martes, 1 de julio de 2014

Jesús y el «sentir general»

Francisco me hace una interesante observación en el post «Ir al mundo». Quise responderle allí mismo, pero mi propio blog me dice que es una respuesta muy larga... cria blogs, y te sacarán las letras.
Dice Francisco (para más contexto, ver todos los comentarios al post):
¿qué debe hacer un cristiano cuando se da cuenta de que no sólo se trata de desiciones puntuales como la del vecino moroso sino de que, peor aún, los fundamentos y objetivos de su comunidad son perversos? Supongo que si la junta de vecinos me convoca a medianoche con antorchas y aperos de labranza para expulsar al vecino moroso o acudir al juez de paz para que ordene a la fuerza pública realizar esta tarea yo podría abstenerme u oponer una objeción de conciencia, pero en el fondo me estoy beneficiando de esta política esencial para la supervivencia de la comunidad.
El alfa y el omega de los estados nacionales es la resistencia al mal, y actualmente el crecimiento económico es el fetiche. Se sostienen sobre la quema del petróleo que provoca muerte por contaminación y guerras, se industrializa todo, lo que provoca la alienación del hombre y la crueldad con los animales, etc.
Es decir, yo puedo tener un exquisito respeto por esta verdad de los otros, pero ¿puedo influir positivamente desde dentro si pertenezco al ku-klux clan? ¿Qué consideración tuvo Jesús con el " sentir general"?
Esto es lo que pienso al respecto:
¿Qué consideración tuvo Jesús con el "sentir general"?
Ahí está la raíz de todo, no en la pregunta abstracta acerca de lo que yo como cristiano podría (o debería) hacer, sino en lo que este buen señor, un tal Jesús, en tal momento de la historia, decidió hacer; y en tanto ese buen señor resultó ser el Señor de la historia, qué me cabe a mí hacer en su nombre y como imitación suya.
Pienso que cuando la fe cristiana inicial fue ahondando desde ese "misterio de Dios en Jesús" que despunta en Marcos, pasando por el origen divino de Jesús en su concepción (Mateo, Lucas), hasta recalar en la preexistencia misma de Jesús (Juan), y su soberanía sobre la historia ("nadie me quita la vida...", etc.), a despecho de las dificultades que luego tendríamos para convertir eso en una serie de frases inteligibles, puso el acento en el punto de la aceptación por Dios de lo humano, de todo lo humano, de lo más oscuro y tenebroso.
Luego podremos semiracionalizar eso imaginando un pecado como una especie de mancha que va tocando a los seres humanos en tanto ellos tocan la existencia, o un ser poderoso y malvado que trata de robar este mundo de las manos del Padre... representaciones que contienen un núcleo de verdad, mucho símbolo sin lo cual no se puede decir esa verdad, y mucha imaginería mitológica adosada, pero lo que está en el fondo es que este mundo tal cual es, y no cuando sea puro, sino ahora, es amado por Dios.
Los jefes religiosos (y diría que la "religión natural" y las "expectativas religiosas del momento") sólo pedían una cosa para aceptarlo: «compórtate como nos dice nuestro instinto religioso, da un golpe sobre la mesa, expulsa el mal de nuestro entorno y te creeremos" (es lo mismo, como puedes ver, que siguen diciendo los sitios católicos actualmente).
Pero él no hizo nada de eso, al contrario: comió con pecadores y publicanos, les dio esperanza, les habló del amor incondicional de Dios, les sanó algunas heridas, no todas, se lamentó con ellos de la estupidez de su generación, y se subió tranquilamente a la cruz; amando incluso a los que lo hacían subir.

A mi entender eso es el programa de la vida cristiana: no tengo, ni debo, ni puedo esperar nada del mundo, tampoco de mí mismo. Sólo estar allí en lugar de estar en otra parte. Eso es ya un fermento en la masa. En la medida que se pueda, fermentar más. Cuando se puede, cuando cabe, dar una palabra explícita sobre el amor de Dios a este mundo; cuando no cabe, darla implícita; cuando ni eso cabe, simplemente permanecer. Como hacían los mártires en los primeros tiempos (y ahora).
Dices, humorísiticamente: ¿puedo influir positivamente desde dentro si pertenezco al ku-klux clan? Sí, es la única manera de influir positivamente. Las denuncias desde afuera, y los likes en facebook no influyen en nada: Pon me gusta si quieres que no se derrita el ártico. Bueno, pues me gusta, y? La única manera es pertenecer a la massa damnata, aceptar que se pertenece a ella, que es nuestro lugar, que es allí donde somos plenamente lo que somos. Y sólo así se puede "denunciar" sin caer en estúpidos moralismos o paralizantes utopismos.
Sólo si acepto desde mi interior que yo no soy distinto del político del que me quejo, que yo posiblemente me tendería a beneficiar del sistema, sólo que no tengo la oportunidad, puedo influir eficazmente (aunque de a poco y en forma lenta, para no arrancar sino enderezar) en que mejore el ejercicio de la política. Es un ejemplo.
Pero puedo hacerlo porque vivo en mí mismo la tensión entre el perdido y el redimido, porque no soy yo el redimido y el perdido el vecino, o viceversa.
Imagínate si toda esa masa de personas que se sienten perfectos porque piensan distinto que el mundo, usaran ese mismo montante de amor en vez de para amarse entre ellos y a ellos mismos, para amar al mundo tal como es, y al cual pertenecen en toda su imperfección, ¿te imaginas la cantidad de amor circulante que habría? Eso solo cambiaría la historia. Una obra de teatro de Javier Daulte ("Nunca estuviste tan adorable") lo dice más o menos así: "en el instante que dos personas concibieron un hijo, en ese instante se amaron, así que hay mucho amor en el mundo."

1 comentario:

  1. He pensado bastante y no consigo conformarme... No se trata de moralismo ni de sentirse perfecto, sino de la diferencia que tu mismo resumes entre aquellos que desean expulsar el mal y aquellos que aceptan a los pecadores como Dios los acepta. Construir cárceles es expulsar el mal. Siento que constantemente eludes esto. Y si critico esta política y rehuso beneficiarme de ella , esto no me saca del mundo sino de cierto modo de organización forzosa. El mundo es más que esto: amo el fútbol pero rechazo la FIFA.
    Por otra parte, personalmente no siento parálisis utópica. He dejado la ciudad junto a Macarena, mi mujer y mis dos hijos para vivir en el campo. Antes de partir leímos los cuentos populares de Tolstoi y vendimos el departamento y el negocio de ella. Debería escribir un blog yo también...

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