viernes, 27 de septiembre de 2013

«Marcar paquete»


Disculpen el título, pero con la que se escucha en diez minutos de radio o tele, mi título es un fragmento de nana infantil. Desde hace días, la red no para de histéricos reclamos católicos que "demuestran" que el papa no es tan "abierto" como dicen "los progres". El papa "dijo" que "nunca fue de derechas", pero en realidad eso hay que contextualizarlo, a lo que gentilmente nos ayuda la derecha católica española, para finalmente arribar a la tranquilizadora hermenéutica que nos demuestra que la frase, en principio, no quiere decir nada. De todos modos seguimos trabajando para que quiera decir exactamente lo contrario: que el papa es claramente de derechas.
Acabo de leer un tuit en esa línea, que podría ser cómico:
«¡Pemán! Esto va a desorientar a los progres. ¿Cómo hacer la ola a un Papa al que le gusta Pemán?»
En el caso de la dichosa frase de "la derecha" hay que ubicar en el contexto de que el papa es argentino, entonces el autoritarismo y Videla y los militares, y bla, bla, bla. En este caso, mejor no molestarse en contextualizar nada: el papa dice que le gusta Pemán, y dado que Pemán es un exponente inequívoco de "la derecha", ergo... (afortunadamente, en un tuit no cabe un silogismo).
Parece que hay gente que no sabe ni le interesa si fuera de las fronteras de España hay cuatro elefantes estirando la piel de toro, o hay algo más. Por ejemplo, en el caso de Pemán, para un argentino, y profesor de literatura para más señas (como el papa), es un gran autor de la literatura española, no sé si se plantea si era de derechas, como no sé si se plantea que Miguel Hernández era de izquierdas. En mi facultad de teología (que no se caracterizaba en esa época por ser demasiado conservadora) la obra elegida por el grupo de teatro era una estupenda de Pemán. No está identificado con la "derecha" ni con nada "antiprogre".
Pero para enterarse de eso hay que hacer un cierto razonamiento:
-El catolicismo es un fenómeno mundial, más allá de los Pirineos y de la frontera lusa... ¡hay católicos!
-Esos católicos conocen también la literatura española (¡mira tú, España no es sólo para los españoles!) y la aprecian fuera de las tensiones internas.
-La vida no acaba en la dialéctica "derecha-izquierda", ni "conserva-progre", hay vida tras eso!, y fe, ni te cuento!

En el fondo, la DCE, la insufrible y recalcitrante derecha católica española -herida, para colmo, por las ingratas palabras papunas- parece un homosexual reprimido, siempre necesitado de marcar paquete e irla de machito, para que nadie vea lo que le gusta en la intimidad. Y eso causa mucha repulsa. Y lo que es peor, eso afecta a todos los demás católicos que estamos seriamente interesados en hablar al mundo y con el mundo, y no tener que estar explicando que uno es católico pero con todo eso no tiene nada que ver, ni tampoco con "los progres".

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Plagio

Me considero liberado de mi atadura de no decir el sitio donde se produjo el plagio que mencioné el otro día. Me había planteado no decirlo, toda vez que en cuanto lo denuncié con pruebas ante el director del medio, éste inmediatamente quitó de línea el artículo plagiado.
Pero resultó ser que al leer otro del mismo autor en el mismo sitio, encuentro otra vez un plagio flagrante del mismo libro. El autor, el Padre Alberto Royo Mejía, copia en su artículo «Pablo III y el comienzo de la Conrareforma» párrafos literales de la obra del P. G. Martina "La historia de la Iglesia de Lutero a nuestros días", tomo I, pág 195 y sig. sin citarlos con comillas, ni mencionar la fuente, como si fuera texto propio. La obra se puede leer en Scribd, para quien quiera verificar lo que estoy diciendo.
No son frases sueltas, son párrafos enteros, que involucran juicios históricos, es decir, el trabajo mismo del P. Martina, robado por un señor que además, cuando lo pillaron con las manos en la masa, acusó a un anónimo seglar, como ya mencioné en el artículo anterior.
El sitio cómplice de ese plagio es Infocatólica, que sabe lo que está publicando (yo mismo, antes de esta denuncia pública, envié página a dos columnas a su director con la comparación de los textos) pero por algún extraño motivo, atendió la vez anterior, pero ha decidido mirar para otro lado ahora.
El señor Royo no sólo copia errores de tipeo, sino que si se fijan al leer verán que en el párrafo 12 dice: "al menos después de sus primeros desgraciados nom¬bramientos"... el signo  ¬  es el que ponen los programas de OCR cuando hay un corte de palabra automático: efectivamente, en el libro original (pág 196) la línea termina en "sus primeros desgraciados nom-"... o sea que ni siquiera se tomó el trabajo de revisar si las características del medio a donde iba a publicar su robo eran iguales a las del medio original.

No he verificado otros escritos de este "autor", pero habida cuenta de los dos que leí, creo que se ha retratado por entero.

Como le puse al director del sitio en mi mail: Él podía no plagiar, bastaba con poner algo así como "quisiera reproducir aquí una semblanza de Pablo III hecha por el P. Martina, excelente historiador italiano de la Iglesia" (o cualquier introducción semejante) y poner un largo o corto párrafo entrecomillado... pero no, eligió plagiar, eligió robar y mentir, y es justo que los lectores estén prevenidos.

Hablando de manipulaciones

Hoy ese impoluto guardián de la fe católica, Infocatólica, publica en portada el siguiente titular: «El P. Spadaro asegura que los medios de comunicación han hecho decir al Papa cosas que no dijo» y luego en el copete: «El P. Antonio Spadaro, sj, director de la revista «la Civiltà Cattolica y autor de la entrevista al Santo Padre fue a su vez entrevistado ayer en la Cadena Cope. El sacerdote jesuita acusa a cierta prensa de haber «hecho decir al Papa cosas que no dijo».»
Infocatólica se refiere a la misma entrevista de la cadena COPE de la que yo hablaba ayer, pero evidentemente tenemos el oído distinto, porque aunque volví a escuchar la entrevista, no encuentro el énfasis que hacen Infocatólica y la Cadena COPE en las palabras de Spadaro.
Las palabras las dijo, pero el énfasis que hacen Infocatólica y la Cadena COPE en esas palabras de Spadaro sacan de esas palabras mucho más que lo que ellas dicen.
Incluso el corte que hace IC y la traductora de la COPE:  «han hecho decir al Papa cosas que no dijo».» no tiene en cuenta la frase completa, el P. Spadaro no dice eso, dice: «han hecho decir al Papa cosas que no dijo, con tonos de discurso que no son los de Bergoglio». La frase completa no dice lo mismo que la mitad: no está diciendo Spadaro que le hayan puesto en la boca del papa palabras que no estén en la entrevista, sino que Spadaro se lamenta de que al aislar frases, al cambiar el tono, realmente el papa termina diciendo otra cosa, ¡lo mismo que hacen Infocatólica y COPE con las palabras de Spadaro! manipular, instrumentalizar, mentir, en definitiva, pero eso sí, usando palabras literales.
A todo esto, la respuesta de Spadaro, que está hacia los 4 minutos de entrevista, viene luego de que el entrevistador le preguntara por segunda vez por los titulares de la prensa: es el entrevistador y su cadena los que están deseosos de que Spadaro diga lo que ellos querían escuchar, y no conformes con instigarlo, porque la primera pregunta no tuvo efecto, recién la segunda, cuando traducen "se olvidan", igual que Infocatólica, de la segunda parte de la frase.
Es muy cómico que dos medios desesperados por demostrar que los demás medios manipularon, lo denuncien manipulando...
¿Y todo eso porque les jodió que el papa dijera que no es de derechas? el día que diga cosas más fuertes se harán el harakiri

martes, 24 de septiembre de 2013

El cabreo de cierto catolicismo español con el papa


-No, si yo no estoy cabreado con el papa, sino con los medios, que malinterpretan sus palabras.
-¿Está Ud. seguro que malinterpretan?
-Pero es que el papa no dijo que es de izquierdas, sólo dijo que no es derechas, además eso hay que ponerlo en un contexto
-¿Y cómo sabe Ud. cuál es la intención de esa frase, y cuál es el contexto adecuado? ¿por qué su interpretación es la buena, y la de los demás una "mala interpretación"?
...

Pues más o menos así habría que ir uno por uno con cada uno de los que desde la semana pasada están enfadadísimos con que el Papa haya dicho que no es de derechas. Es muy gracioso: se quejan de que "los medios" (en la práctica: los malvados lobbys que no nos dejan tranquilos a los católicos, que sólo queremos decir La Verdad y que los demás la acepten) han reducido toda la entrevista a la frase "nunca he sido de derechas", pero desde hace días que los medios católicos españoles no paran con la dichosa frase, tratando de que no diga lo que obviamente dice, o tratando de que todos la interpreten de tal modo que no diga nada...
Hoy, por ejemplo, en la Cope Javi Nieves (un tipo estupendo) le hizo una entrevista a Spadaro, acerca de la entrevista del Papa. Spadaro un grande, se hizo entender y habló con una sencillez y una profundidad que explica por qué es un tipo tan admirado como comunicador. Pero bueno, al punto: obvio que le disparó inmediatamente algo así como "¿Y qué piensa Ud. de las frases que los medios han destacado?" Spadaro cazó el pájaro al vuelo: se refiere Ud. a cuando dijo que "nunca fue de derechas", Bueno, es una lástima que los medios hayan hecho una lectura tan parcial e instrumentalizada, había otras cosas más importantes para destacar. (no cito literal la respuesta, pero se puede oír el corte). A partir de allí, Javi Nieves repitió por al menos tres veces en el curso de la entrevista la apreciación de Spadaro de la (supuesta) instrumentalización, y la COPE resumió la entrevista en esa apreciación, con lo cual dejó de ser la apreciación de Spadaro, pasó a ser la de Javi Nieves y la Cope, y su obsesiva insitencia en una parte de la respuesta de Spadaro en una entrevista que era mucho más importante que esa -a mi juicio- poco afortunada apreciación.
Lo que por mi parte no entiendo es por qué ciertos católicos se empeñan en llamar "mala interpretación" a lo que es simple, lisa y llana interpretación, eso que hacemos todos a cada paso, "desde que somos una interpretación", como dice el poeta ¿Por qué tiene que ser "mala"? ¿porque no te gusta?
Digo yo que mala interpretación sería que el papa dijera que "nunca estuvo en la brecha" y el periodista entienda "nunca he sido de derecha", o mala interpretación fue cuando la estupidez esa que publicó no recuerdo qué periódico italiano que leyó que el Papa Juan Pablo II escribió el texto del "Nunc dimittis" y tituló "El papa pensó en dimitir". Esas son malas interpretaciones, palabras que no salieron de la boca de su autor, pero si el papa dice "Yo nunca he sido de derechas", y un periodista entiende que eso es una recusación de la "derecha católica" (tan asfixiante en España), ¿es una mala interpretación? quizás sea una lectura excesivamente maximalista de la que habrá de hacerse cargo una totalidad de palabras del Papa: no somos frases sueltas, y así como hablamos de la "analogía de la fe" para indicar que las afirmaciones de fe no deben leerse como si se tratara de afirmaciones desgajadas de todo, así también deberíamos hablar de una "analogía de la comunicación": cada uno de nosotros, cuando habla, hace emerger una totalidad, que hay que buscarla en la totalidad de la persona comunicante.
Pero hay una gran distancia entre leer lo que el papa dijo en el universo más amplio de su comunicación, que machacar con una dichosa frase hasta que deje de decir lo poco que decía.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Un caso de cínico clericalismo

No voy a contar las circunstancias particulares (es decir, sitio, autor, etc), porque me parecen sencillamente asquerosas; me limitaré a la anécdota en general, sin pistas sobre el sitio donde ocurrieron:
Tengo buena memoria para algunas cosas, y estaba buscando por Google una frase de la historia de la Iglesia, y me saltan muchos sitios, pero sólo una la traía literalmente; naturalmente me pongo a leer, pero la redacción "me sonaba"; puesto que no soy habitué de ese sitio, no podía ser de allí mismo. El propio estilo del autor me gustaba mucho, me resultaba familiar... pero la gota la colmó cuando leo en los comentarios que sus lectores habituales se extrañaban (negativamente) de lo "abierto" de su pensamiento.
Me puse a buscar en mis pdf de historia de la Iglesia frases literales, con la ligera sospecha de dónde estaba la fuente, y efectivamente, era la reproducción literal de un capítulo entero de un estupendo historiador, cuya obra está lamentablemente agotada en español.
Me cercioré bien de que se trataba de plagio, busqué a ver si el articulista (sacerdote, autor de varios libros, Dios nos guarde de ellos!) había mencionado la fuente, había entrecomillado o aclarado que se trataba de una cita (todo el artículo!) o algo así, pero nada: allí estaba el texto, copiado literalmente, hasta con un error de tipeo de la edición castellana original, sólo corregido en tres partecitas que ideológicamente eran excesivamente "modernas"; googleé la introducción del artículo, y resultó que venía también casi literalmente de otro sitio: no me quedó duda, estaba ante un plagiario consumado.
Entonces le envié un mensaje al autor en los comentarios (moderados) de su artículo, indicándole el plagio, y las referencias bibliográficas completas de la fuente. ¿Qué me esperaba con esto? desde luego, no que publicara el comentario, pero sí que retirara el artículo de línea. Ni una cosa ni la otra: borró el comentario y dejó el artículo en línea.
Le escribí entonces al director del medio, y le envié el texto a dos columnas, comparados, el original y su plagio: simplemente no quedaba ninguna clase de dudas. Me respondió en seguida que averiguaría el caso, y poco más tarde me escribió muy correctamente que efectivamente se trataba de plagio, y que el artículo ya había sido retirado de línea, lo que pude comprobar, así como la explicación que le dio el sacerdote.
Pero aquí lo que me dejó con la boca abierta y que motiva el título de este post: la explicación del sacerdote al director de su medio es que "el artículo se lo pasó un seglar, y él no lo verificó".
A ver si entiendo: él dice que firmó con nombre propio un artículo que desde el principio no era suyo (eso ya hubiera sido apropiación indebida de la tarea del fantasmagórico seglar que lo escribió), pero cuando se descubre que es un artículo delictivo y mentiroso, resulta que el autor era un seglar? ¿y alguien puede creerse eso? Obviamente, "un seglar" es algo muy genérico, nos empasta a todos, que igual servimos para poco.
Comprendo que el Vaticano II revalorizó el papel de los laicos, pero no creo que se refiriera a eso... ¡cuánto clericalismo barato queda por limpiar!

sábado, 21 de septiembre de 2013

¿Cómo debe plantarse el católico ante la cultura?


Me gusta la pregunta, la viene haciendo Hernán en muchos de sus post, y es una pregunta que no se puede obviar, ni se puede responder en un post (tampoco en este). Un «signo de los tiempos» podría ser, por ejemplo, la urgencia con la que una y otra vez venimos obligados a hacérnosla.
Cuando yo cursé la facultad se hablaba mucho de «fe y cultura», se hicieron «comisiones de fe y cultura», y claro, la cosa luego se estabilizó, y ya esas comisiones forman parte de la vida normal de cualquier diócesis, por ejemplo. Pero no estoy seguro que plantear la cosa como «relación fe-cultura» ayude a responder realmente a la pregunta.
Confiando -como humorísticamente decía Macedonio Fernández- en «el valor corroborativo de las autocitas», me gustaría traer a colación aquí un texto que escribí hace ya 10 años, en la página de Ideario de El Testigo Fiel:
«La cultura es el aire natural que respiramos, y la Fe es para cada uno de nosotros el principio vivificante sobrenatural que hemos aceptado. El diálogo «fe-cultura» que practicamos a cada paso no es tanto el de oponer a la cultura ambiente (y a la que pertenecemos de manera ineludible) otra cultura que lleváramos guardada en nuestra mochila de peregrinos por este mundo, sino el encontrar en cada lugar de oscuridad el punto desde donde es posible encender la luz, en cada lugar de muerte, el punto desde donde puede surgir vida. ...»
Si esto es así, lleva a algunas consecuencias importantes en cuanto a la pregunta de Hernán:
Aunque en la práctica pueda haber límites, no puede haber límites teóricos en cuanto a la posibilidad de despojar a la fe, de desnudarla de todo aquello -incluso lo más santo y bueno- que provenga de la(s) cultura(s) en la(s) que fue formulada. En particular, a mí me resulta preocupante que ante esta circunstancia que estamos atravesando de una enorme mutación cultural a escala mundial y que no parece que vaya a detenerse, al menos de momento, los creyentes estemos tan poco preparados para realizar una distinción tan práctica y tan necesaria a cada paso como es la de la fe y la religión.
Realmente la fe, nuestra fe, requiere una religión, requiere un conjunto codificado de signos en los que expresarse; y es natural que ese conjunto salga de donde ha salido siempre, del pozo de la «religión natural». Una total abolición de la religión en nombre de la fe -como se formulaba en experimentos de laboratorio como la teología dialéctica-, una secularización a ultranza en nombre de «limpiar» la fe de sus adherencias religiosas naturales, no parece que dé resultado: arroja al hombre por completo a la angustia de la vida material.
La religión -¡sí, la natural!- cumple una función protectiva real, nos enseña realmente que no somos sólo lo que comemos, lo que sudamos, lo que eyaculamos... no se trata de ningún engaño: es que realmente no lo somos. En todo eso que somos fenoménicamente, se expresa fenomenológicamente un núcleo inaprehensible en la red de la materia, ese núcleo del que hablan la religión natural, el conocimiento, el arte... ¡la cultura, en fin! Todo eso que el hombre -que cada uno de nosotros- quiere y cree ser por encima de sus determinaciones materiales, y que nos dejan con la sed de «¿será verdad que soy algo más que la tortilla de patatas que acabo de comerme?».
Puede parecer ridícula y torpe esta pregunta, pero escuché hace muy poco el video de una conferencia sobre neurociencia , donde el neurólogo decía al público que, en definitiva, «sólo somos un chorro de esperma que quiere perpetuarse» (no recuerdo si la frase es literal, pero sí su sentido).
No critico que el neurólogo que lo decía pueda sentir sobre sí mismo eso (a mí me parece puro efectismo, pero no puedo demostrarlo), ni que l@s que lo oían parecieran estar la mayoría de acuerdo. En todo caso creo que el hecho mismo de que nos reunamos a preguntar «¿qué somos en realidad?», habla fenomenológicamente de un algo de sentido que excede al chorro de esperma y la tortilla de patatas. ¿Hace falta demostrar esto?
Sin embargo, el solo hecho de que en nuestra época resulte normal escuchar esa clase de planteos, que no se vean como planteos críticos marginales (también los antiguos griegos contaron con vertientes críticas radicales) sino como suficientemente obvios para incorporarlos a los culebrones de la tarde, hace que surja una nueva angustia en la pregunta de la cultura: ¿es que realmente puedo considerarme algo más que todo eso? No es otra pregunta, sino otra la angustia desde donde se realiza.

Los creyentes tenemos cierta confusión al respecto: creemos que la respuesta a eso es fe, y la respuesta a eso no es fe sino cultura, no es fe sino arte, no es fe sino ciencia, no es fe sino política, economía, etc.
La fe no viene a responder por lo que somos, viene a restañar la herida, a decirle al hombre: «sí, eso que has visto de ti mismo, Dios lo quiere. No lo has visto -o entrevisto- sólo tú, también él lo ha visto, y lo avala.»
Me gusta mucho el cuadro-mesa de Bosco «Los siete pecados capitales», y su ojo divino en el centro, con la advertencia «cave, cave, Deus vidit»: cuidado, Dios ve. La frase suena -y era- moralista, pero podemos también entenderla en otro sentido: «hay un sentido para el cuidado, tiene sentido el cuidado, Dios ve», dicho de otra manera: no sólo tú ves que no eres apenas un chorro de esperma que quiere perpetuarse, también Dios ve y te dice, adelante, perpetúate sin miedo, vale la pena: creced y multiplicaos, llenad la tierra, ejerced señorío en ella.

La fe necesita un lenguaje para decir eso, necesita una cultura, necesita un arte, necesita una ciencia, necesita una religón y una economía, una política y una sociología... pero le da lo mismo cual sea: si es cultura, sea cual sea, ya ha sobrevolado el abismo del sinsentido, ya se está elevando por sobre la angustia de la «red de sangre».
Tal vez la extensión del materialismo hasta los límites del culebrón de la tarde lo que viene a decirnos a los creyentes no es «no nos gusta vuestra fe», sino «no oiremos hablar de ello hasta que no seáis capaces de despojaros de toda la innecesaria adherencia. No volveremos a oír hasta que no nos dejéis hablar.»

viernes, 20 de septiembre de 2013

Es necesario fiarse de Dios

Un cristiano restauracionista, legalista, que lo quiere todo claro y seguro, no va a encontrar nada. La tradición y la memoria del pasado tienen que ayudarnos a reunir el valor necesario para abrir espacios nuevos a Dios. Aquel que hoy buscase siempre soluciones disciplinares, el que tienda a la ‘seguridad’ doctrinal de modo exagerado, el que busca obstinadamente recuperar el pasado perdido, posee una visión estática e involutiva. Y así la fe se convierte en una ideología entre tantas otras. Por mi parte, tengo una certeza dogmática: Dios está en la vida de toda persona. Dios está en la vida de cada uno. Y aun cuando la vida de una persona haya sido un desastre, aunque los vicios, la droga o cualquier otra cosa la tengan destruida, Dios está en su vida. Se puede y se debe buscar a Dios en toda vida humana. Aunque la vida de una persona sea terreno lleno de espinas y hierbajos, alberga siempre un espacio en que puede crecer la buena semilla. Es necesario fiarse de Dios...
Impresionante! no? Es de la entrevista del P. Spadaro a Papa Francisco: los dos una maravilla.

(tomé este párrafo como podía tomar varios otros, estoy sencillamente emocionado leyendo... y me tengo que ir a dormir, y no puedo. Acabaré de leer)

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Cuidado con «la fe del débil»

Todos sabemos que la enseñanza de la Iglesia, a todos los niveles, ha cambiado en el pasado, cambia de manera habitual, y seguirá cambiando. Incluso el dogma, si no cambia en su formulación, naturalmente, y si hay siempre una identidad básica que se mantiene, sí que va cambiando en los acentos y perspectivas con los que es recibido en cada generación... ¡basta pensar en cómo entendían hace un siglo y cómo entendemos ahora el dogma de la Inspiración divina de la Biblia!

Esta realidad, ¡y hasta necesidad! del cambio en todos los aspectos de la vida de la Iglesia (instituida, en definitiva, en bien de unos hombres históricos, y no para mirarse a sí misma al espejo y ver que no le han salido arrugas), aparece ingenuamente  (¿sí? ¿ingenuamente?) negada en algunos medios católicos, no ya en los fijistas de siempre, sino en algunos que harían mucho bien acompañando a la Iglesia con discernimiento, y ayudando a los suyos a discernir lo que puede cambiar mucho, lo que puede cambiar poco, y lo que sería bueno que no cambiara, en vez de mantener una actitud defensiva e inmovilista.

Cuando la última sede vacante, recuerdo que leí en el blog de un sacerdote la lista de las "diez cosas que el próximo Papa no puede cambiar", y naturalmente se citaban allí cuestiones heterogéneas, como la defensa de la vida desde la concepción, el uso de medios anticonceptivos artificiales, el reconocimiento de las uniones homosexuales, la comunión de los divorciados con nueva unión, el celibato sacerdotal, etc... que algunos creen que por unificarlos todos bajo el lema de "defensa cristiana de la familia" ya se convierten en cuestiones intrínsecamente unidas.

Le escribí en ese momento al sacerdote del blog pidiéndole que fuera un poco más prudente en cuanto a la catalogación magisterial que daba a esas cuestiones, porque si bien había allí algunas cuestiones que tenían que ver con principios inmutables (la vida desde la concepción, por ejemplo), otras son puramente positivas (el celibato) o que obedecen más a principios pastorales (muy mudables) que a "verdades intemporales". Demás está decir que casi me tildó de hereje por sugerir que el próximo Papa bien podría revisar la pastoral de acogida a los divorciados con nueva unión.

El momento, sin embargo, está cerca -afortunadamente, o mejor dicho, a Dios gracias-; no es difícil augurar que dentro de poco se dará estatus oficial a lo que es ya una práctica pastoral muy frecuente: la acogida en la comunión eucarística de los católicos en uniones matrimoniales irregulares. Por mi parte, bienvenido sea, la situación me parece injusta y absurda, y no porque la comunión sea ningún "derecho" sino porque se niega uno de los auxilios de gracia más fundamentales a quienes más lo necesitan.

De todos modos, el tema central no es este, de hecho, aun no ha ocurrido esa acogida oficial, así que bien puede ocurrir o no ocurrir, y si ocurre, unos quedarán conformes, y otros disconformes, como es lógico y normal.

El tema central es, ¿qué pasará con ese público católico poco formado al que medios católicos imprudentes, autoungidos con una autoridad magisterial que no poseen, le han machacado durante años con que la Iglesia no podía cambiar lo que de hecho sí puede cambiar, y es más que probable que cambie (el del matrimonio y otros ejemplos son posibles)?

En lo que llevo escribiendo por internet (desde 1995, creo) he tenido que escuchar muchas veces -no sin cierto dejo de reproche- que hay que tener cuidado con lo que uno escribe sobre la fe, que hay que cuidar la fe del débil, etc etc etc... Mayormente, estas "advertencias" vienen de gente muy maximalista en cuestiones de Magisterio, ¿acaso se puede decir que enseñarle a la gente que no cambia ni puede cambiar, lo que sí cambia y está cambiando, y va a seguir cambiando, es cuidar la fe del débil? ¿se ha cuidado la fe del débil haciéndole pasar por dogmático lo que es pastoral, por ejemplo?

Hasta hoy hay un medio muy conocido que pide la cabeza (y no estoy seguro de que sea metáfora, pero al menos no es metáfora que piden la mitra) de todos los obispos que están de acuerdo con admitir una unión civil homosexual si no se llama "matrimonio" (¡postura que, según se dice, mantenía el propio Papa actual siendo obispo de su diócesis!). Yo entiendo que se pueda estar o no de acuerdo con esa solución -entre los laicistas más acérrimos y los integristas hay muchísimos grados, y es bueno que los haya-, pero lo que no puede ocurrir es que se le venda al lector que eso es una cuestión dogmática, cuando sencillamente no lo es.

Proteger la fe del débil es, fundamentalmente, decirle la verdad.


martes, 17 de septiembre de 2013

Laicismo

Acabo de leer un tuit que dice:

«Los que niegan a los católicos el derecho a participar en política se dicen a sí mismos laicistas, pero podrían decir antidemócratas.»

Dicho así, en general, es cierto: si alguien le niega a algún otro grupo, por motivos raciales, religiosos, de género, de educación, etc. no es democrático en nuestra definición formal de democracia. Precisamente definimos la democracia como la participación directa o indirecta del ciudadano en la cosa pública, con el solo requisito se ser miembro de esa comunidad de pleno derecho. Por tanto, mientras no haya ningún ley que niegue a los católicos la pertenencia ciudadana plena, negar que puedan participar en la vida pública por el hecho de ser católicos, es antidemocrático.

El problema es que un tuit así es tan cierto como inútil, porque salvo una minoría exaltada y numéricamente insignificante, nadie pretende que los católicos no pueden participar en la vida pública. También hay algunos que les parece que el nivel educativo debería ser una barrera de corte, otros, que estábamos mejor cuando solo votaba el paterfamilias, etc. pero todas estas opiniones son eso, opiniones, sin demasiadas perspectivas. La democracia formal que practicamos tiene los suficientes anticuerpos para sobreponerse a esas tensiones internas.

Es verdad que en algunos momentos de la historia lo que es sólo una opinión se puede volver una avalancha, pero será allí cuando haya que ocuparse del problema. Si los católicos, con nuestra queja sobre el pensamiento de un grupúsculo, lo convertimos en trending topic, estamos en realidad ayudando a que lo extremadamente minoritario se vuelva mayoritario.


Ahora bien, lo que sí creo que ocurre es que algunos católicos confunden lo que se nos reprocha: el laicismo, en general (dejo fuera esas opiniones que ya dije son, a mi entender, extremadamente minoritarias) lo que pretende no es que el católico no participe en la vida publica, sino que no pretenda que los principios que rigen la vida pública provengan de otra fuente que no sea la misma vida pública. El laicismo se opone a la heteronomía en la que se transforma la ley en manos de creyentes que consideran que las conductas derivadas de sus creencias deben ser, por un imperativo intrínseco y por tanto desgajado de lo que piensen los no creyentes, e incluso otros creyentes, válidas para todos.

Es exagerado y molesto que algunos laicistas, cuando ven una cruz en un espacio público, se sientan "ofendidos". Pero no podemos negar que con bastante frecuencia muchos católicos señalan las miríadas de cruces que pueblan el espacio público y dicen "[España][Italia][Europa][América] es católica".
Como no hay ningún pagano que, cuando ve una estatua de Apolo, de las cientos que hay en Europa, diga que "Europa es de Apolo", ni mucho menos que pretenda que los principios de la religión apolínea rijan Europa porque en ella han quedado como vestigios de otras época cientos de estatuas que han tenido significado religioso, entonces tampoco hay ningún laicista que se sienta ofendido por la presencia de estatuas de Apolo en el espacio público.
El problema del laicista con algunos creyentes -no con la religión católica, pero sí con los muchos que vociferan en su nombre en internet- es el de la práctica civil, de dónde tomar las leyes, no el de la teoría religiosa.

Se me ocurre una objeción a esto: cuando un violador mancilla a una jovencita, antes decían algunos "es que tal como iba vestida...", o cuando los regímenes dictatoriales hacían desaparecer personas "es que algo habrán hecho", y con eso se trasvasaba la culpa del culpable a la víctima. Entonces quizás se podría pensar que yo estoy realizando el mismo procedimiento: los laicistas se quejan del modo de participación de los [algunos] católicos en la vida pública, y en vez de echar broncas sobre los intolerantes laicistas, las hecho sobre la víctima inocente: el pobre católico que no le dejan expresar lo que piensa, en un pool de opiniones donde cada uno dice lo que le parece... menos nosotros, claro.

No niego que la sensibilidad de algunos laicistas está exacerbada.... ay! siempre hay "algunos", en todo. Pero en conjunto, no creo que se me pueda reprochar cargar la culpa sobre la víctima inocente: en la jovencita mancillada no hay relación intrínseca entre la ropa que lleva y que tenga que ser violada, en el activista no hay relación intrínseca entre las ideas que sustenta, y que deba ser sometido a vejaciones, humillaciones, y una muerte infame y horrible.
En cambio, hay una relación intrínseca entre la democracia tal como la entiende el laicismo, es decir, como un espacio público autofundamentado (auto-nomos), y alguien que pretende que ese espacio público funcione heterónomamente, tomando su ley de otra fuente que, para colmo, pretende que sólo quien cumple determinadas condiciones místicas puede conocer.

Yo no sé si cuando la vida pública estaba fundada en un Dios trascendente las cosas funcionaban mejor o no; a mí me parece que el hombre siempre funcionó más o menos igual: "tan harto que hay para algunos / y para muchos nadita", como dice el poeta, o como dice el Apocaleta: "un litro de trigo por 15 euros y tres litros de cebada por 15 euros, pero al aceite y al vino no hagas daño". No hemos resuelto el asunto fundamental de la justicia, incluso de la meramente distributiva, pero eso no implica que nuestra época no tenga exactamente el mismo derecho que cualquier otra de intentarlo con sus principios, con su autonomía llevada tan lejos como se pueda llegar, y de ser juzgados, como todas las demás épocas de la historia, por la historia, no por un grupo que en nombre de unos principios que -dicen, con bastante poca convicción- funcionaron en el pasado, rechazan los principios por los que funciona el presente.

¿Y mientras tanto los católicos qué pueden hacer? ¿qué podemos hacer? Considero -y es parte de mi vida, no una teoría- que se puede perfectamente admitir los principios de laicicidad, es decir, la auto-nomía de la sociedad como norma suprema, manteniendo la fe en el Dios trascendente, y ejerciendo sobre esa sociedad una presión de cambio intrínseca, no una presión externa (es decir: según los principios que modelan mi conciencia), sino según principios que deben primero ser válidos en las coordenadas admitidas por todos.

Paul Ricoeur lo dice de manera admirable
«La predicación cristiana no opera directamente sobre los hombres, las instituciones o los acontecimientos, sino que lo hace por medio de su demanda utópica ejercida sobre la moral de responsabilidad reglamentada en base a lo posible y lo razonable.» (Las ciencias humanas y el condicionamiento de la fe)

Aprender a ejercer presión sin pretender importar principios que requieran otra cosa que lo posible y razonable dado en la vida en común. Todo un programa de vida política, al alcance de cualquier católico.