jueves, 23 de enero de 2014

Divulgación bíblica

Algún día (espero que no muy lejano), en la Iglesia se descubrirá, o se redescubrirá, el inmenso valor y la perentoria necesidad de una divulgación bíblica de calidad entre los fieles y hacia el mundo; se estudiará en las facultades teológicas la "Iniciación a la divulgación bíblica" como hoy se estudian asignaturas "pastorales", impensables hace 50 años.

La tarea no es nueva, la realizaron grandes espíritus religiosos a lo largo de la historia cristiana, en particular san Agustín, que explicaba al pueblo en sus sermones y en obras donde intentaba ser claro sin perder sutileza, los más profundos problemas que pueden encontrarse en la Biblia, usando de todos los métodos y marcos de referencia que su época le podía dar.

Muchas de esas respuestas fueron tan bien comprendidas y recibidas, que formaron al pueblo cristiano para un conocimiento de la Biblia por unos catorce siglos después. Incluso aunque se haya escamoteado la lectura bíblica, y se leyeran en la liturgia preconciliar mucho menos de los textos que exuberantemente presenta la liturgia actual, y en un idioma que no era ya comprendido, el pueblo conocía su Biblia, porque la divulgación había sido efectiva.

El conocimiento del mundo ha, sin embargo, cambiado mucho, la "imagen del mundo" que nos hacemos nosotros hoy es enteramente distinta de aquella que podía hacerse san Agustín, o que acompañó a los hombres por tantos siglos. Hay posiblemente más semejanza de mentalidad -y sobre todo en cuestiones religiosas- entre un hombre de hace tres siglos y uno de hace quince, que entre uno de hace tres siglos y nosotros.

A la vista de esto hay dos actitudes inútiles, y por lo tanto nocivas (en cuanto que lo que en la fe no construye, casi se puede asegurar que destruye): la de aquel que llora por los rincones la muerte de una conciencia del mundo a la que por tantos siglos estuvimos acostumbrados, y aguarda que de alguna manera, incluso por un milagro divino, se restaure esas condiciones, y la del que repite las respuestas bíblicas que valieron durante catorce siglos, porque si fueron verdad entonces, lo tienen que seguir siendo ahora.

Recórrase las páginas católicas en internet, y junto a una impronta de sincera devoción y de sincero amor a Dios, se llegará a la triste constatación de que la gran mayoría de sitios se divide entre aquellas dos actitudes. Tampoco ayuda mucho el mundo académico, donde ejemplos como el de Raymond Brown -uno de los mayores exégetas del siglo XX y a la vez un excelente divulgador- no se repiten seguido, ni el mundo de los maestros en la fe -en particular de los obispos- que, si es que han hecho algún curso de actualización bíblica, no lo demuestran en el magisterio público, donde no se los oye casi nunca explicar la Biblia en términos actuales.

No quisiera que esta nota suene a puro lamento. La divulgación bíblica es buena y es posible, sólo falta que se forme un tsunami de deseo de conocer la Biblia entre los creyentes de a pie, los únicos que pueden cambiar de raíz la modorra que padecemos sobre este tema en la Iglesia.

Algunos libros de divulgación buenos. No todos actuales, pero todos de primera calidad, y en todo caso útiles en distintos niveles de formación:

-101 Preguntas y respuestas sobre la Biblia, de Raymond Brown
-Para que tengáis vida, también de R. Brown, sobre el evangelio de Juan
-Las iglesias que los apóstoles nos dejaron, del mismo autor, sobre los distintos "modelos" de Iglesia que se detectan en el NT.
Todas estas obras (y más) se pueden encontrar linkeadas aquí

De introducción general a la problemática bíblica con una breve historia del estudio crítico, el magistral
-Visión nueva de la Biblia, de Grollenberg
Del mismo autor hay una geografía bíblica que puede ser de mucha utilidad, se pueden encontrar aquí

Una "historia bíblica" que es de lo mejor que he leído en cuanto a reflexión sobre el modo como narra la Biblia:
-La tradición biblica, de Georges Auzou



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