domingo, 22 de diciembre de 2013

Los tres caminos


El tema de por sí interesante del laicismo recibió un impulso inesperado con los aportes de Francisco, Jorge y Hernán. Todo el conjunto de la discusión puede seguirse en los comentarios de ellos tres, y alguno mío, al post Laicismo II. Imposible resumir todas las aristas de la cuestión tal como cada uno la va planteando -y que no ha terminado-, pero quisiera tomar como punto de partida aquí un mensaje de Hernán que resume en tres posiciones las posibilidades de la interacción entre las exigencias absolutas de Jesús (no devolver mal por mal, poner la otra mejilla, no juzgar, ¿y no caben aquí el adulterio con el sólo pensamiento, la indisolubilidad absoluta del matrimonio, el llamado a vender todo y dárselo a los pobres, etc?) y la relatividad de nuestra vida "en el mundo". Dice Hernán (quito un par de frases, la lectura completa en los comentarios mencionados):


Algunas explicaciones sencillas sobre tales exigencias serían:
1. (la, digamos, anarquista/fundamentalista): obligan, a la letra, a los cristianos, sin más, y que en tanto no las seguimos a la letra estamos faltando a la voluntad de Dios; el resto son excusas que inventa la mediocridad humana para "no ser perfectos como el Padre es perfecto" ; esta mediocridad será comprensible, pero esto no es seguir el mensaje de Cristo; y a los reparos de los que objetan "así la cilivización no podría subsistir", hay que responder: me ne frega la civilización, el cristianismo no tiene nada que ver con eso, a Cristo la promoción de la sociedad no le importa en lo más mínimo (es cosa "del César"), no sabemos si la civilización tolera la perfección cristiana, si no la tolera, peor para ella [...] En suma: Tolstoi tenía razón.
2. (la, digamos, dualista/conservadora) no deben tomarse al pie de la letra, pues su cumplimiento es incompatible con la civilización humana. Jesús (y la Iglesia) conocen las limitaciones del hombre, su naturaleza redimida-pero-caída, y quieren su bien social; las exigencias se refieren al Reino de Dios, que no es de este mundo; pero estamos en el mundo, y procurar su bien es también cumplir la voluntad de Cristo. No debemos pues aplicarnos esas exigencias, ni pretender endilgárselas a nuestro prójimo cristiano (ni siquiera al mismo Jesús: que no ofreció su otra mejilla cuando el guardia lo abofeteó, sino que intentó hacerlo entrar en justicia), ni tomarlas como una especie de programa social. ¿Y qué hacemos con ellas? Por un lado, son para los cristianos una especie de referencia ideal, de cómo deberían ser las cosas, y de cómo en alguna forma serán (pero definitivamente NO en este mundo); por otro lado, son en alguna medida exigencias, pero no para todos los cristianos sino para determinados "imitadores", los que eligen libremente un especial "estado de perfección", y cuyo seguimiento (heroico) resulta inspiración, denuncia y bendición para la cristiandad.
3. (la, digamos, dualista/progresista) sólo son posibles de cumplir en el marco del Reino de Dios, el cual no es de este mundo, pero al cual tendemos, en una especie de convergencia; vivimos en el mundo, y determinadas exigencias evangélicas son socialmente inviables; pero en ese caso los cristianos deben hacerse cargo del déficit, y asumir la otra exigencia: la de crecer y hacer la civilización humana mediante el fermento cristiano, de manera que aquellas exigencias evangélicas sean menos imposibles (en un tiempo los cristianos pensaban que la tortura y la pena de muerte eran males necesarios para la supervivencia de la civilización). Las exigencias, pues, actúan como puntos de atracción, para todos los cristianos. [...]

Por mi parte, no consigo entender las tres como opuestas. Ya sé que desde un punto de vista lógico lo son, pero creo que las tres están en el "logos" de la cuestión, en su núcleo de sentido, y por tanto las tres contienen verdad. Otra cosa es si las podemos combinar en cada vida, en todo momento.

Apuntaba Jorge que es necesario ver las exigencias absolutas en el plano de la Biblia en conjunto, no como frases aisladas. Eso es fundamental. Ahora bien, el plano de la Biblia en conjunto sufre una ruptura del Antiguo al Nuevo Testamento: en el Antiguo era posible cierta ambigüedad entre la trascendencia del reinado de Dios, y la aspiración a la efectiva teocracia en este mundo. Jesús, en cambio, parece haber sido muy claro en su exigencia de aceptar la trascendencia absoluta del Reino. Tan claro que aunque cada evangelista lo formuló con su peculiar lenguaje, todos de alguna manera llegaron a decir eso que Juan pone en una fórmula perfecta: "Mi reino no es de este mundo". Nótese que esto está ya en san Pablo (que escribió no menos de 10 (y aun 20 y 30) años antes que los cuatro evangelistas: "El Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo" (Rom 14,17), otra fórmula perfecta.

La trascendencia del Reino es tan cierta y tan nuclear al conjunto de la Biblia (incluso al Antiguo leído desde el Nuevo), que eso no debemos perderlo bajo ningún concepto, y justifica llamar verdaderos a los caminos 2 y 3 de Hernán, que tienen en esa trascendencia su punto de anclaje. Quien pretenda una instauración del Reino en este mundo, antes o al margen de la instauración trascendente por el propio Cristo (la "segunda venida"), está sencillamente carnalizando (y banalizando) el Reino.
Incluso una tendencia religiosa muy extendida, y que parece hasta apoyada por la literalidad del Apocalipsis (cap. 20) como es el "milenarismo" (la idea de una instauración mundana del Reino antes de la definitiva segunda venida), es explícitamente rechazada por la doctrina de la Iglesia, aun a despecho de que algunos Padres de la Iglesia parece que sí tuvieron ideas semejantes.
Sea como sea que entendamos la realización de la doctrina de Jesús en este mundo -como "preceptos", como "perfección", o de cualquier manera- no podemos tener confusiones al respecto: este mundo no es el Reino, ni lo va a ser nunca.

Dicho lo cual, pareciera que confinarlo al mundo de la lisa y llana "utopía" es rebajar la auténtica fuerza y el raigal significado de ese mensaje. Ricoeur (como ya dije, su teoría de la interacción entre fe y mundo en una productiva laicicidad es para mí la más atractiva de las que he leído) utiliza el término "utopía", pero no sin salvedades: "Si el término no fuera equívoco o ambiguo, yo diría que la comunidad confesante está cargada de utopía..."

La utopía obra en principio de manera ejemplar: nos muestra un ejemplo ideal a imitar que nos lleva a realizar un esfuerzo mayor que el que haríamos si el ejemplo no fuera extremo. No se distingue, en último término, de la eficacia de cualquier ideología, en tanto estamos imbuidos de ella. Dudo mucho que Jesús hubiera pretendido ese encuadre para sus enseñanzas, ¿realmente pretendía con la exigencia al joven rico plantear un ejemplo extremo para que todos nos esforcemos a "un poco más"?
Mejor solución parece la noción de la postura 3 de Hernán, de que la utopía cristiana obra "por atracción", sin embargo, no deja de ser una representación ideológica, dotada de cierta eficacia, pero sólo en el plano de las ideas.
Lo que a mi entender distingue la "utopía" cristiana de la utopía ideológica, es que el punto de referencia nuestro no es la idea, sino la persona de Jesús, su actuación, sus exigencias, y su cumplimiento: "tened los mismos sentimientos de Cristo", dice san Pablo a los Filipenses, y añade para aclarar el concepto: "el cual, siendo de condición divina, no retuvo para sí ávidamente esa condición, al contrario, se anonadó a sí mismo..." (Flp 2,5ss)

El problema de las palabras es que se van tan fácilmente a la ideología.... recuerdo una discusión de foro en la que un dialogante quería convencernos de que (a pesar de lo que dice el evangelio) san José jamás tuvo la menor intención de romper su compromiso matrimonial con la Virgen, porque como era "justo" (lo dice el mismo evangelio), es imposible siquiera que hubiera concebido una idea tan injusta... en suma: la palabra "justo" incluía para él toda la representación cristiana de la justicia. No importaba si estábamos hablando de un premosaico como Noé, de un judío como José, o de un cristiano como nosotros. Las palabras son objetos peligrosos de manipular, cada una debería traer dibujada una calavera.

Jesús enseñó, pero lo que seguimos los cristianos no son las enseñanzas de Jesús, sino la persona de Jesús, de tal modo que es su persona nuestra inspiración, y también nuestro límite. Lo que quiera decir "poner la otra mejilla" no debe juzgarse según las palabras nudas, sino según la actuación de Jesús.

No digo que no pueda alguien pretender como programa de vida la "doctrina" de "poner la otra mejilla", pero realmente ya no está siguiendo a Jesús, ya no está de discípulo sino de maestro. Pues bien, si consigue quién le siga, bienvenido sea para él, pero el creyente en Cristo es aquel que tiene -o que busca tener- "los mismos sentimientos que Cristo Jesús".

La respuesta 1 tiene razón en su radicalismo: el seguimiento de Jesús no admite negociaciones, pero esa respuesta falla en su objeto, no es la doctrina lo que no admite negociaciones, sino la persona de Jesús.
A mi entender una de las cosas que me llaman la atención de Jesús, que me convocan y me provocan, es que nunca rompió con su entorno, nunca se desarraigó, ni llevó a sus discípulos a desarraigarse: era un judío, y siguió siéndolo toda su vida, y murió como judío. No fundó nada nuevo (la Iglesia se fundó en él, a partir de lo cual podemos proyectar teológicamente que la fundó él, pero eso es una teologización), no desechó su cultura, los límites de su tierra, e incluso las tensiones que esos límites provocaban.

En la relación fe-mundo, quien no ame a este mundo nuestro, con todas sus contradicciones y caídas, ¿realmente está basándose en la fe de Jesús?

5 comentarios:

  1. Me parece que tus razonamientos y los de Hernán no se sostienen.
    1.La civilización no desaparecería si rechazamos la violencia de forma radical sino únicamente las formas de organización forzosas. La familia, las tribus, los vecinos y amigos se organizan espontáneamente y la sinergia de estas relaciones es superior a la del empleado-empleador, víctima-delincuente-policía-juez-legislador-fiscal-abogado-carcelero, propietario-arrendatario u otras formas amparadas bajo el "estado de derecho".
    2. El Reino de Dios no es trascendente en el sentido de que no podemos acceder a él, sino que se da en una dimensión superior. Jesús nos trajo a Dios, como decía Ratzinger y su presencia entre nosotros y su actualidad están suficientemente claras en el evangelio.
    3. La distinción entre quedarse con la letra o entender el espíritu o el contexto bíblico de estos pasajes y entre la doctrina y la persona de Jesús no vienen al caso. Se trata sencillamente de leer con la mente abierta. No juzgar a nuestro hermano ya que Dios no nos juzgará a nosotros es tan claro como el agua. Poner la otra mejilla a un desconocido que nos abofetea en la calle es absurdo, pero si su motivación es discriminación racial, pretendiendo expulsarnos, hacemos bien al soportar más golpes. En fin, usar la cabeza para leer no cuesta nada.
    Eso por de pronto...

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  2. 1-Eso no lo sabemos, nunca ha ocurrido que toda la civilización rechace la violencia de forma radical, y sostenga ese rechazo a través del tiempo. Me gustaría que ocurriera, pero no creo que vaya a pasar.

    2-Pues será que no es trascendente en ese sentido, ahora bien: de hecho hace 2000 años que venimos hablando del Reino de Dios, la propuesta parece atractiva, pero parece que algo del marketing falla, porque la gente no se prende a ello, parece funcionar siempre a nivel de levadura en la masa. Nuevamente, dudo que haya más éxito al respecto en los próximos 2000 años que en los ya pasados. Yo además creo que es trascendente exactamente en el sentido que lo dije, pero aunque no lo fuera así, al menos lo es de hecho.

    3-Agradecería me explicaras por qué no viene al caso una distinción que está en el centro del problema. Me tomé la molestia de explicar por qué esa distinción es central, y resulta un poco chungo que me digas que no viene al caso porque tú lo vales.
    Otrosí: no le veo nada de absurdo a poner la otra mejilla a alguien que me abofetea arbitrariamente, ¿en qué cambia el hecho de que el abofeteador tuviera un motivo?

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    1. 1. Cierto, no lo sabemos, pero el punto es que las dos posturas "dualistas" de Hernán lo dan por hecho. Y si degradamos esta certeza a sólo un "riesgo de", queda la tarea de esbozar un relato plausible de esta posibilidad. Yo imagino que si todas las FF.AA. y policias desaparecieran instantáneamente, brotarían por doquier ejércitos privados que medirían fuerzas. El vencedor, para perpetuarse, deberá mantener a raya el malestar social y estimular el consumo asegurando ciertas garantías a la población: un contrato social. El estado renacerá y nos hará creer que nosotros le entregamos el monopolio de la fuerza. Castigaremos únicamente a los que roban poco. Siempre habitaremos la Francia de Vichy. La tensión maquiavélica entre política y moral y la necesidad del laicismo delatan esta capitulación (el dualismo esquizofrénico e imposible del que hablaba Hernán). Así la civilización seguirá su avance.
      2. Independiente de lo anterior, la vida sencilla, la mansedumbre, la integridad, la pobreza del hombre sabio descritas en el sermón de la montaña siempre aseguraron un lugar en el Reino a los hombres. Reino que no cabe en este mundo si hablamos del mundo descrito del contrato social, la civilización, el siglo; pero que sí está presente en el mundo como cosmos, geografía o escenario natural, moral y tal vez cultural. Yo no amo al primer mundo, pero sí al segundo. Me parece importante esta distinción en toda esta discusión.
      3a. Entiendo que lo que quieres decir es que las enseñanzas de Jesús se entienden observando su comportamiento. Esta doctrina integral es la que está en discusión desde el principio cuando aludí en mi pregunta inicial a las palabras y los actos de Jesús. Nadie ha separado estos elementos. Jesús dijo "no resistan al mal" "perdonen siempre",etc y practicó esta doctrina durante su pasión.
      3b. Poner la otra mejilla tiene que ver con practicar lo que ahora se conoce como no-violencia activa o confrontación pacífica. Si me muerde un perro o un loco en un callejón, no pasaré por allí nunca más, pero si un racista me golpea intentando expulsarme, al día siguiente haré la misma ruta exponiéndome porque ambos somos hijos de Dios y entonces diré, hermano, porqué me pegas? Esto sólo lo comprendí después de acercarme a Gandhi (con sólo ver la película).
      "El propósito de esta enseñanza dice relación con lo que se llama no violencia activa, es decir, el enfrentamiento con el adversario no con el propósito de librar batalla con él para vencerlo, sino para despertar su conciencia obnubilada por los sentimientos hostiles y egoístas. Al inducir al adversario a ejercer más violencia de la que él está dispuesto a ejercer, lo que se persigue es quitarle todo apoyo a su injusticia y encono, soportando voluntariamente el sufrimiento, por amor, lo cual constituye un testimonio capaz de provocar el vuelco de conciencia en el otro" (Gastón Soublette, Rostro de Hombre, p. 163) http://books.google.cl/books?id=5aUt9nb53u4C&pg=PA163#v=onepage&q&f=false

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  3. No es ni remotamente comparable el nivel de organización a todos los niveles que supone una civilización (sea esta la nuestra o cualquier otra) con el nivel de organización de una tribu. No creo necesario extenderme más en este punto. Eso sí, en cualquier tratado acerca de antropología o sociología encontrarás que una tribu, por primitiva que sea, tiene un sistema de normas y deberes que regula no sólo lo que está permitido o hay que hacer, sino también qué no hay que hacer y qué castigo espera a los infractores. De ello depende la supervivencia del grupo.
    En cuanto a lo de leer con la cabeza, que aparentemente es tan fácil, diría que no lo es tanto. Para empezar muchos textos bíblicos están muy alejados de nosotros tanto en términos temporales como de mentalidad. ¿Puedo leerlos sin poseer claves de interpretación apropiadas, sin traicionar su verdadero sentido?...si ya cuesta a veces entender textos contemporáneos, hay que tener mucho cuidado con esas lecturas cristalinas. Pero aún hay algo más... manteniendo la mente abierta (o eso nos creemos) podemos también interpretar los textos utilizando como tamiz nuestros propios presupuestos ideológicos, y que el texto diga lo que nosotros queremos que diga. Lo dicho, la "lectura con cabeza" no es tan sencilla como parece.

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    1. Es verdad, el grado de civilización es, entre otras cosas, la distancia recorrida desde la autarquía hacia organización. En el caso de las tribus imagino que no es demasiada. Alcanzada la población crítica, éstas se separan y forman dos tribus autónomas. En cambio, el estado establece fronteras geográficas. La población, el grado de organización y la dependencia entre los individuos no dejan de crecer. Pero esto carece de valor intrínseco no creo que sea lo que aquellos interesados en preservar de la civilización buscan cuidar:
      "En el mundo moderno, durante los últimos cien años aproximadamente se ha producido un cambio enorme en la historia: de la autarquía a la organización. A consecuencia de esto, las personas se vuelven cada vez menos autosuficientes y más dependientes. Pueden afirmar que tienen niveles de educación más altos que cualquier generación pasada; pero lo cierto es que no pueden hacer nada sin ayuda de otros. Dependen completamente de vastas y complejas organizaciones, de máquinas fabulosas, de ingresos monetarios cada vez mayores. ¿Qué ocurre cuando sobreviene el paro, la avería mecánica, las huelgas, el desempleo? ¿Proporciona el Estado todo lo necesario? En unos casos, sí; en otros, no. Muchas personas quedan atrapadas en la red de seguridad; y ¿qué ocurre entonces? Pues que sufren, se desaniman y hasta se desesperan. ¿Por qué no pueden ayudarse a sí mismas? En general, la respuesta es evidente: no saben cómo, nunca lo han intentado, no sabrían siquiera por dónde empezar." E.F.Schumacher, prólogo de "La vida en el campo" de John Seymour
      Lo segundo, pues es verdad, me salió con arrogancia eso de usar la cabeza.

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