domingo, 30 de junio de 2013

Ideas para una civilización postcristiana II

Un buen ejemplo de esta cuestión del Espíritu del tiempo lo brinda un reciente documento del 2010 de la OMS sobre educación sexual, y la declaración de la CEE sobre ese documento.
El documento puede leerse en español aquí. La declaración de la CEE (que llega tres años después) presenta una conclusión casi cómica, si no fuera tan trágico estar recogiendo setas en Marte cuando los problemas están en la tierra. Dice la CEE (informe final de junio de 2013) que "Los obispos han mostrado su preocupación por este asunto [el informe del 2010 de la OMS], puesto que se plantea como un intento de promover un único modelo de instrucción en todo el continente europeo, y un modelo a seguir en el campo de la educación sexual. Los estándares propuestos no hacen ninguna referencia a principios morales. Entre otras cuestiones de gravedad, en el texto no se hace mención alguna al hecho de que la relación sexual con una persona menor de quince años en muchos países está penalizada. Los obispos han debatido sobre el informe presentado y han decidido trabajar en la elaboración de un futuro documento sobre educación afectivo-sexual, que tenga en cuenta la formación de toda la comunidad cristiana en los fundamentos del evangelio del matrimonio y de la familia; una formación integral que permita afrontar los problemas y cuestiones que pueda presentar cualquier ideología."
A este paso, puede que para el 2079 dispongamos los católicos de una orientación final de nuestros obispos para acometer la dura relación con el informe del 2010. Eso sí, nos queda el consuelo de saber que las relaciones con menores de 15 están prohibidas en algunos países (no en España, de momento). Ya sé qué no tiene nada que ver con lo que estamos hablando, pero parece que a la CEE eso le parece esclarecedor, o simplemente esa constatación es un guiño de ojo a los lectores del informe de la CEE, que comparten un juicio ya hecho sobre la catadura moral de la OMS.
Ahora bien, ¿habrán leído el documento? Me lo pregunto porque llegar a la conclusión de que no hace referencia a principios morales (en el sentido en que lo entendemos los católicos) es algo tan autoevidente (no es la clase de documentos que pueda hacer esas referencias) que es una conclusión a la que se llega sin leerlo.
Si se lo lee se ve que sí hace algunas referencias morales. Por ejemplo, lo recorre de cabo a rabo el problema de la violencia sexual, del abuso sexual y de la discriminación sexual, los tres son aspectos de la moral sexual de nuestro tiempo. El documento no es a-moral, no carece de una moral, sólo que sus principios morales no son los que la CEE espera. Al detenernos en marcar los que no están, a lo mejor no acertamos a darnos cuenta de los que sí están. Y al no percibir lo que está, nos quedamos -como nos suele ocurrir- en la acera de enfrente, viendo pasar al Espíritu del tiempo, como excluidos de la fiesta.
Sin embargo, en la página 18 (del doc de la OMS) leo:
"[...] La educación sexual se suele focalizar en los aspectos físicos cuando se realiza en el contexto que proporciona la biología o la salud, mientras que, cuando el tema principal está en el ámbito de las humanidades, se prestará más atención a la interacción social o las cuestiones morales. Un buen enfoque para garantizar una cobertura más holística es recoger diferentes aspectos bajo la responsabilidad de profesores diferentes, lo que convierte la educación sexual en una materia multidisciplinar [...]"
El inciso es de suma importancia para nosotros, porque deja abierto el lugar donde podemos (¡y debemos!) encajarnos: no esperando a que primero el documento incorpore nuestra moral, a ver si nos invitan, sino aceptando la invitación que ya está, y aportando lo que nosotros podemos aportar... ¡y tenemos mucho para decir!
Condiciones sine qua non para esto son:
-Dejar de emitir declaraciones puramente negativas en su tono y vacías en su contenido
-Dejar de confundir moral cristiana con moral natural
-Abandonar la pretensión (absurda y en definitiva totalitaria) de que el mundo debe adoptar de manera absoluta nuestros principios, cuando no comparte lo más esencial nuestro, que es la fe
De lo contrario seguiremos donde estamos: en la acera de enfrente, amargados por no haber sido invitados a la fiesta.

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