en el mundo, los hombres fueron descubriendo las profundidades de ese amor y cómo expresarlo en sus propias vidas, y crearon instituciones nuevas y adecuadas para dar cuenta de ello.

Ese es el camino que debemos seguir, quizás con un nuevo énfasis en la responsabilidad absolutamente personal de ese descubrimiento de amor, que no era el énfasis de la cultura en la que nació el evangelio (y que justifica hablar de la necesidad de una "nueva" evangelización), pero con su misma impronta: hablar de lo que nos toca, y no hablar de lo que no nos toca. Porque no hemos sido enviados para juzgar sino para anunciar la salvación. Un anuncio del que depende nuestra propia salvación.

viernes, 20 de junio de 2014

Un 81% de asesinos...

Ayer leí un tuit (supuestamente) provida, que me dio repeluz y una inmensa vergüenza de tener algo que ver, aunque sea indirectamente, con quienes escriben esas cosas (el sólo hecho de que apareciera en mi TL, aunque no fuera de nadie mío, indica que estoy conectado de alguna manera). Decía:
«El 81% de los andaluces son asesinos de niños», y remitía a este link:  donde el copete de la «noticia» comienza por aclarar: «Según un sondeo del Centro de Estudios Andaluces, el 81% de los andaluces apoyan aborto.»
Es decir que queda claro que para el autor del post, el apoyo a una ley que permite el infanticio es exactamente lo mismo que el infanticidio.
Es tan absurdo, tan fuera de toda perspectiva, de toda consideración honesta de los hechos, en suma, tan ridículo, que luego el propio post consiste en una serie de preguntas donde el autor se cuestiona si realmente los andaluces saben lo que apoyan. Yo más bien preguntaría: ¿no será que el propio autor no tiene la menor idea de cómo relacionar dos hechos y se le ocurre la relación más delirante, lo que lo lleva a no poder siquiera entenderla él, cuánto más a hacersela entender a los demás?
No consumo esa clase de "pensamiento" (llamémosle así, puesto que proviene de un cerebro, órgano mayormente pensante), pero me detengo en este post porque es de lamentar la permanente endecha de los "provida" (muy entrecomillas, cada día una comilla más) porque la gente no entiende las categorías de la lucha pro-vida... ¡categorías que se les sirven en post que equiparan el apoyo a partidos abortistas o a una ley del aborto con el infanticidio!
Hoy leía un post por demás interesante sobre el tema del abuso de niños donde el autor rechazaba de plano que se apliquen indiscriminadamente a los abusadores (y ojo: a los abusadores, no al que vota una ley que finalmente admite el abuso) de "predador" y otra serie de invectivas aparentemente justificadas, pero que en definitiva de lo que hablan es de nuestra nula empatía con la humanidad a la que creemos defender.
Lo dice así, en un párrafo brillante:
And that distinction does matter. Not because it makes statutory rape okay; of course it doesn't. But it does, for example, make the difference between a good man corrupted by his desires and a man who pretended to be good to make his evil more effective. And that difference is important, primarily because different responses are needed, in both cure and prevention, for differing situations. To treat every case of this wrong (or any wrong) as though it were the worst of its kind actually makes things worse, not better; because a response that suits the worst case probably isn't suited to correct the problems of milder, or at any rate different, cases. Which leaves these other cases effectively untreated. And that means that the problem persists.

Debe hacerse la distinción [entre grados de abuso]. No para dar estatus aceptable al abuso: por supuesto que no. Pero sí, por ejemplo, para hacer la diferencia entre un buen hombre corrompido por sus deseos, y un hombre que se hace pasar por bueno para realizar su mal de manera más efectiva [recordemos el caso del fundador de los Legionarios, agrego yo]. Esta diferencia es importante, principalmente a causa de las diferentes respuestas que requiere, tanto en cuanto a la cura como en cuanto a la prevención, para situaciones que son diferentes. Tratar cada tipo de mal (o cada mal) como si fuera el peor de su tipo, es un error, no un acierto. Porque las respuestas que sirven para el peor de los casos, no sirven posiblemente para resolver el caso medio, o de alguna otra proporción en la escala. Esto conlleva a que esos otros casos permanezcan sin tratar. Y eso significa que el problema persiste. (los corchetes con míos, también lo es la pobre traducción)

Volvamos al caso del «asesinato de niños». Entre quienes «admiten» el aborto (y habría que ver si todos realmente lo admiten):

  • hay quienes lo admiten porque es una manera de «normalizar», de «humanizar» lo que ellos/as mismos han practicado. Triste manera, pero no hay necesariamente una aceptación del aborto como tal, sino una fuga hacia adelante de su propio problema interior.
  • quienes lo admiten en el sentido en que teorizan sobre los «derechos» de este o aquel, sin que necesariamente hayan tomado del todo conciencia de lo que está en juego.
  • quienes lo admiten porque viven de ellos (clínicas abortistas).
  • quienes lo admiten porque comen de ello (empleados de las clínicas abortistas).
  • quienes votan en unas cámaras de diputados perversamente sujetas a disciplina de voto.
  • quienes votan a partidos que entre sus plataformas incluyen de manera directa o indirecta el aborto.


Y estos son sólo algunos casos, de muchos más posibles. ¿Se trata siempre de «asesinos»? ¿en el mismo grado? ¿con el mismo significado?
Posiblemente la palabra le quepa al dedillo a los dueños de clínicas abortistas, que representan un muy pequeño (aunque muy significativo) porcentaje de personas que están a favor del aborto, pero entonces, todos los demás han quedado sin tratar: al haber incluido a todos en el registro del mayor, lo que se ha hecho es dejar de entender el problema en su complejidad. Y lo que es peor, se ha rehusado admitir que se pertenece a la misma humanidad donde la separación entre «provida» y «promuerte» es sólo un peldaño, en realidad una minúscula mancha en el ojo que impide ver la realidad de aquello que se elige, o se cree elegir libremente.
Lo que revela esta clase de post es la nula empatía con la humanidad de aquellos que se arrogan estar defendiéndola en sus formas más débiles.

lunes, 16 de junio de 2014

Ir al mundo

Dice un escritor católico que
«en España, los católicos vivimos en alguna de estas situaciones:»

«-Una fe meramente cultural o folclórica. Bodas, bautizos, comuniones y romerías.»
Cuando el conjunto de la fe de un pueblo se reduce a bodas, bautizos, etc. posiblemente se está a un paso de que desaparezca del todo. Eso es cierto. Pero por otro lado no es esperable que todos puedan asumir el riesgo y la tensión interior de la fe cristiana. Dios no llama a todos a eso. Nuestro Dios sigue siendo el Dios que te puede pedir en sacrificio el hijo único (Gn 22), que puede dejar solo al profeta cuya vida buscan (1Re 19,10), porque él mismo fue el Hijo y el Profeta, y todas las demás figuras.
Dios inviste al profeta en su fuerza y al patriarca en su fuerza. Mientras tanto, los sacramentos y el "folclore" hacen de caldo de cultivo, mantienen viva una llama, y en ese sentido son imprescindibles y no deberían ser despreciados por quienes pueden mantener la confesión de la fe gracias al "background" de una sociedad básicamente cristiana.
No digo conformarse con el background, pero tener un poco más de delicadeza al criticarlo: si se es mejor que eso, es un don específico de Dios, y quien lo tenga, si desprecia a los demás será juzgado con mayor severidad por haber pretendido apropiarse de un don.

«-Una fe personalista, que no moleste a nadie y que dialogue con el mundo, renunciando incluso a principios que no son negociables: véase el ejemplo de la ley del aborto y las cesiones continuas al lobby LGTB.»
La fe es esencialmente personalista, es decir, se dirige persona a persona ofreciéndole de parte de Dios un sentido de trascendencia, una vida eterna. En tanto lo hace persona a persona, sólo podrá hacerlo bien si es capaz de hablar a cada persona en su lenguaje.
Si se comienza por creer que los demás están «en lobby», en lugar de pensar que los demás tienen sinceros motivos para pensar lo que piensan, aunque lo que piensan esté errado, y los motivos sean incorrectos, se expone uno mismo a ser considerado parte de un lobby (el lobby cristiano), es decir, no ser tomado en serio, además de quedar imposibilitado de hablar a la persona.
Como buen judío, san Pablo rechazaba con todo su ser cualquier manifestación religiosa que oliera a idolatría. El relato de su predicación en el Areópago (Hech 17) marca muy bien el contraste:
v. 16: Mientras Pablo les esperaba en Atenas, estaba interiormente indignado al ver la ciudad llena de ídolos.
v. 22-23: Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo: "Atenienses, veo que vosotros sois, por todos los conceptos, los más respetuosos de la divinidad. Pues al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados, he encontrado también un altar en el que estaba grabada esta inscripción: "Al Dios desconocido." Pues bien, lo que adoráis sin conocer, eso os vengo yo a anunciar.
Yo pregunto: ¿era más negociable la idolatría que el aborto o la homosexualidad? San Pablo no tuvo ningún escrúpulo en callarse sus principios cuando le venía bien para ganar una voluntad más. Porque el objetivo de la predicación es que el otro, la persona, ese que vive en el mundo, ese que está en el pantano, reciba a través nuestro (indignamente de nuestra parte) una mano tendida por Dios. No somos ni dueños ni administradores de ninguna verdad, sólo somos el brazo postizo que Dios usa para entrar en el mundo: una prótesis. Eso es el cristiano. Cualquier otra consideración propia que exceda de eso, que implique juzgar la vida de los demás, es pecado, así venga revestida de alta teología.

«-Una fe "de los domingos", ese cumplir el precepto y tranquilizar la conciencia con las pocas monedas que se dan al pobre de la puerta del templo.»
Vale lo mismo que para la primera, con el agravante de que ponerse a juzgar la conciencia de los demás, eso sí que es algo completamente fuera de lugar.

«-Una fe intelectualizada, desencarnada, que asume postulados netamente anticristianos, como aquellos de los filósofos de la sospecha. Un cristiano-nietzscheano, por ejemplo, es un oxímoron. Un cristiano nacionalista es un idólatra.»
La confusión está en creer que el cristianismo es un tabulado de principios, de postulados, y que por tanto entran en competencia con aquellos del mundo.
Si el pensamiento del mundo es Nietzsche, lo que hay que hacer, como cristiano, es leer a Nietzsche (si se ha sido llamado a ese desarrollo intelectual de la fe, que es una parte del necesario desarrollo de la fe), si el pensamiento del mundo es Dawkins, hay que leer a Dawkins. Y no sólo leer: comprender, asumir, traducir la fe en esas categorías.
Porque somos la prótesis de Dios, no su consejo asesor. ¿Cómo se espera que Dios salve el mundo si nosotros, los cristianos, en vez de comprender vicariamente el mundo, en vez de servir a la función para la que hemos sido puestos, nos dedicamos a corregir los malos planes de un Dios que no acribilla ni aplasta a un mundo apóstata?
Un cristiano-nietzscheano no es ningún oxímoron, es posiblemente alguien que está haciendo un esfuerzo de parte de Dios para dejar que Dios le hable a los nitzscheanos y los salve, que es lo que hace normalmente Dios: salvar, no perder.
El agregado de que «Un cristiano nacionalista es un idólatra» no tiene mucho contexto aquí, pero se ve que el autor se salía de la vaina por decirlo. De todos modos el análisis de esa frase llevaría un post aparte (que no descarto escribirlo, aunque es el tema que menos me preocupa).

«-Una fe refugiada en sacristías burguesas, endogámica y complaciente con el poder.»
Nuevamente, vale lo dicho para la primera, la cuestión del "background". Es simplemente imposible para la viejita que va a misa todos los días "dar batalla" en el mundo, pero colabora con la Iglesia rezando, manteniendo en orden la sacristía, abriendo a las 19 para el rosario... y dejando el juicio sobre el mundo a quienes les competa y estén llamados a eso.
Lo más preocupante de esta frase no es lo que dice, sino lo opuesto que supone: da la impresión de que el catolicismo es cosa de alcanzar un poder. Como en este momento el poder nos es (supuestamente) hostil, entonces el catolicismo consiste en alcanzar un contrapoder, una «nación cristiana» (en ese caso creo que el autor nos dejaría ser "nacionalistas y cristianos"), regida por los valores innegociables del cristianismo, y donde el que no comparte esos valores se aguante, mientras esté en minoría, como nos aguantamos nosotros ahora, que somos minoría.
Quisiera hacer notar que nadie puede servir a dos señores (como leí en algún sitio), y quien lucha por el poder, no está luchando por Cristo, así sea luchar por el poder de la Iglesia, de los valores innegociables, de la escuela cristiana, etc. Es poder, y el poder es exactamente lo opuesto de la cruz, que es el no-poder de Dios en el mundo.
El cristiano tiene obligación de hacer una opción: por Dios o contra él. Acepta ser la extensión de Dios en el mundo, o lo rechaza y hace su propio proyecto de mundo, saca su espada y corta la oreja de Malco. Jesús no le quitó la espada a nadie, pero prohibió usarla. Quien la usa, así sea por algo tan loable como defender a Jesús, va contra su proyecto.
Y la espada no es solamente la espada material con la que matar, como si el hecho de pretender un poder no obtenido por la violencia sino por el número (por ejemplo) nos librara de la prohibición de Cristo. Es el poder, el poder como proyecto, como método y como objetivo lo que está interdicto.
Así que sí, señores: si se reúnen 1.000.000 de defensores de los valores innegociables en Madrid, y la Iglesia al día siguiente se ufana de haber conseguido movilizar a un millón de personas contra el aborto, y usa esa cifra como forma de presión, ese día el proyecto de Cristo en este mundo, del que la Iglesia -nosotros- debíamos ser avanzadilla, es traicionado. No importa que no fueron violentos. Fueron "poderosos", y eso nos está prohibido.
¿Entonces no debemos hacer manifestaciones? No lo sé, no sabría qué es lo que hay que hacer para conquistar el poder, pero no debemos hacer nada que implique comprometer a Jesús con la consecución de ningún poder, ni mucho menos debemos engañarnos creyendo que la manifestación de poder de la Iglesia es la realización del Reino en este mundo.

De todas esas situaciones en las que estamos sumergidos los católicos, el escritor saca esta conclusión:
«O la Iglesia y los católicos armamos lío y salimos a la calle, a las periferias, al mundo, como clama el Papa Francisco, o la Iglesia quedará reducida a lo que no es y muchos pretenden que sea: una ONG más, subvencionada y estéril.»

Concuerdo con eso, pero me temo que la expresión del Papa de "hacer lío", de ir "a las periferias", "al mundo" no tiene nada que ver, pero realmente nada que ver con esta propuesta de "ir al mundo" armados hasta los dientes, y con nuestros principios perfectamente definidos, inamovibles, innegociables, bajo el brazo.

Mi propio diagnóstico del catolicismo occidental (España incluida) es el siguiente:
Se nos predicó que nosotros, hermanos menores, éramos acogidos sin reservas por Dios, pero con el tiempo nos hemos vuelto hermanos mayores, esos que traicionan el Evangelio de tan adentro del riñón de Dios que creen estar. O nos volvemos de nuevo con urgencia hermanos menores, o la Iglesia quedará reducida a lo que no es y muchos pretenden que sea: un grupo de presión para hacer prevalecer sus valores innegociables.

martes, 10 de junio de 2014

Opiniones


Por distintas circunstancias me he dado una seguidilla de blogs católicos... cuánta razón la de Hernán en un tuit, que decía algo así como que es útil visitar blogs católicos, porque te hace más tolerante con los que no quieren tener nada que ver con nosotros. Leyendo algunos blogs católicos, casi dan ganas de no tener que ver con esta fe, con esta Iglesia, con lo que soy: un católico.
Ya comenté la semana pasada el que se inventó un canon del Código de Derecho Canónico que -según él- mandaba no bautizar a niños cuyos padres no fueran buenos católicos. Esta semana veremos el que se inventó una definición de historicidad fundamentalista de los evangelios, cortando, pegando y traduciendo según necesidad pedazos del nº 19 de la Dei Verbum.
En realidad estamos en un mundo hecho de palabras, y en el reino de las palabras soy consciente de que estos blogueros tienen el mismo derecho que cualquier otro a entender las cosas a su manera, incluso si necesitan para ello inventarse textos inexistentes o retorcer otros textos hasta hacerles decir lo contrario... ¿quién soy yo para decirles lo que tienen que pensar? son opiniones, eso precisamente, no más, aunque tampoco menos. Con ser opiniones está muy bien. El problema es cuando esas opiniones se transforman en condenas y exclusiones de los que tienen otras opiniones también fundadas a su manera, o que simplemente no admiten estas hermenéuticas enloquecidas. Es ahí cuando el "derecho a entender lo que se les ocurra" se transforma en peligroso.

Hace un par de domingos fue la solemnidad de la Ascensión, entonces el P. José María Iraburu escribía en su blog de Infocatólica un artículo demoledor sobre las hermenéuticas no literalistas (o lo que él entiende por no literalistas) de la Ascensión. Así, trae dos ejemplos de "negadores de la ascensión", Olegario González de Cardedal y José Antonio Pagola, como representantes de una pléyade de teólogos corruptores de la fe.
No digo que este argumento sea de gran peso, pero el hecho de que González de Cardedal sea premio Ratzinger de Teología, y que ese premio se lo haya entregado el propio papa Benedicto XVI debería decir algo respecto a la ortodoxia del autor. Sí, sí, ya sé, no es decisivo, pero creo que es un elemento que debería tenerse presente.
Veamos de este teólogo el texto criticado por Iraburu:
«Esa condición escatológica y esa significación universal, tanto de la muerte como de la resurrección de Jesús, es lo último que quieren explicitar estos artículos del Credo. No son hechos nuevos, que haya que fijar en un lugar y en un tiempo… Por tanto, en realidad, no hay nuevos episodios o fases en el destino de Jesús, que predicó, murió y resucitó. Carece de sentido plantear las cuestiones de tiempo y de lugar, preguntando cuándo subió a los cielos y cuándo bajó a los infiernos, lo mismo que calcularlos con topografías y cronologías»
Los énfasis en el texto son del propio Iraburu, que parece que ve en esas expresiones una negación de la ascensión.
Los evangelios no son unánimes en la narración de la ascensión: Mateo dice abiertamente que Jesús está con nosotros (Mt 28,20), y no menciona ninguna ida al cielo; Marcos dice apenas, sin nada que rodee la escena, que fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios (Mc 16,19); Lucas narra dos veces la ascensión con diferencias de detalle (Lc 24,50ss y Hech 1,4-12), y Juan, aunque menciona la necesidad de Jesús de "volver al Padre" para consumar su obra y poder enviar el Espíritu, no narra propiamente tal ida (Jn 16,18 y otros). 
Aunque el tema de que Jesús no está visible entre nosotros es común a los cuatro, el único que propiamente desarrolla una escena como la ascensión es san Lucas. Esto nos tendría que poner sobre alerta de que lo menos relevante en esa cuestión es que Jesús "salió volando".
Por otra parte, la expresión misma "ascensión" está vinculada a una imagen del mundo que, nos guste o no, simplemente no es la nuestra: nuestra representación del mundo no tiene un arriba y un abajo, Dios no está arriba ni los infiernos abajo, y nosotros no estamos en medio. Eso no depende de la voluntad de cada uno, se trata de una representación cultural común a todos. Para nosotros la metáfora de que Dios está "en el cielo" es eso: una metáfora. Valiosa, preciosa, irreemplazable en el lenguaje poético que utiliza el culto, pero una metáfora. Por tanto la ascensión es parte de la gran metáfora: Jesús no subió ni bajó a ningún "lado", porque la idea de un "lado" donde esté Dios es para nosotros -si no se la entiende como metáfora- un absurdo lingüístico. Como dice el viejo catecismo "Dios está en el cielo, en la tierra y en todo lugar"... es decir, carece de sentido ponerse a discutir si Jesús salió volando o no: no está visible. Está, pero no lo vemos, y esa es la pregunta que, legítimamente, nos hacemos todos los creyentes de todos los tiempos: ¿por qué Jesús, que resucitó y vive, sin embargo no está visible? El símbolo de Mateo habla de una presencia que no se ve, pero acompaña a su Iglesia, el de Marcos de un poder que se ejerce en la predicación, el de Lucas de una fuerza con la que la Igelsia es investida "desde" lo alto, y san Juan de la venida del Paráclito "a cambio" de la ida de Jesús. Los cuatro, con mucha sobriedad, no exenta de imágenes muy potentes y poéticas, responden al creyente en su cuestionamiento. Tal como -siguiendo esas mismas directrices, aunque usando un lenguaje más alambicado, propio de nuestra época- hace el texto de González de Cardedal.

Pero para el P. Iraburu eso no es suficientemente ortodoxo: la ortodoxia no tiene nada que ver con las formas de narrar, con los problemas de lenguaje, y la Divino Afflante no ha sido escrita aun... la ortodoxia es literalidad, así que contra las elaboraciones de todos esos teólogos, Iraburu pone un texto que se supone clarísimo del Concilio Vaticano II que vendría a reafirmar el concepto de historicidad de los evangelios que maneja Iraburu. Veámoslo (cito literal):
–Dice el Concilio Vaticano II:
«La santa Madre Iglesia ha defendido siempre y en todas partes, con firmeza y máxima constancia, que los cuatro Evangelios, cuya historicidad afirma sin dudar, narran fielmente lo que Jesús, el Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la eterna salvación de los mismos hasta el día de la Ascensión [cf. Hch 1,1-2]… Los autores sagrados… nos transmitieron datos auténticos y genuinos acerca de Jesús» (constitución dogmática Dei Verbum 19).
También en este caso los destacados (y recortes) son de Iraburu. Se supone que en esos destacados está la clave de por qué el texto de González de Cardedal debe considerarse heterodoxo.
Ahora bien, el problema es que el texto está recortado, y en cuanto le agregamos lo que le falta.... ¡pasa a decir lo contrario! es más: el texto de la Dei Verbum apoya precisamente la posición "heterodoxa" de González de Cardedal (y de Pagola, etc). Veámoslo completo (la traducción está tomada del sitio del Vaticano):
19. La Santa Madre Iglesia firme y constantemente ha creído y cree que los cuatro referidos Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos, hasta el día que fue levantado al cielo. Los Apóstoles, ciertamente, después de la ascensión del Señor, predicaron a sus oyentes lo que El había dicho y obrado, con aquella crecida inteligencia de que ellos gozaban, amaestrados por los acontecimientos gloriosos de Cristo y por la luz del Espíritu de verdad. Los autores sagrados escribieron los cuatro Evangelios escogiendo algunas cosas de las muchas que ya se trasmitían de palabra o por escrito, sintetizando otras, o explicándolas atendiendo a la condición de las Iglesias, reteniendo por fin la forma de proclamación de manera que siempre nos comunicaban la verdad sincera acerca de Jesús. Escribieron, pues, sacándolo ya de su memoria o recuerdos, ya del testimonio de quienes "desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra" para que conozcamos "la verdad" de las palabras que nos enseñan (cf. Lc., 1,2-4)

Es cierto que la traducción de este texto no es muy fina, no tiene en cuenta algunos matices importantes del texto latino... pero es mucho mejor que la que trae Iraburu, además de ser completa. 
El texto latino dice: que los evangelios... "fideliter tradere quae Jesus....", es decir: "fielmente transmiten lo que Jesús...". Grosso modo puede ser válido decir "fielmente narran", pero si se pretende apoyar en eso el concepto de historicidad, mal traducido está, porque no es lo mismo la narración, el relato, que aquello que la narración "trae", "comunica" (como dice la traducción oficial). Lo que la Iglesia garantiza no es la literalidad de la narración, sino lo que se comunica en ella. ¿Y qué se comunica? "lo que Jesús Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos, hasta el día que fue levantado al cielo". La Iglesia garantiza que lo traído en los evangelios sigue siendo salvador, como lo fue para los apóstoles. Eso no explica todavía cómo debe considerarse la narración, pero nos pone sobre aviso de que la cuestión es bien difícil.

Ya con respecto de la narración hay dos aspectos:
1-Los apóstoles vieron esos hechos de Cristo a una nueva luz, la luz de la resurrección. Comprendieron en ella el verdadero sentido de lo dicho y obrado, y lo narraron "con aquella crecida inteligencia de que ellos gozaban". Dicho de otra manera más pedestre: no narraron como taquígrafos ni como videocámaras, sino como intérpretes que veían lo ocurrido en el pasado a la nueva luz aportada por un hecho posterior, la resurrección.
Todo este párrafo, tan importante, no está en la cita de Iraburu. Ahora bien, este párrafo muestra que la expresión de G. de C. no sólo es ortodoxa, sino preciosa: "en realidad, no hay nuevos episodios o fases en el destino de Jesús, que predicó, murió y resucitó." ¡La resurrección contiene la ascensión y la presencia actual de Jesús!

2-Además debe agregarse a la problemática de la narración la cuestión de los propios narradores, ¿contaron ellos las cosas como escritores autómatas, como documentalistas o algo parecido? De ninguna manera: sintetizaron, ampliaron, enfatizaron, acomodaron al público, etc. Pero, y nuevamente, esto es lo que garantiza la Iglesia, "siempre nos comunicaban la verdad sincera acerca de Jesús".
Otra vez una expresión hermosa, rica y profunda, desnaturalizada por una traducción tan tosca cuanto tendenciosa. Dice Iraburu (que no cita entera toda la frase, en particular lo referido a los procedimientos narrativos, que desmienten su concepto literalista de narración): "nos transmitieron datos auténticos y genuinos acerca de Jesús". 
El texto latino dice "ita semper ut vera et sincera de Iesu nobiscum communicarent", ultraliteralmenmte: "de manera que siempre nos comunicaran [cosas] verdaderas y sinceras acerca de Jesús". La palabra "cosas" no está en el texto, pero en latín, cuando se usa un adjetivo en neutro plural, sin sustantivo al que calificar, se puede suplantar la palabra "cosa"; por ejemplo, si digo "trahunt magna" puedo entender "traen [cosas] grandes": si la índole de nuestro idioma requiere un sustantivo, se puede suplantar... pero Iraburu no suplanta, sino que inventa que esas "cosas" tácitas son "datos". Y la palabra "dato" es perfecta para expresar un concepto fundamentalista de la literalidad del evangelio... el problema es que no está en el texto, y no se puede suplir el sustantivo faltante con lo que a cada uno le venga bien según su peculiar teoría.
Por otra parte, la expresión "cosas verdaderas y sinceras" posiblemente deba entenderse como lo ha hecho la traducción oficial, con cierta finura, como una hendíadis: "verdaderas y sinceras": la verdad sincera.
¿Qué hace allí la palabra "sincero"? ¿qué tiene que ver con todo esto? precisamente porque el Concilio reconoce -como lo hace cualquier exégeta con un mínimo de formación- que los evangelios no pueden ser tomados como "datos" en el sentido historiográfico; pero sin embargo son históricos en un sentido absolutamente fundamental y profundo; entonces frente a la idea de una verdad "factual", hecha sólo de lo exterior visible, pone la auténtica verdad del evangelio, que incluso cuando no cuente los hechos como una filmación, en todo lo que cuenta penetra la verdad de la persona de Jesús, y nos transmite por medio de narraciones su salvación. En este sentido la "verdad" de estas narraciones no puede ser juzgada por el "trabajo" al que han sido sometidos los datos, y que tiene que ver a la vez con la inteligencia aumentada de los apóstoles tras la pascua, así como con las necesidades de los narradores y de su auditorio, sino precisamente por aquella transmisión profunda que no deja de ocurrir en estos cuatro relatos, aun cuando aparentemente se contrapongan entre sí.



lunes, 2 de junio de 2014

Respuesta a una argumentación falaz sobre el bautismo de los hijos de matrimonios entre homosexuales

Acabo de leer en un blog católico una argumentación sobre por qué negar el bautismo al hijo de un matrimonio entre personas del mismo sexo.
Voy paso a paso.
Noticia:
«Según informa Zócalo el obispo Raúl Vera realizó un bautismo ayer en Monclova, el primero de la hija de un matrimonio gay en México y el segundo celebrado en el mundo. http://www.zocalo.com.mx/seccion/articulo/bautizan-a-hija-de-pareja-del-mismo-sexo-en-monclova-1401069834

En primer lugar hay que decir que no es la hija de un matrimonio gay. Como todos, tendrá un padre y una madre. Otra cosa es que uno de ellos sí sea el padre, o que la niña haya sido adoptada por una pareja homosexual. Pero que quede claro: biológicamente es imposible que alguien sea hija de dos personas del mismo sexo. Y aunque esto parezca obvio, es bueno remarcarlo porque un lenguaje engañoso nos puede desfigurar la percepción de la realidad.

En segundo lugar, viendo cómo está el patio desde hace muchos años, dudo que el caso sea el primero de México y el segundo en el mundo. Puede que sí lo sea siendo los celebrantes obispos, con tanta publicidad, y con un marcado carácter político (no lo duden).

Ya sabemos que los católicos heterodoxos aplaudirán con las orejas todo esto, pero incuso hay quienes tienen una formación ortodoxa que lo ven con buenos ojos. ¿La razón? Borrar el pecado original de la niña prima por encima de la Fe de los padres.
»

Primeras cuestiones: efectivamente, el lenguaje nos condiciona, y algunos católicos están tan condicionados por su lenguaje, que creen que porque han definido el matrimonio de puertas para adentro, eso significa que esa definición es "objetiva", de "derecho natural", etc.
Personalmente no estoy de acuerdo con la existencia de una institución civil como el matrimonio entre personas del mismo sexo; si se hiciera un referendum al respecto, votaría en contra; pero puesto que existe en la institución civil, es una falta de civismo, y una falta de respeto a las personas de la sociedad en la que los cristianos vivimos como peregrinos, decir que no es matrimonio lo que para esa sociedad sí es matrimonio.
Allá los católicos que crean hacerle un servicio a la verdad negándose a llamar «matrimonio» a lo que es, según las definiciones civiles que a todos nos corresponde aceptar, matrimonio. Si quieren cambiar esta realidad y que llegue a manifestarse civilmente la institución del matrimonio acorde con el ideal creatural (y por tanto religioso, de nuestra religión) del matrimonio exclusivamente heterosexual, comiencen por admitir la realidad que nos rodea tal cual es. Mal vamos si cada uno va a llamar a las cosas según le parecen, sin aceptar un criterio mínimo tal como lo exige la convivencia. Y ese criterio mínimo son las leyes formales de los estados.
En segundo lugar, la cuestión de si se debe, se puede, no se puede, o no se debe bautizar a los hijos de matrimonios de homosexuales no es una cuestión de fe, sino de práctica pastoral, así que aquí lo de llamar "heterodoxos" a quienes lo admiten está totalmente fuera de lugar, y diría que entra dentro del terreno de las faltas de caridad graves. Sabrá el autor del artículo cuánto le cabe de responsabilidad personal en ese torcido y oscuro uso del lenguaje religioso.

Vamos a los argumentos:
«1. Según el derecho canónico se debe negar el bautismo a los niños cuando sus padres no profesan la Fe y moral católica.»

Falso ABSOLUTAMENTE. Va contra la letra y el espíritu del Código de Derecho Canónico (CIC) lo que enuncia este señor. En ningún momento el CIC exige la profesión de fe y moral católica a los padres del bautizando. Lo único que exige es que haya consentimiento (supletorio legal de la voluntad del menor, que es el bautizando).
Esto invalida de manera absoluta y total los restantes 9 argumentos, porque el autor padece la confusión mental (fruto de una enfermedad? fruto de un deseo de engañar a sus lectores? fruto de la ignorancia?) entre el sujeto de ese bautismo, el niño, y sus padres, que sólo suplen la voluntad del niño, y por tanto sólo se les pide que quieran, supletoriamente, el bautismo.
Además: es falso con completa falsedad que el CIC hable de que "se debe" negar el bautismo en determinadas condiciones. De hecho, el único canon parecido (868.1.2), ni siquiera habla de negar sino de diferir.
El CIC no habla de negar el bautismo sino de conferirlo, por lo que negar es sólo una circunstancia sobreviniente, no un mandato positivo de ninguna ley.
Veamos con sus propias palabras lo que dice el CIC, in extenso, sobre el bautizando en el bautismo de niños:

«867 § 1.    Los padres tienen obligación de hacer que los hijos sean bautizados en las primeras semanas; cuanto antes después del nacimiento e incluso antes de él, acudan al párroco para pedir el sacramento para su hijo y prepararse debidamente.
 § 2.    Si el niño se encuentra en peligro de muerte, debe ser bautizado sin demora.
868 § 1.    Para bautizar lícitamente a un niño, se requiere:
1 que den su consentimiento los padres, o al menos uno de los dos, o quienes legítimamente hacen sus veces;
2 que haya esperanza fundada de que el niño va a ser educado en la religión católica; si falta por completo esa esperanza debe diferirse el bautismo, según las disposiciones del derecho particular, haciendo saber la razón a sus padres.
 § 2.    El niño de padres católicos, e incluso de no católicos, en peligro de muerte, puede lícitamente ser bautizado, aun contra la voluntad de sus padres.
869 § 1.    Cuando hay duda sobre si alguien fue bautizado, o si el bautismo fue administrado válidamente, y la duda persiste después de una investigación cuidadosa, se le ha de bautizar bajo condición.
 § 2.    Los bautizados en una comunidad eclesial no católica, no deben ser bautizados bajo condición, a no ser que haya un motivo serio para dudar de la validez de su bautismo, atendiendo tanto a la materia y a la fórmula empleadas en su administración, como a la intención del bautizado, si era adulto, y del ministro.
 § 3.    Si, en los casos de que tratan los § § 1 y 2, hay duda sobre la administración del bautismo o sobre su validez, no se debe administrar el sacramento antes de que se haya enseñado la doctrina sobre el mismo a quien ha de recibirlo, si es adulto, y se hayan manifestado a él, o a sus padres si se trata de un infante, los motivos por los cuales es dudosa la validez del bautismo anteriormente celebrado.
870 El niño expósito o que se halló abandonado, debe ser bautizado, a no ser que conste su bautismo después de una investigación diligente.
871 En la medida de lo posible se deben bautizar los fetos abortivos, si viven.
»

a- Como bien puede verse, la obligación, el deber, está del lado de bautizar (867,1, inicio), no de no bautizar. Precisamente porque el bautismo tiene como primera función eso que es objeto de ironía para el autor del post: lavar el pecado original.

b- Los padres cumplen sólo la función de dar su consentimiento, que incluso podría faltar en algunos hipotéticos casos (868,1; 2,2)

c- La teología del bautismo, y el pensamiento jurídico que la expresa están más bien, como puede verse a las claras a cualquiera que lea sin tratar de engañar, del lado del valor objetivo del bautismo, más allá de algunas circunstancias como ser si tiene un padre o dos, si los dos padres consienten o sólo uno, si son creyentes, practicantes o qué.

d- La única condición que parece restrictiva y aplicable a este caso es la de 868,1,2 que habla de que para que el acto sea lícito tiene que haber "esperanza fundada de que el niño va a ser educado en la religión católica", pero remite -y esto es fundamental- a las disposiciones del derecho particular.

Analicemos un poco más ese último punto:
El CIC no aclara en ningún momento sobre qué indicios hay que concebir esas esperanzas, por lo que la cuestión queda de manera absoluta al criterio prudencial de quien corresponda, que es normalmente el ordinario del lugar.
La «esperanza fundada de que el niño va a ser educado en la religión católica» puede venirle al obispo de haber conocido a los abuelos del niño, o a los padrinos, o a los tíos, o a quien sea.... ¡o a los mismos padres! Es un juicio prudencial, no el resultado de una suma que se hace en la calculadora. Por eso mismo dudo que todos los que están escribiendo y haciéndose el harakiri por estos dos (o más) bautismos, el de Argentina y el de México, conozcan tan a fondo las circunstancias personales de estos cristianos (porque son eso: cristianos, quizás a más honra que los que escriben sobre ello) como para hacer un juicio prudencial con mayor autoridad que el obispo de las respectivas diócesis.
El hecho de que unos padres quieran hacer bautizar a su hijo, pudiendo negarse, es un buen elemento a favor de la esperanza fundada en que será educado en la fe católica, lo que no implica en ningún caso ni impecabilidad de los padres, ni ausencia de situaciones pecaminosas de hecho en las vidas de ellos.

Yo creo que no hace falta contestar a las otras 9 objeciones, que se basan todas en darle vueltas a un mandato legal que no existe: que se debe negar el bautismo cuando los padres no son buenos católicos. Sin embargo, me gustaría contestar por aparte la segunda objeción, aun cuando considero que la respuesta que daré ya está contenida en lo anterior:

«2. Que desde la misma jerarquía se tengan actitudes de desprecio hacia las normas es preocupante y tendrá sus consecuencias. Lo recto, en caso de que considerasen este tipo de bautizos lícito, sería ser valiente y cambiar el derecho canónico. Sería como si el presidente de gobierno, en vez de reformar las leyes, dijese que no hace falta cumplirlas en algunos caso y que los jueces obrasen en consecuencia.»

La relación de los obispos (y de cada cristiano!) con el Código de Deerecho Canónico no es la misma que la de un ciudadano con la constitución y sus leyes derivadas, hay sólo analogía, no igualdad en uno y otro caso. El CIC no es la constitución de la Iglesia, ni su ley fundacional, ni siquiera es la ley práctica suprema. Prueba de esto es que el código no es el mismo en Occidente y en Oriente, dentro de la misma Iglesia católica.
El Código de Derecho Canónico recoge la práctica jurisprudencial de la Iglesia, más o menos codificada. El actual está pensado un poco más orgánicamente, pero sigue teniendo la misma función: no es la constitución de la Iglesia.
Si algo en la Iglesia se parece al papel que cumplen las constituciones en los estados, eso son los Evangelios (de los cuales hay cuatro, no uno, así que ni Dios quiso que nos atuviéramos a una letra).
Los intérpretes de la ley suprema (el evangelio) en la Iglesia son los obispos, por lo que sus decisiones prudenciales en torno a la administración del bautismo (el sacramento que nada menos abre la puerta de los demás sacramentos, canon 849) están por encima, no por debajo del CIC, que es un auxiliar de su tarea (como el mismo canon 868.1.2 ya citado aclara ateniéndose a las disposiciones del derecho particular). Totalmente distinto al caso de los jueces civiles, que tienen como misión hacer cumplir las leyes.
No sé si recordar que la fe cristiana no es una religión de leyes, sino un camino de salvación, y por tanto lo primero que debe ponerse es el camino mismo, que se abre con el bautismo.

Las restantes argumentaciones se destruyen solas, incluyendo esa burda comparación entre el adulto no creyente que pide el bautismo y unos padres no practicantes (o malos cristianos, si es que el autor del post los conoce tanto) que piden el bautismo para su hijo.
Me gustaría además reconvenir al autor por unas palabras que considero próximas a la herejía: de que en estos casos el bautismo es «un absurdo». Puede el autor creer que sea poco prudente, está en su derecho, pero de ahí a restar eficacia al bautismo para lavar el pecado original y la importancia que eso tiene para la vida eterna del niño, ¿quién cree que es este bloguero, para ir, en nombre de la fe cristiana, contra las explícitas palabras de Cristo?

domingo, 1 de junio de 2014

Derecho a la desinformación

Casi en solitario Forum Libertas publicó que un juzgado de Madrid considera «esencialmente veraz» el informe periodístico de Fernando López Luengo, quien desvelaba la relación de algunos miembros de HazteOir y otras plataformas «católicas» con el Yunque, una organización de tipo secreto, de pensamiento integrista católico, de origen mexicano, pero con ramificaciones en España.
López Luengo fue demandado por el presidente de HazteOir, Ignacio Arsuaga, por la supuesta difamación de su honor. En su momento Infocatólica le dio bastante plana a Arsuaga para que desmintiera, y amenazara a López Luego y al que se pusiera delante.
La verdad es que estoy consternado: hace tres días de la sentencia, y sólo la han publicado: Forum Libertas, El Confidencial y un blogguero que va muy en solitario con el tema del Yunque. Los demás, mutis por el foro.
¿Quiénes son los demás?
Infocatólica: tan interesada en el tema de Arsuaga...
Religionenlibertad, aciprensa, aleteia...
Hazteoir sí publicó la noticia, dándole la vuelta: "En la sentencia, el juzgado reconoce que no hay vinculación entre HazteOir.org y la supuesta organización denominada “El Yunque”. " Lo cual es cierto, pero al mismo tiempo la sentencia reconoce positivamente que sí hay vinculación entre miembros de Hazteoir y El Yunque. No la hay orgánicamente.. Mejor dicho: no está probado que la plataforma como tal pertenezca a El Yunque, pero sí que algunos de sus miembros pertenecen, que Arsuaga está muy comprometido en la cuestión, al punto de tener que pagar las costas del juicio... Lo bueno de la noticia en HazteOir es que muestra cómo informa las cosas HazteOir.
Pero lo que no termino de entender es cómo no se han hecho un «caldo de católico a la española» periódicos como El Mundo o El País: no comentan esta noticia, que les vendría fantásticamente bien para su campaña de desprestigio de lo católico.
El País e Infocatólica desinformando lo mismo. Lo que hay que ver.