sábado, 12 de octubre de 2013

Sexualidad objetiva

Francisco trae, como comentario a  este post, una interesante objeción:
«Estimados, Pienso que tanta distinción (acentos en el trabajo apostólico, saber vs sentir el pecado, jerarquías antropológicas, etc.) sólo es, a falta de una metáfora más apropiada, poner colchones sobre la arveja. Que alguien me diga por favor ¿Qué hay de malo en consumar una relación homosexual? ¿Quién se ve perjudicado -que no sea el defensor de un principio abstracto?¿De qué modo? Si son los propios perpetradores, tendrán algún testimonio del dolor -directo- que esta aberración contranatura ocasionó. 
El catecismo no responde esto y apela a la ley natural. Surge entonces otra pregunta. ¿Quién llamó a los católicos a sistematizar la ley natural como una especie de Rae que fija, pule y da esplendor a la buena voluntad?
Al chiquillo aquel se le puede distraer un rato pero tarde o temprano tropezará con el cruel y arbitrario catecismo y entonces nuevamente nos sonrojaremos. ¿No es más honesto decirle que no estamos de acuerdo con éste?»

En realidad el catecismo (nn 2357-2359) no apela a la ley natural, sino a la Sagrada Escritura y a la tradición moral constante; sin mayores explicaciones, afirma que ella presenta los actos homosexuales como una grave depravación, y cita Gn 19,1-29; Rm 1,24-27; 1Co 6,9-10; 1Tm 1,10, lo cual no es del todo cierto:
Gn 19, el relato de Sodoma, ya no hay exégetas -salvo predicadores populares, y precisamente en contextos de invectivas contra la homosexualidad- que afirmen que el relato de Sodoma tiene algo que ver con la homosexualidad, y las citas de 1Cor y 1Tim se refieren a una lectura y traducción populares de esos textos; la palabra que supuestamente denota a la homosexualidad (Biblia de Jerusalén dice directamente "los homosexuales") es un "hapaxlegómenon", es decir, una palabra que solo aparece allí y para la que no hay contexto interpretativo en la Biblia, y en este caso, tampoco fuera de la Biblia, se trata de un neologismo que debía resultar claro para los lectores originales, pero que es objeto de debates en la actualidad. La palabra es "arsenokoites", algo así como "machofollador", que quizás designe la actitud lasciva y promiscua, metrosexual diríamos, que tanto se ve en relaciones homosexuales y heterosexuales. La asociación con la homosexualidad viene de que en la lista de 1Cor (no en la otra) la palabra está al lado de "malakoi", que significa algo así como "blandos", "pusilánimes", lo que en un contexto sexual podría referirse (yo creo que no es el contexto, pero bueno...) a los jovencitos que eran pareja sexual de un amante adulto, algo muy común en la decadente sociedad pagana del siglo I de nuestra era.  Podría ser (remotamente) que el Apóstol estuviera pensando en eso cuando redactó 1Cor, pero no creo que circunscribiera el pecado a eso, sino a cierta forma de "usar" la sexualidad, prueba de lo cual es que en 1Tim la asociación de los malakoi con los arsenokoites no aparece, y no hay ninguna clase de motivo, ni siquiera remoto, para apoyar lingüísticamente la identificación de "arsenokoites" con homosexualidad.
En fin, es una apretada síntesis (la desarrollé más en este hilo del foro de ETF) de la cuestión de la palabra arsenokoites. A lo que iba es a que de las cuatro citas, sólo una habla realmente de la homosexualidaad, y esa mención es explícita: Rm 1,24-27. El tema central de ese pasaje no es la homosexualidad sino la idolatría, pero es verdad que menciona inexcusablemente a la homosexualidad (y precisamente como un síntoma de la idolatría), por lo que los malabarismos de los teólogos de la homosexualidad para que allí no hable de la homosexualidad se parecen a los de los teólogos del "naturalismo sexual" para que Sodoma hable de la homosexualidad. En suma, cada uno quiere tirar de la Escritura para que diga lo que avale la propia posición. Pero ella dice lo que dice. En otro momento o contexto sería bueno ocuparse exegéticamente de Rom 1.
¿Por qué menciono todo esto? Porque me parece lamentable que el Catecismo, en el único fragmento que se ocupa de una cuestión tan extendida y preocupante para nuestra época, lo haga desarrapadamente, citando la Escritura sin un mínimo de seriedad, y despachando la cuestión con una apelación a la tradición moral que está lejos de ser cierta. De hecho, cuando afirma que «la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados”» (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8), la afirmación no viene avalada, ni aquí ni en el documento Persona Humana que cita, por ni una sola cita de la tradición patrística ni de teología antigua. En el documento Persona humana, se limita a volver a citar Romanos 1, acompañado de una más que discutible exégesis.
En fin, dijo el Papa el otro día que «El catecismo de la Iglesia católica lo explica de forma muy bella esto. Dice que no se deben marginar a estas personas por eso.», supongo que se referiría al siguiente número, que habla de no discriminación, porque lo que dice el número del fundamento teológico, el que acabo de comentar, no podía ser más descuidado, y difícilmente se pueda calificar de bello.

Al contrario, lo que sorprende en la tradición moral antigua es que haya guardado casi completo silencio en torno a este tema, sobre todo la Escritura, siendo que la homosexualidad estaba tan extendida y normalizada en el Imperio Romano, y causaba tanto horror a lo judíos. No hay entre los antiguos ninguna de esas condenas al infierno de las que tanto gustan los pastores vociferantes del Norte. Pienso que si se le hubiera preguntado a los Padres de la Iglesia, a los grandes escritores eclesiásticos, a los teólogos del medioevo por la homosexualidad, la hubieran considerado "contra naturam", pero quizás más por el derramamiento del valioso semen, único responsable de la generación del ser humano, que por otros motivos. En suma: me parece a mí que no entraba en el orden de sus preocupaciones la cuestión de la práctica de la homosexualidad.
Esto que estoy diciendo es sólo una opinión personal, pero me hubiera encantado encontrarme alguna vez con la Tradición unánimente hablando con claridad del tema, y no con un documento actual sin notas de apoyo que afirma que la Tradición dice lo que nunca he encontrado en ella.
Creo yo -vuelvo a decir sólo mi opinión, aunque fundada en muchas lecturas- que la moral privada, la moral de puertas adentro de la casa, en todo sentido, incluida la moral sexual, no entró en las preocupaciones de la moral cristiana más que hasta la aparición del casuismo jesuita, siglo XVII, con sus precisas distinciones y su nunca velado intento de llegar hasta la raíz misma de la conciencia personal.
La moral sexual católica llegó en los dos últimos siglos a meterse en cuestiones tan íntimas y personales como el sexo oral en las relaciones de matrimonio, como si el cura que da las charlas prematrimoniales tuviera alguna competencia para opinar -o lo que es peor: dar directivas- sobre cómo debe ser un encuentro sexual de un matrimonio.
Este movimiento no es exclusivo del cristianismo, entre los judíos kosher también se desarrolló un extremamiento de la pureza moral sexual, al punto de practicar el coito a través de sábanas "con agujero", para que los cuerpos no se toquen, en una suerte de búsqueda del "coito objetivo". Una ruina para el afecto matrimonial, está claro. Desconozco la antigüedad de esta práctica, pero me malicio que no pasa de dos siglos.

Afirmas que "tanta distinción (acentos en el trabajo apostólico, saber vs sentir el pecado, jerarquías antropológicas, etc.)..." como las que hago yo en mis post, "sólo es, a falta de una metáfora más apropiada, poner colchones sobre la arveja". Sinceramente, no lo creo: el ser humano es un ser de lenguaje, y necesitamos que lo que nos rodea pase por el corazón, la mente y no menos el lenguaje. Si falta en alguno de los tres, podrá sonar consolador, pero no conforma como verdad.
En cuatro siglos hemos pasado de descubrir el poder de la conciencia personal, a querer rápidamente controlarla hasta en sus más mínimos movimientos. No basta con decir: "a mí no me jodan, yo hago lo que quiero y no molesto a nadie", porque para bien o para mal, ya está en circulación toda una "teoría" (es verdad que abstracta y sobre fundamentos muy falaces) acerca de la relación entre sexualidad y religión. No atender a eso, no buscar fundamentos más sólidos, no pensar la cuestión en el lugar de lenguaje donde ella se produce, lo único que logra es que unos se queden con sus tozudas ideas llorando porque nadie los escucha, y otros abandonen el contacto con la fe pensando que sólo es posible creer adoptando todas esas teorías. Otros, en fin, incapaces de controlar sus impulsos sexuales y no menos reclamados por una percepción de la verdad y trascendencia de la fe, sucumben picológicamente al peso de una culpa desproporcionadamente mórbida y aniquilante.
Todos tenemos mucho para perder con no pensar estos problemas. Creo que no hay nada más necesario hoy que volver a pensar el punto de partida, la verdad de la conciencia y de la persona tal como ella la experimenta.

En cuanto a lo malo que pueda haber en consumar una relación homosexual, eso no soy quién para decirlo, es más, considero que no hay nadie que sea quién para decirlo, por las mismas razones expuestas más arriba, sólo te pido que consideres que en toda relación humana hay siempre tres, no dos, ya que Cristo está en medio; por tanto el daño no se mide en consecuencias pasajeras o puramente biológicas, sino en capacidad o no de darse y de recibir amor, que es siempre y en todos los casos un vestigio del amor eterno.
Esto, por supuesto, excede la cuestión de la homosexualidad; cualquier relación, homo o héterosexual, puede dañar a los dos en la medida de su encierro y mero hedonismo, y quizás precisamente cuando más "objetiva" es, cuando menos parece dañar, como en la "sábana con agujerito".

8 comentarios:

  1. Muchas gracias por tu respuesta. Me interesa precisar algunos puntos pero tengo un fuerte dolor en un brazo que dificulta escribir...

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  2. "El tema de ese pasaje no es la homosexualidad, pero es verdad que los malabarismos de los teólogos de la homosexualidad para que allí no hable de la homosexualidad..."
    quedó un poco confuso. Entiendo que para tí sí habla, sólo que no es el tema del global del pasaje.
    Te iba a tirar de las orejas por no poner los links al catecismo, pero la verdad es que no es fácil linkear.

    De paso... links!

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    1. Gracias por la observación, sí, quedaba oscuro; creo que con la corrección que introduje lo hace más claro.

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  3. Ya fui al hospital y me dieron un analgésico.
    Realmente me da gusto leer una crítica bien fundamentada al punto del catecismo en cuestión (¿Qué contestaría un católico o un pastor fanático?). Me interesa particularmente aquello del origen jesuita de la casuística en el comportamiento privado, ¿Has profundizado este punto en otro posteo?
    No quise de ningún modo censurar las reflexiones que desarrollaste acerca de la "teoría" católica de la sexualidad -sabía que era una mala metáfora la de los colchones-. Lo que intenté decir es que pierden provecho al ser usadas meramente para amortiguar la actitud de aquella catequista, la que le dijo "la verdad" al chiquillo. Y es que esta postura es avalada por el catecismo,y por ende, por la iglesia, y la tuya no. Por tanto, se hace necesario en este caso ir al grano, al catecismo, que fue lo que hiciste en este posteo.
    Lo que señalas acerca de la dinámica del amor (darse-recibirse) versus el sexo objetivo, que se verificaría en relaciones homosexuales, me gustaría que lo fundamentaras porque yo no tengo ninguna razón para pensar que es así.
    Otro punto muy enojoso del catecismo es el de la guerra justa y la legitima defensa (2263 y siguientes), al punto de contradecir el corazón del evangelio (el amor a los enemigos, el perdón, la no resistencia al mal, etc.) con citas al aquinate.

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    1. «Lo que señalas acerca de la dinámica del amor (darse-recibirse) versus el sexo objetivo, que se verificaría en relaciones homosexuales, me gustaría que lo fundamentaras porque yo no tengo ninguna razón para pensar que es así.».... ¡no, no! lee bien, por favor!
      no dije en ningún momento que el "amor objetivo" se realizara en las relaciones homosexuales, mientras que el heterosexual estuviera en el otro campo... fíjate:
      «cualquier relación, homo o héterosexual, puede dañar a los dos en la medida de su encierro y mero hedonismo, y quizás precisamente cuando más "objetiva" es, cuando menos parece dañar, como en la "sábana con agujerito".»
      CUALQUIER relación, y abundo para evitar suspicacias: «homo u héterosexual», así que no, no has entendido ese párrafo.
      De hecho, la "sábana con agujerito", que me sirve de metáfora para el sexo sin piel, para la "sexualidad objetiva" es una práctica heterosexual, dentro del matrimonio, abierta a la procreación, etc.... digamos que, aunque judía, más católica no puede ser :-)
      Respecto de que la postura de la catequista es avalada por la Iglesia y la mía no... depende: las dos, creo yo, pueden avalarse en palabras y prácticas de la Iglesia.
      Los fundamentalistas tienen a su favor la letra del catecismo, la letra de la Biblia, y luego las amplificaciones de estación repetidora que de una cita hacen 10 mil, se repiten unos a otros, se fundamentan unos en otros. Quizás es más apto para estudiar como fenómeno de comunicación en sí mismo que discutir con todos ellos.
      Por otra parte, yo no tengo una postura exactamente "contradictoria" respecto de todo esto, no digo blanco donde los demás dicen negro. Sólo digo que la primera tarea de la Iglesia es acoger sin reservas ni condiciones, como quien experimenta a cada instante el ser acogido sin reservas ni condiciones. Primero esa, luego todo lo demás es para discutir, pero sin esa, no hay "lo demás".
      El la parábola del deudor perdonado que no perdonó a su propio deudor (Mt 18), sólo tenemos una frase del patrón ("Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también... "), pero si el deudor hubiera sido católico, le hubiera dicho a su señor:
      -Señor, es distinto, yo te supliqué, porque por más que hacía todas las austeridades del mundo, mi deuda era impagable. Pero aquel otro me suplicó, pero cuando me doy vuelta sé que en vez de ahorrar para devolverme, se va de putas, y es borracho y pendenciero. No merecía que le perdonara, ¡le estaría dando un mal ejemplo!
      A lo cual el Señor, ¿qué le hubiera respondido?
      ¡Lo mismo que le responde!: tu primer deber era perdonar sin condiciones, porque fuiste perdonado sin condiciones. Luego lo demás.
      Esa es mi postura, si eso no está avalado por la Iglesia, apaguemos la luz y vámonos.

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    2. estimado padrino su ahijado y luego discipulo no puede dejar de decirle que me continua ayudando y emociona el leer la libertad ejercerse en plenitud en cada uno de sus escritos saludos de un cristiano catolico que ha aprendido a aceptar la diversidad y la eleccion sexual por amor un abrazo miguel casas

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    3. Hola, Miguel!
      Sí, el amor personal es una fuente de conocimiento tan profunda, que a los moralistas se les debería prohibir discutir cuestiones existenciales como las implicadas en la sexualidad, el matrimonio, etc. si no tienen una experiencia personal de un amigo, un hijo, un familiar querido metido en estas realidades de la existencia..
      Con principios lógicos se hacen lindos análisis, que generalmente "cierran bien", pero el verdadero principio de conocimiento es el amor personal.
      Un abrazo!

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  4. Bueno, ahora entendí, es que esa diferenciación parecía matizar lo inmediatamente antecedente, que no hay quién pueda señalar el mal en una relación homosexual (RH).
    En fin, todavía no me queda clara tu aproximación al tema. Se me hace un poco ambigua: Al poner por delante la acogida postergando "lo demás" significa que no tienes nada que decir de los padres del chiquillo ese "por ahora". Pero luego ¿Qué tiene que decir la iglesia de las RH en cuanto tales si no es condenarlas?
    Y en la parábola, la disyuntiva es si el hombre perdona o no la deuda, pero lo que yo pongo en cuestión es si existe esa deuda en este caso.

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